Ya había pensado empezar el texto confesándome neófito en las artes de Ian Curtis y Joy Division/New Order y ya pensaba que en la exhibición de Control, la película de Anton Corbijn sobre la vida del vocalista de la banda, encontraría algunos devotos fans incondicionales hiperinformados y de conmovedora jactancia, pero pues no estamos en Londres y entonces era el grupo de siempre, los oficinistas de pinta, los estudiantes de la Voca que salieron temprano, algunas viejitas a las que su médico les recetó el cine como terapia ocupacional y dos ociosos que derraparon heroicamente en la sala para ver la película antes que desaparezca de la cartelera.
Después inició algo que tenía enormes y variadas expectativas: que si el sonido Manchester, que si los tormentos del artista, que si el nacimiento de una banda fundamental para el bla bla bla, que si al menos el chisme sabroso de la juerga rockera con su conveniente dosis de alcohol, drogas, mujeres, genialidad y gurús. Pero pues no. En realidad es un capitulote de Dawson's Creek que se hace el sobrio para no parecer capitulote de Dawson's Creek. Un muchacho epiléptico y depresivo se casa muy joven y después tiene una amante y después no se decide entre la esposa y la amante y después se muere. Y para rellenar, canta rolas de Joy Division. En un Manchester a propósito obrero y sin chiste (muchas paredes de ladrillo, mucha estética miserable cool a la Charles Dickens), como toda película inglesa de las clases bajas y medias que le hacen a la artisteada (Full Monty, Billy Elliot).
Después uno busca chismes en internet para saber mejor de qué se trata la cosa, y se entera que el director, Corbijn, se ha dedicado a hacer videos de rock (U2, Metallica, Red Hot Chili Peppers, Depeche Mode), y que el guión está basado en la biografía más bien amarillista de la esposa de Curtis, y pues es como el berrinche desmitificador de una esposa a la que su esposito genial hipertalentoso le puso el cuerno. Y es como si ahí se resolviera el enigma: esta biopic es un ajuste de cuentas conyugal que se cree de interés mundial por su contexto post-punk-british. O para decirlo en castellano: es la versión inglesa de esa obra maestra de Juanito Osorio sobre Niurka, Mi verdad. Eso sí, el soundtrack está de lujo: harto New Order y Joy Division, pero también Velvet Underground, The Killers, Iggy Pop, David Bowie y Sex Pistols, entre otros.
Al salir del cine encontré el cartel de próximo estreno de Factory Girl, una peli sobre la vida de Edie Sedgwick, una preciosa socialité que se convirtió en la primera superstar de Andy Warhol. La película nos llega atrasadísima (es de 2006) y no le ha ido nada bien (no le puede ir bien a ninguna película que tenga en su elenco a Hayden Christensen Skywalker), pero el personaje de Edie me encanta, entonces valdrá la pena husmear por ahí, aunque luego uno salga haciendo corajes. Como con la desangelada Control. La vida es dura.
jueves, 17 de abril de 2008
Y ora explico por qué vi a Chucho Ramírez en un corto de cine (o el comentario sobre Control que ni cómo hacerlo)
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películas que veo
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3 comentarios:
Mejor ajustar las cuentas conyugales llevando el drama de tu versión de los hechos a la pantalla grande y ahorrarte con ello, el oso de llamarle borracha cada tercer día al celular, para colgar en cuanto oyes su voz. ¿No?
¿O sea que el título del pos anterior era más bien una versión resumida de éste? Qué bueno que no me anexé al plan original para ir a ver la peli..., la vida es dura, me cae.
Y si uno fuera, hipotéticamente hablando, claro, exdarketo fan de Dawsons Creek, ¿se la recomendarías?
(risita nerviosa y culpable)
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