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martes, 29 de mayo de 2012

Del 131 al 132


¿Cómo caracterizar a los participantes del movimiento #YoSoy132 que por fin le puso emoción a la antes desangelada campaña 2012 por la Presidencia de la República? Se me ocurre:

1) En el post anterior sugerí importante en el video de los 131 de la Ibero el deseo de afianzar su identidad. Más que el mensaje contra Peña Nieto era reivindicar su autonomía frente al cliché del niño-Ibero-RBD. Ahí no supe cómo agregar un detalle que me pareció revelador: daban su número de matrícula, mostraban su credencial, pero bien se cuidaban de dar apellidos. María José L., Alonso G., Karen M. Mi supuesto inmediato: se muestran pero se cuidan del secuestro. Y siguió el fantaseo sociológico: la gran mayoría de estos muchachos, parte de la clase media alta y alta, han desayunado, comido y cenado con las horrorosas historias del secuestro. Quizá varios de ellos han tenido una experiencia cercana. Y desde este imaginario viene la mesura y la paranoia. Al menos una década de anécdotas pavorosas, que hacen de la ciudad y el país un territorio inhóspito para ellos, de ahí el ghetto autoimpuesto de tres colonias nice con guaruras y sistemas de seguridad intimidatorios que segregan y autosegregan (y quien necesite una ilustración estremecedora busque la película La zona de Rodrigo Plá). El resto de la ciudad -del país- era para ellos un territorio fantástico, al estilo del Lejano Oriente que describe Marco Polo, con seres monstruosos-cuasi-lovecraftianos como secuestradores, nacos, resentidos sociales, pachucos, cholos y chundos, chichifos y malafachas. Para muchos de ellos, "bajar" al Centro Histórico del DF podía suponer un viaje iniciático, no exento de retos y peligros por lo desconocido. Pero ahora, la urgencia de manifestar una convicción política los hizo arriesgar matrículas y crecenciales, abirse al resto del país y mostrar sus rostros, aun contra los escrúpulos de los padres. El reto no solamente fue contra Peña Nieto y el priísmo, también contra el miedo al México amenazante, ese del que sus mayores se protegieron hace seis años al votar por Calderón y comprar la consigna siniestra de López Obrador como el "peligro para México". El video, entonces, opera como 1)  rechazo al viejo régimen, 2) ejercicio de identidad, pero además es 3) confrontación contra los padres y las generaciones previas, medrosas al México naco que capitalizó el PAN en 2006. Con su video, los 131 también recuperan una ciudad y un país.

2) Los 131 están a punto de ser 132 y esa transición los lleva a la entrevista con Carlos Loret de Mola. Se les ve verdes, no tienen el colmillo de cualquier estudiante grillero de Ciencias Políticas de la UNAM. Pero en su ingenuidad también está su encanto: se recupera un ejercicio, si se quiere naif, de college movie en el que quince amiguitos hacen planes para enfrentar al maloso que quiere destruir un bosque para construir un centro comercial. La diferencia es que aquí el reto es tan real como ambicioso. El villano fársico es Peña Nieto y su horda de prinosaurios, lo que se defiende no es un bosque, sino una nación. Y aquí la opinión del país está al pendiente de lo siguiente que harán.

3) Lecciones de real politik. El miércoles 23 de mayo se organiza el mitin #YoSoy132 con el plan cándido de intercambiar libros y pintar mantas con reclamos a Televisa y los candidatos. En eso el Pejeback Writer Paco Ignacio Taibo II les agandalla el micrófono, dispuesto a lanzar la arenga, capaz le sale tan chula como la que lanzó el pasado domingo en Tlatelolco, en un mitín de jóvenes con Andrés Manuel López Obrador. Pero los estudiantes protestan. "Apartidista, apartidista", la consigna opera como requisito para la legitimidad. Y el novelista  planta dilemas de realidad: “me parecen muy extrañas las declaraciones de neutralidad, o díganme ¿quién aquí va a votar por Peña Nieto?"
Minutos después, la convocatoria se desborda y el mitin friendly pide marcha hacia el Ángel de la Independencia. Los convocantes todavía creen que pueden manejar el tumulto: sugieren que se haga una cadena humana y se transite por la acera de Reforma. La raza de UNAM, Poli y UAM no obedecen. Si la "cadena humana" es una idea que viene de manifestaciones al estilo gringo o europeo -civilizado y todo goe- el aprendizaje de los estudiantes de las universidades públicas viene del 68 y el 86 y el no tan lejano 99-00. Ellos saben del simbolismo histórico que tiene "tomar la calle" y se desbordan a todo lo ancho de Reforma. Aquí se ha trascendido la candidez del video 131 y el reclamo democratizador adopta las formas tradicionales de los movimientos estudiantiles mexicanos. la tradición se refrenda con lo que se habla mientras se camina: hay que instaurar una asamblea universitaria, hay que redactar documentos y proclamar planes de acción unificados. Lo que los distingue de los movimientos previos: el vehículo de confluencia es internet y  las redes sociales. Y otro más: aunque es obvia la mayoría de estudiantes de universidades públicas, estos respetan el primer impulso de las universidades privadas. Reconocimiento pero también estrategia: los estudiantes de la UNAM saben que desde la extenuante huelga de 1999-2000 se deterioró su imagen política ante la opinión pública, y serán fácilmente tildados de porros, grillos, revoltosos. Y que la "novedad" de los universitarios Iberos lo dota de frescura y originalidad al reclamo que en ellos hubiera sido obvio y fácilmente censurable. Pero también, los de las públicas aportan la experiencia política de la que adolecen los universitarios de las privadas. Y al menos mientras se cumplan las fechas de las elecciones, en este momento la alianza se antoja benéfica para todos los grupos.

4) ¿De verdad es tan ingenua la banda Ibero con su activismo? Se vale ensayar otro argumento: el estilo de la política en las universidades particulares no posee las "habilidades" (pero tampoco los vicios) de las universidades públicas, pero se han fogueado en otras arenas de actividad social, que a veces parecerían risibles pero al menos tienen su virulencia como campos de entrenamiento. Los de las universidades privadas están lejos de discursos abiertamente de izquierda -los mismos estudiantes de las públicas saben rebasados conceptos tipo "lucha de clases", "dictadura del proletariado"- pero han aprendido el ejercicio ciudadano de la protesta en causas más cool, si se quiere. De pronto es la defensa y el rescate de los animales callejeros. O más beligerante, las protestas antitaurinas. Y engañados o no, Starbucks hace reflexionar sobre comercio justo. Y como además de ecológico y ciudadano es trendy, hay que treparse a una bicicleta y apropiarse desde la foto Instagram del espacio público. Y aunque sea ajeno, recolectan víveres y donaciones para el terremoto de Haití o de Chile. El que atañe íntimamente: las batallas sobre manejo libre de información en internet (¿alguien recuerda el #internetnecesario?). Temas más serios, pero también más propios de individuos que de "clases": apoyar el matrimonio y la adopción gay, manifestar adhesión o rechazo a la legalización del aborto, salvar la reserva espiritual de Wirikuta, treparse a algún reclamo ambiental que involucre manglares, bosques o animales en peligro de extinción. No son las causas clásicas y fundamentales, como conquistas laborales, justicia agraria, derecho a la vivienda, representaciones sindicales, pero implican ejercicios ciudadanos que les permite reconocerse como tales y comprender que su reclamo, aun visceral y desordenado el día que los visitó Peña Nieto, contiene una sustancia legítima y trascendente. Es la democratización de los medios electrónicos, es la protesta ante un candidato -y posible presidente- que parece más expendedor melodramático de fast food que político de verdaderas miras, es la preocupación por otro sexenio tan inútil y lamentable como el que está muriendo, es una toma de conciencia ante un estado de las cosas que redujo a los jóvenes a un nicho de mercado para venderle conciertos y gadgets. Y la revancha viene justamente desde la tecnología evasora: si este movimiento tiene empuje, justamente es gracias a las herramientas tecnológicas que supuestamente eran juguetes para la evasión.

5) Una foto:

Y en contrasentido, una colección de preguntas incisivas de Carlos Ramírez en El Financiero:
8) ¿Se atreverán los de la Ibero a criticar las posturas conservadoras de los sacerdotes jesuitas que se han alejado de la realidad social, en tanto que los dominicos son los que construyen comunidades sociales de base y denunciar al salinismo que sigue dominando la ideología educativa de la universidad? ¿Tardarán mucho los estudiantes de la Anáhuac en arremeter contra los Legionarios de Cristo -dueños de esa universidad- por las trapacerías de abuso sexual del padre Maciel? ¿Cuándo los estudiantes del Tec de Monterrey se van a rebelar contra el formato educativo de esa institución que busca formar empresarios para el sistema de distribución inicua de la riqueza? ¿Y exigirán los estudiantes de economía del ITAM cambiar la doctrina neoliberal que les enseñan como reproducción de la Universidad de Chicago de Milton Friedman y que los convierten en Chicago boys mexicanos por una economía social?
Parece temprano para imaginar hasta dónde llegarán las preguntas de los 132. Su objetivo alcanza hasta el 1° de julio; el resultado de las elecciones seguramente decidirá el rumbo del movimiento: la unidad que trascienda la coyuntura política, la atomización, la complejidad o frivolidad de las siguientes preguntas. Pero el inicio del ejercicio entusiasma, en una sociedad que se había resignado a una presidencia de telenovela, a una cobertura mediática complaciente y sin esfuerzo, a una generación joven que se creía limitada a foros de animes y grupos indie.
Probablemente fracasarán, como debe ocurrirle a todas las generaciones. Pero de ese fracaso saldrán las voces, las ideas originales, que le den frescura a la partidocracia caduca mexicana. La generación que le dará algo al país en los siguiente años no se está formando en los partidos políticos, o en los medios de comunicación tradicionales. Se están haciendo en las calles que van tomando. Y apenas van aprendiendo a crear sus discursos. Son torpes, balbuceantes, pero tienen el prodigio del riesgo, del desparpajo, de la imaginación.


Y sí, este post está dedicado. Ya sabes quién eres ;)

martes, 15 de mayo de 2012

131

El video de los 131 estudiantes de la Ibero semeja aquella campaña de redes sociales que ocurrió hacia septiembre de 2009 y que todavía muchos recuerdan; trataba de una señora desconfiada de los tuiteros perversos violadores salvajes y siniestros, quienes traficarían con los órganos de su adorable hijito Webbie Granados. Una convocatoria a cargo de Jorge Pinto desbordó la ocurrencia y permitió atisbar el universo real de los 2.0: en el blog Sra. Granados se improvisó un jocoso collage de fotos de universitarios, preparatorianos, ninis sonrientes, aspirantes a hipsters, entusiastas de la faveada crusherosa, exhibicionistas francos y procrastinadores aguerridos, quienes al poner nombre y rostro a sus arrobas también creaban una feria de la identidad que bien podría ser potaje espeso para cualquier sociólogo en busca del tema de su tesis perdido.
El asunto ahora es más serio: el candidato priísta a la presidencia Enrique Peña Nieto acude a la Universidad Iberoamericana, básicamente a soltar las mismas frases prefabricadas con las que su partido ha estado saturando bardas y televisores. La sorpresa ocurrió cuando los estudiantes de la Ibero, de manera espontánea, empezaron a confrontarlo y le gritaron sapos y culebras, lo corretearon por las instalaciones del campus y lo hicieron marcharse de una forma definitivamente ridícula. Por supuesto que hubo resonancias: la tuitósfera fascinada, el presidente del PRI Joaquín Coldwell se lamentó de los "grupos no representativos de la universidad que incurrieron en faltas de respeto" y periodistas lambiscones tipo Ferriz de Con y Pablo Hiriart se apresuraron a adjudicar el zafarrancho a las perniciosas huestes de López Obrador.
Entonces viene el acaso más importante capítulo de la historieta, y es el video de los 131 alumnos de la Ibero. Que como aquel ejercicio de la Sra. Granados, sobrepasa su propósito. Porque de inicio se trata de la respuesta que dan los estudiantes de la Iberoamericana a los desdeñosos comentarios de Joaquín Coldwell y Arturo Escobar, vocero de la franquicia fascista Partido Verde, cuando describen que apenas un puñado "no representativo" buscaron desestabilizar el espíritu plural de la universidad. En el video los alumnos enfatizan en que no son "acarreados, no porros y nadie nos entrenó para nada." Y sigue la  galería de estudiantes que dan su nombre, muestran su credencial y miran de frente a la cámara; rabiosos unos, con solemnidad otros, haciéndose de paso las guapas las que tienen con qué.
La interpretación más superficial celebra el video por su afán mitotero de confrontar la arrogancia priísta, tan llena de argumentos y pretextos para trivializar el abucheo a su candidato (control de daños que le dicen). Pero si se observa las miradas concentradas, los ceños fruncidos, si es escuchan las voces retadoras de algunos estudiantes, se va comprendiendo en los 131 Iberos una urgencia de existir, de hacer su espacio en el país.
El estereotipo de los estudiantes de la Ibero los convierte en hijos de papi, adinerados ociosos quienes saben que sus puestos de trabajo los están esperando desde antes que elijan su carrera, fines de semana en Valle y party en los bares de Palmas, anorexia y bulimia como deportes introspectivos extremos, boletos platino para los conciertos y vacaciones en Estados Unidos (los jodidos) o Europa (y el mochilazo no es única opción sino gusto por la aventura goe). La discriminación a la mexicana que se ha evidenciado con más fuerza desde las campañas políticas de 2006 ha ido en doble sentido, y así como hace de las clases medias un enjambre apestoso de proletarios, jodidos, gatos asalariados, también caracteriza a las clases altas con crueldad.
¿Por qué visitó Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana? Porque en teoría se trata de una institución incapaz de ponerlo en situaciones incómodas, y eso de paso le permitiría grabar escenas conmovedoras de un candidato que sí sabe acercarse a los estudiantes. Y esta cualidad se trastoca en insulto: la Ibero como un espacio acrítico, apático, con una memoria histórica acomodaticia. Ir a la Ibero sería como ir de día de campo, distinto a esos nidos de revoltosos, territorios comanche desde los años setenta para los priístas y panistas, que serían la UNAM, la UAM o el IPN. En la elección ya se cataloga con desdén a la banda Ibero: niños bonitos que aplaudirán como monos amaestrados, que harán los nectes necesarios para fraguar su carrera en el presupuesto, sin ideas críticas porque esas se les termina con el nuevo Ipad que les compre sus papás. Y es justo ese estereotipo el que los iberitas combatieron en la visita de Peña Nieto. Le gritaban Fuera Fuera y también corrían al cliché de su supuesta frivolidad. Por eso les fue tan necesario grabar el video de los 131 alumnos: lo anecdótico era deslindarse de cualquier provocador profesional (la obviedad de los videos de la visita de Peña Nieto hace rídículo el supuesto), lo importante fue reforzar su autonomía como individuos de su tiempo. De modo semejante al de los tuiteros de la Sra. Granados, en su reclamo los 131 iberitas existen. Ya no son esa otra masa amorfa de riquillos hedonistas. Hay estudiantes específicos que reclaman, confrontan, se muestran. Se llaman Jimena, Francisco, Mayela, Agustín. Al mostrarse se narran. Al narrarse desmitifican. Contra lemas clasistas o discriminatorios, un carnaval de credenciales, rostros, voces. Contra el cliché, personas. Si se vale la impertinencia kitsch, un Todos Somos Marcos del mundo del revés. Los 131 del video parecen decir: Todos Corrimos a Peña Nieto, y todos nos sentimos orgullosos de eso.
No falta quienes insisten en relativizar el suceso: ¿fue importante solamente porque fue de la Ibero? ¿Cómo se vería si hubiera ocurrido en la UNAM? Fue importante justamente porque ocurrió en la Ibero, el espacio donde menos se esperaba (también hubiera sido importante en la UNAM, pero estemos de acuerdo que sería lo obvio; justo por eso ahí ni por error se aparece Peña). Y fue hacer un guiño al país: un movimiento inesperado que despierta de la modorra y obliga a acompañar la bravata. Es cierto que quizá muchos de los 131 estudiantes olviden este momento y, como diría el poema de José Emilio Pacheco, con el tiempo se vuelvan en todo aquello contra lo que lucharon a los veinte años. Pero ahora atisbaron la adrenalina, la identidad que confronta el prejuicio, el impulso de la trasgresión, la energía para espetar orgullosos gestos de insolencia.
Conmueve cuando tuiteros de la UNAM o el Politécnico saludan el video de la Ibero con entusiasmo, recuerda ese lejano 68 en el que los estudiantes de la Ibero cerraron su propia escuela para sumarse a la huelga estudiantil. Hace poco circuló por las redes el artículo desencantado que proponía a los jóvenes actuales como una apática Generación Zoé. El video de los 131 iberitas también le contesta.



martes, 16 de agosto de 2011

El Cuatro y la envidia como acicate creativo

Alguien me ha mostrado (y me trae en chinga con) los eneagramas, una tipología de las personalidades que tiene su origen en la filosofía sufí y que la psicología contemporánea ha retomado para estudiar cómo se conforma el comportamiento de los individuos: sus rasgos fuertes, sus debilidades, sus retos esenciales. Se divide en nueve tipos, es largo de describir, si a alguien le interesa asómese por acá. El "traerme en chinga" ha consistido en querer hacerme consciente de que soy un Cinco, es decir, una persona observadora, analítica, encerrada en sus pensamientos y un tanto insensible, que prefiere la soledad y se siente incómodo en grandes grupos porque su hiperpensadera le vuelve torpe para desplegar rasgos sociales prácticos, como comentar acertadamente sobre política, convencer a un jefe de que soy La Mejor Opción o saber guiñarle el ojo a la muchacha que se alisa con nervios su faldita. Me obviaré la discusión que tuve -rabieta, me dijeron- por negarme a ser algo tan repelente -por lo autista- como un Cinco, ni siquiera la lista de los Grandes Cincos de la historia me conmueve -que si Nietzche, que si Einstein, que si Kafka.... -¡Puro maldito asocial atormentado!, reclamé; -¡Kubrick, we, Kubrick!; -¡Siempre me ha cagado la Frialdad Perfeccionista Inconmovible de Kubrick!, volví a pelear (y de paso siento alivio de soltar un exabrupto tan hereje y honesto, así es, no me hallo mucho con Kubrick y qué y qué y qué). Al cabo de los días me he ido conciliando con el famoso Cinco, más a partir de -vergüenza- dos Cincos más bien pop que sí me gustan para reflejarme. Uno es Sherlock Holmes y el otro, su actualización médica, Gregory House. Apenas me confirmaron que ellos eran Cincos, se me desplegó todo un mundo de personalidad y glamour: jalé mi lupa, mi gorra de cuadros con lengüetas, mi bastón wild on, mis Vicodín y mi sarcasmo socarrón que dicen es hasta sexy. 

***

Pero el espejeo con los eneagramas ha continuado, reconocerse como un Ocho, un Tres o un Siete no es fácil, todos tenemos un poco de todos los tipos, y también, los matices en los comportamientos hacen que un Uno pueda confundirse con un Tres, o un Siete con un Dos (ya les dije, quien quiera entrarle al tema vaya acá). De modo que: quien me atormentó con el Cinco de pronto me soltó que muy probablemente podía ser un Seis ¿?, ansioso, escéptico, indeciso, cauteloso; lo cual suena pior que el autista analítico visionario del Cinco.
La lectura del libro El eneagrama. ¿Quién soy? de Andrea Vargas me ha hecho llegar antes al eneatipo Cuatro, "creativo, emotivo, romántico, temperamental". Sonaría tan cliché que casi se elimina de inmediato. Pero sigo leyendo y me cosquillea malsanamente el Cuatro, no por sus virtudes y puntos fuertes, sino por sus defectos y mucho más, su Punto Ciego, el rasgo de personalidad que lo jode esencialmente, que en este caso es La Envidia. 
Como magdalena de Proust, con la palabra de inmediato se me vino encima un inventario vergonzoso de personas, situaciones, pensamientos, que he interpretado desde la envidia. Novias que no tuve, talentos que no exploté, casas que jamás habitaré, ideas que por qué carajos no se me ocurrieron antes, habilidades sociales que caricaturizo porque a mí no me sale ni la mitad de la gran sonrisa embaucadora del pelafustán aquél. De ninguna manera consuela reconocerse como envidioso, es como tirar por la borda una infraestructura de supuesta modestia, generosidad, empatía, comunión con los otros; pero el libro sabe explicar cómo es el proceso de esta envidia. De inicio, hay un convencimiento profundo de que uno es diferente a los demás. Que la ropa excéntrica, las ideas delirante, los libros leídos o los conceptos engullidos, dan un plus con respecto a otras personas menos interesadas en resaltar sus diferencias. Y mientras quede en un convencimiento íntimo no hay lío. El tema es cuando a esas otras personas, las comunes, que en un arranque de soberbia hasta podrían considerarse inferiores, les va mejor que a uno. ¿Por qué mierda ese imbécil de chistes idiotas gana más plata que yo? ¿Por qué ese tipo que lo vi redactar oraciones sin pericia, ahora hace novelas visionarias y hasta se le considera un prospecto de Gran Literato? Y luego había un fulano aburridísimo, sí claro, con toda la plata, pero aburridísimo, que traía de pareja a una rubia divertida, delgada y perfecta, se asoleaba en Tepoztlán en casa de Carlota y la rubia era tan bella que la risa boba del novio agraviaba al universo entero. ¿Por qué no se daba cuenta que mi figura desgarbada, torpe, titubeante pero sagaz cuando menos se espera, podía dejar como incapacitado mental a su badulaque financiero?

***

Lo que sigue es más penoso de confesar: durante varios años tuve mucha envidia de mi amigo Juan Manuel. No me pondré a contar con detalle porque esto no es ningún diván para despepitar monstruosidades, me quedo con una imagen que de tanto en tanto se me viene a la cabeza, y en la que han de basarse un par de cosas insospechadas: y éramos todos de veintimedios años, y correteábamos por alguna estación del metro, debíamos ir: Rafa con Mireya, Ramsés (neta, así se llamaba), yo con mi nube negra de introspección especuladora, y por supuesto, en primera fila Juan Manuel y la novia en turno, María Luisa. Juan Manuel es un tipo sobresalientemente atractivo, los ojos profundos, la nariz fina, labios sensuales, el copetito le caía a un costado como protoemo que le tomó prestada filosofía de a de veras a Kundera y a otros existencialistas tardíos. Pero no sólo era atractivo, también inteligente y sabía usar su inteligencia como arma de seducción. Lograba embaucar de verdad. Miraba a la muchacha a conquistar con ojos entrecerrados, le preguntaba dos cosas insignificantes, la tercera pregunta era directa e incómoda, la resolvía con una interpretación amable y media sonrisa perfectamente estudiada, para entonces la muchacha ya tenía mojados sus calzoncitos y ya le urgía que Juan se los quitara y los pusiera a secar. Luego él se hacía el atormentado y la muchacha lo compadecía y lo salvaba; luego Juan leía en secreto un libro que "le estaba revelando cosas importantes" y a los tres días la muchacha ya estaba con el libro, en un intento por descifrar los secretos de Juan Manuel. Claro, ahora que escribo voy entendiendo: lo que cautivaba de Juan era el misterio que prometía de sí mismo, las muchachas se enamoraban por su interés en descifrarlo, lo más peligroso es que, en contra del cliché que diría que al mirar al fondo encontraban algo vacío, con Juan Manuel no era así: tenía la suficiente sensibilidad, inteligencia, contradicción poética, para que la muchacha en turno quedara gratificada de sus merodeos. 
Pero pierdo la imagen: la estación del metro, Rafa, Mireya, Ramsés, Juan Manuel, María Luisa, yo y mi nube negra de introspección. Corríamos por el metro Chilpancingo como los personajes de Bande à part de Godard por el Museo de Louvre. Y la escena en concreto se resolvería mejor en cine que en limitada narrativa: Juan dio un brinco ostentoso en los torniquetes del metro, jalaba de la mano a María Luisa, pero ella traía vestido y no había forma de brincar, se quedó trabada, torpemente, entre los tubos. Juan volteó. El copetito poético voló con un viento que no existía, los movimientos para salvar a María Luisa fueron finos, perfectos. Movió el torniquete con delicadeza, logró que María Luisa pasara. Ella, como acto reflejo, apenas se sintió liberada, lo abrazó. Su falda se movió con el mismo viento inexistente, tensó sus pantorrillas cuando se puso en puntillas para alcanzar los labios de él. Porque obvio, junto con el abrazo vino un beso, pequeño, que hasta para ellos debió parecer imperceptible, una imagen que si leyeran Juan y María Luisa les sorprendería que alguien la hubiera recordado. Como escena objetiva no tiene sentido, fue la torpeza de Juan haciéndose el atlético y saltando mientras llevaba como trapo a la otra pobre, después rectificar el error, voltear, gentilmente ayudarla a pasar. Pero atrás iba yo y veía la escena como metáfora de algo extraordinario, el bravo caballero que corre sin saber que deja atrás a su dama, que de pronto lo recuerda y va por ella y la salva, el beso como culminación de una gesta heroica entre la pericia, la salvación, la ternura compartida, e insisto, en colores de Amelie y con personajes así causaría aplausos, júbilo y conmoción. 
Lo que mi nube negra transformó en envidia fue la certeza de que yo nunca podría representar una escena similar. Porque de hecho la he intentado: correr por el metro con la novia hasta donde me permite el tabaquismo, intentar el salto por el torniquete arrojando por la boca mis chiclosos pulmones, dejar a la pobre muchacha atorada, "liberarla" mientras ella protesta, estás loco, qué te pasa, en vez del beso su ceño emputado y la justa mueca por mi desconsideración. 

***

No a todos les toca la suerte de ser Juan Manuel y María Luisa. Podría agregar que a casi nadie le toca la suerte de ser Juan Manuel y María Luisa. Y más allá -y perdonen la soberbia-: ni siquiera ellos mismos supieron que fueron tanto Juan Manuel y María Luisa: fue mi mirada la que los hizo ser tan ellos, la imagen que habrán olvidado y yo a veces pienso, y una lástima que se configure desde la envidia, porque desde una mirada menos perniciosa podría quedarse en la poesía y su inefabilidad. Pero lo que sigue es revelador: si envidié a Juan y María Luisa, es que ellos me representaron una imagen de cierta, al menos, ensoñación; y entonces se va descubriendo que esta envidia malsana ocurre porque también es un ejercicio creativo. No se envidia sin imaginación, no se exagera la maravilla del lugar donde no se ha estado, del éxito que no se ha tenido, de la oportunidad que se ha perdido, sin esa imagen seductora que uno fraguó con detalles morosos, en la cual hay perfección, grandeza, plenitud -y que probablemente, si uno la viviera realmente se le volvería común y hasta pedestre; la envidia es asumir como grandeza lo que en los otros es normalidad. Y ese relato que uno se hace de los otros es un cuento insano pero vívido, de todos los que podría ser, de todo lo que yo podría tener o crecer, si fuera un poco más semejante a los otros.
La envidia entonces se revela como la diversidad de los yos que no soy y quisiera ser yo: el del trabajo gratificante, el de la economía holgada, el de la novia guapa, el de los viajes constantes. No evado la parte horrenda de la envidia, el retortijón angustioso cuando uno se pregunta, por qué no soy esta otra persona, y también queda claro que estas malformaciones de la imaginación se despliegan en cosas horrendas, el resentimiento social, el orgullo, la inflexibilidad, todas primas hermanas de la estupidez. Pero si valiera regodearse en la envidia, ¿no hay en ella, también, un juego sugestivo de creación? ¿Un entrenamiento de imaginar otros mundos, otras realidades, de anhelarlos, desearlos, de fijarnos en una búsqueda, capaz infructuosa, pero que en su camino deja alguna certeza, al menos alguna intuición? Acá es donde viene el terapeuta y me pide que deje de especular tanto y me plante en mi realidad, le haré caso pero que antes me dé chance de acabar el poust. En el que la envidia, consciente, asumida, "autorregulada", puede ser una maliciosa cómplice para armar tramas, escenas; que una envidia domesticada, contenida, podría ser incluso condición necesaria para crear, la delectación morosa que sublimada podría funcionar como acicate para la imaginación. 
De tan poético, a veces hasta podría perderse que el lamento de Pessoa -He soñado más que lo que hizo Napoleón./ He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,/ he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito./ Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla- podría ser una envidia serena, cansada, ontológica de todo lo que existe dentro de mí pero por alguna razón no soy yo.
***
Además, ¿cuál envidia?, si soy Cinco. O -dicen- Seis. Sigo investigando.

miércoles, 9 de marzo de 2011

No es post, es nomás pa' no perder el link de este artículo-conferencia tan lindo que hizo Alonso Ruvalcaba

Que trata del Ciudadano Kane y donde hace comparaciones jugosas con la literatura, otras películas y hasta el comic.
Si alguien necesita dar una clase sobre Orson Welles y su
Ciudadano Kane, no pierda el tiempo en el Rincón de vago, agandallen este artículo con todo y sus referencias al youtube y lampareen a sus alumnitos (y no sean cínicos, denle crédito al jefe Ruvalcaba que hizo un trabajazo sensacional).
Sin más, el link:

http://www.letraslibres.com/beta/blogs/ciudadano-kane-visita-guiada?page=full

(pronto post, prometo prometo. Hasta después)

viernes, 31 de diciembre de 2010

No aprendimos nada, o cómo debería ser el 2011 según el pinche Martín

La cena estaba buena con Jorge y Lotte, pero Cinthya me había invitado a su cumpleaños y debí despedirme antes de tiempo.
En la ruta por la Condesa, pasé por la Rosario Castellanos. En la mesa de novedades alcancé a ver, más desaliñada que desgarbada, la espalda de Martín. Dudé en llamarle, ya presentía el resto de la jornada, terminar borrachos a las cuatro de la mañana en algún lugar desangelado, profiriendo sandeces. Pero también suelo hacer caso de los simbolismos, incluyendo los que deben evitarse. Le lancé el grito, le dije del cumpleaños, estaba el plus de encontrarnos con Julián Pensamiento, hacía varios años que no nos encontrábamos los tres juntos para compartir las chelas.
Como estoy en casa de Martín escribiendo este post (y en efecto, ya son más de las cuatro de la mañana) (y traemos varios rones encima), procuraré brevedad y no me distraeré contando que entre finales de los ochenta y casi todos los noventa, Julián, Martín y yo entrenábamos el ocio en casa de alguno de los tres escuchando música, comentando películas y recalibrando el hoy y el ahora que no sé por qué diablos nos resultaba tan importante. Tampoco me extenderé explicando que juntos discutimos a Wenders cuando apenas les enseñaba a volar a sus ángeles de gabardina, que disertamos sobre los impostergables mensajes generacionales que lanzaba U2 desde su
Zooropa, y que Julián contaba mejor la trama de Twin Peaks de lo que se veía en la serie.
Ahora, el aquí y el ahora era El Depósito y el cumpleaños de Cintya, donde estábamos los tres más desubicados que alternativos en reino de indies, dándole a las chelas artesanales -"me gustan pero me cagan que les guste a los hipsters", cató Martín- y alargando la desidia con frases de hace veinte años. Los televisores pasaban videos de Aerosmith, Blondie e Inxs, que veíamos sin mucho interés. Desde hace dos décadas, los mismos videos de siempre. "No hemos aprendido nada", les dije con ganas de hacerme el interesante. Martín y Julián me dijeron que no mamara, con ganas de hacerme ver ridículo. Unos tipos se agarraron a golpes, uno cayó inconsciente y algunas mujeres lloraban. "No hemos aprendido nada", insistí mientras los polis no atendían a los golpeados y yo me hacía el mustio con los cigarros para que no se terminaran.
"Ps los últimos tragos, ¿no?", vino la invitación temible al amanecer. Caímos en casa de Martín hablando de guiones, de lo insufrible que es intentar una trama desde el corsé de su premisa, de que Julián debería acelerarle a algún guión para que pueda presentarlo el concurso de óperas primas del Cuec.
Alguna de las formas más fáciles de detestar al Martín es dejar que él ponga la música y siempre te diga que ahora escucharás lo que es lo de hoy. Prendió su itunes y generosamente se dio a odiar:
-No mamen, escuchen esto, es lo de hoy:



Y concluimos que no habíamos aprendido nada.
Por supuesto que nos explayamos en lo reina que es la vocalista, lo poco reinas que son las chilangas, nos contó de los israelitas que no querían ir a la guerra y se hacían encarcelar como hippies contestatarios, que mientras tanto pinches chilangos, acá siguen en el hoyo porque no faltan los imbéciles que creen en la guerra estúpida del quesque Presi Calderón

-Pero no mamen, escuchen esto, es lo de hoy:



Por supuesto, concluimos que no habíamos aprendido nada.
Como Mano Negra pero sin globalización chaira. Uruguayos, por lo que el tema, por supuesto, fue armar una estrategia para hacer patria enamorando uruguayas, tan espectaculares como las argentinas pero sin esa sobrexposición de tantos charlys garcías y neurosis mesereando la Condesa. Hicimos propósitos de Año Nuevo: avionazo con los charrúas y engatuzar gurisas nomás por el ánimo de renovar la emoción.

Pero entonces se plantó de nuevo, a buscar en su itunes, de nuevo dijo:
-No mamen, oigan esto, es lo de hoy.

Aquí me gustaría estar en mi casa para detenerme. Fumar con calma y que no estén chingando este par de borrachos con exclamaciones presuntuosas de condechis de segunda generación. Pero si logro describir algo, quiero decir que con este video de Kanye West volví a tener ese estremecimiento que hubo en 1983, cuando vi por primera vez el Thriller de Michael Jackson. O la sensación de urgencia y movimiento al que obligaba el inicio metálico y caótico del Achtung Baby de U2. El mamón de Martín solía aderezar ese azoro describiendo: "los noventa, baby, los noventa". Y ahora, a 20 minutos de ver esta belleza, lo volvió a decir: "¿Te quedó claro así o cómo carajos entiendes que estamos terminando 2010?". Y es que el video de Kanye West se excede de lo que antes conocíamos como videoclip. Martín dice que es como ópera rock, a mí se me hace semejante al The Wall que alguna vez marcó el desconcierto de finales de los setenta. Que además, el angelito afro se ve increíble:



Debo insistir que por lo regular tolero poco tiempo a Martín, pero que en el breve lapso de tolerancia, con él suelo recuperar el sentido de lo contemporáneo, de vivir este día, de sentirme parte de algo más grande que mi mediocre circunstancia. Hace diez minutos terminamos de ver el video, mientras servía el quinto ron le pedí chance de postear desde su compu (está honrada tu compu, mamón). Nomás quería compartir esto mientras se acaba la década, mientras empieza la década.
Y por supuesto, resolvimos que no habíamos aprendido nada.

En algún momento de la peda no sé por qué apareció Italo Calvino, Martín lo trajo de su recámara, enseñó sus subrayados de marcador fosforescente, se lamentó de que no hubiéramos sabido esto desde 1987, cuando empezó la migraña de la amistad. Encontramos que la primera edición era de 1989, Martín se lamentó: ¿por qué diablos supo de este libro hasta ahora? Y leyó:

Si quisiera escoger un símbolo propicio para asomarnos a un nuevo milenio, optaría por éste: el ágil salto repentino del poeta filósofo que se alza sobre la pesadez del mundo, demostrando que su gravedad contiene el secreto de la levedad (...) suspiros, rayos luminosos, imágenes ópticas, y sobre todo esos impulsos o mensajes inmateriales que él llama espíritus.

Aventó el libro, el azar quiso que no tirara ninguno de los rones. El tamaño de la peda nos ha obligado a decir:

¿Por qué no aprendimos esto desde entonces?

Y el corolario:

NO APRENDIMOS NADA

Perdonarán el deshilacho del post, andamos pedos. Pero presiento que con el video y las cubas, el 2011 me acaba de empezar. Voy por más hielos.

PD: Frases de Martín mientras intento redactar esta madre:

-Sí sí, educa a tus lectores, que dejen de oír a Fernando Delgadillo y esas cosas que les pones cuando estás de pinche cursi.

-Diles a tus lectores que Madonna es una pendeja, que ya no está haciendo música, que es una vieja de ochenta años, una pobre anciana que no tiene nada que ver con nosotros. Que aunque vayan a su gym te vas a ver como se ve ahora Madonna a sus setenta años. Y que Bjork va para allá.

-¿Quieren seguir oyendo mamadas de hace veinte años o les pongo New Disc?

-Algo que te hará mover las entrañas: el Indie Dance.

-No les pongas música de Mike Patton, todavía no lo van a entender.

-Vamos a flipear a tu audiencia cabrón.

Reitero las disculpas. Es la peda.

lunes, 20 de diciembre de 2010

The Wall: la pasión según Roger Waters

El sentimiento de botepronto es de compasión: porque Roger Waters, pinkfloydiano disidente, terminó quedándose con una porción pequeña del corpus impresionante que es Pink Floyd, y aunque nadie le podrá negar su influencia decisiva en los mejores años de la banda -los que irían del Ummagumma a The Wall-, lo que reconocemos como La Banda es aquello que lidera David Guilmour y que aún merece honores por dos discos -A Momentary Lapse of Reason y The Division Bell- , si no impresionantes, por lo menos meritorios; de tal modo que si en este mismo momento, en una misma ciudad, se presentara un concierto de Pink Floyd y el show Roger Waters The Wall Live, la inmensa mayoría elegiría a la banda; porque mal que nos pese, con todo y que The Wall sea disco emblemático, convocatoria generacional, rito de iniciación, tratado pop de existencialismo, no deja de estar reformulado como un show de nostalgia mediática: si me permiten la impertinencia, del estilo del Mamma Mia y su colección de rolas de Abba, o el Hoy no me quiero levantar que recopila los éxitos de Mecano.
Pero es Roger Waters, pero es
The Wall, y no mames Rufián, ya te han dicho que dejes de estar de quisquilloso y que disfrutes los simples placeres de la vida simple. Si además te acompaña ese prodigio de emoción, gritos y saltos desesperados que es Bellota, pues qué más se puede pedir. Y hay que aceptar: el espectáculo impresiona, los juegos multimedia con títeres colosales y videos con toda la pertinencia dramática; el despliegue de luces, fuegos artificiales y escenas efectistas hacen abrir la boca alelado; ni qué decir de la genialidad del disco, que uno va canturreando fervorosamente, una rola detrás de la otra, es fácil recitar el orden y los momentos en que las guitarras, las baterías, los gustos a balada o los rompimientos al hard rock detonan giros dramáticos y las emociones propias de la angustiante vida de Pinky.
Porque le cuento a Bellota -y me extraña que no lo conozca-: dos años después del disco The Wall de Pink Floyd (1980) apareció la película (1982), dirigida por un joven Alan Parker, con muchas ganas de provocar. Lo que el álbum The Wall tenía de autobiográfico (nunca se dejó de ocultar que contenía muchos elementos de la vida del mismo Waters) se resolvió en el filme con la creación del personaje Pinky, interpretado por un Bob Geldof que después se habrá espantado tanto, que por eso se habrá dedicado a armar conciertos filantrópicos. El hecho es que para muchos, la película Pink Floyd's The Wall y el disco The Wall son un ente indisoluble, la historia de Pinky encarna en las rolas de Waters; describir alguna de las canciones muchas veces significa describir una secuencia de la película. Muestra de esta alianza es que en el espectáculo de Roger Waters la gran mayoría de las escenas son tomadas del filme de Parker, e incluso las animaciones de Gerald Scarfe siguen siendo la base de la puesta en escena de 2010. Es decir, ver el espectáculo Roger Waters The Wall Live es remitirse al disco de Pink Floyd que se escuchó por primera vez hace treinta años y a la película que se mira desde hace 28.
La pregunta sería por qué sigue siendo efectivo este combo disco-película que ahora se recicla en espectáculo. La clave llega cuando Waters canta "Goodbye Cruel World", mientras se termina de construir el enorme muro que separará al protagonista del mundo y los aplausos llegan a su punto más alto, pues todos reconocemos el dramatismo del momento: quienes ahí escuchábamos el final del lado B del primer LP, quienes ahí cambiaban el segundo CD, los que veían este momento en la película y sabían que se acercaban al momento más escalofriante de la historia. Todos conocemos la historia de Pinky: los sarcasmos vulgares del maestro, la sobreprotección asfixiante de la madre, lo desesperante de la novia que se maravilla de las guitarras de Pinky, la televisión que el protagonista rompe porque se encuentra en uno de sus malos días.
La historia de The Wall podemos contarlar y recontarla desde hace treinta años a la fecha, ha dejado de ser un argumento que sorprenda por sus giro imprevisibles y más bien se contempla con ese carácter irreversible de los mitos. Podría incluso decirse que con The Wall estamos ante uno de los grandes mitos pop de los últimos tiempos. Y como buen mito, con su carga simbólica y la riqueza de sus interpretaciones. Pero también: con su carácter fatalista por lo irremediable de la trama.
Si en el Viacrucis católico tenemos perfectamente diferenciadas las tres caídas de Cristo, la pecadora que le limpia el sudor a Jesús, el hombre compasivo que le ayuda a cargar la cruz durante un tramo, y aún así nunca se podrá evitar la crucifixión, la muerte y la resurrección en tres días, en esta caso también reconocemos la historia del niño incomprendido que se convierte en rockstar alienado hasta que, harto de su vida, construye un muro para aislarse de las amenazas del mundo. Y podemos seguir recitando: la enajenación del encierro, los recuerdos de la guerra, los lloriqueos frente a la tele, la droga y su cómodo aturdimiento, la experiencia neonazi para esconder los sentimientos, el juicio que evidencia la fragilidad del personaje, la condena de tirar la pared y regresar al mundo.
Lo que sorprende de The Wall es la culminación de lo previsto, la constatación de lo irremediable, la revisión de un argumento esperado: la sorpresa de volver a presenciar la pasión de Pinky, alterego de Roger Waters, por lo que asistir a este concierto-espectáculo también significa asistir a una nueva representación de la oscura historia del exlíder de Pink Floyd. Ahí entraría la salvedad: que una historia en su origen pesimista, se ha dulcificado al paso de los años, primero bajo pretexto de darle un contexto político-libertario, cuando se representó con motivo de la caída del Muro de Berlín, después porque las necesidades dramáticas pedirían un final amable, en el que Pinky se redima una vez que salga de la pared, como si fuera fácil resolver los horrores que ha vivido entre las influencias perniciosas de las instituciones y la visita al abismo que significa su reclusión.
Aún y con esa reformulación optimista (el padre de Jacobo Deza, en Tu rostro mañana, fustiga contra esa propensión a hacer versiones blandengues de las historias para no herir susceptibilidades de personas que se espantan fácilmente), The Wall sigue siendo un rito de iniciación, un manual de la desesperación y el ensimismamiento, con el tono adulto, abismal, que Pink Floyd siempre intentó conservar. La versión de Waters, si bien no logra ser fiel a ese espíritu original, por lo menos recuerda la espectacularidad, el azoro de una pasión que se despliega entre rock bravo y baladas reflexivas.

martes, 30 de noviembre de 2010

Tu rostro mañana y el riesgo de la ética


La supuesta "hibridización" narrativa que con tanta faramalla describen los reseñistas españoles permite especular qué tanta autobiografía y qué tanta ficción se alternan en la novela Tu rostro mañana, que ya se perfila como la obra central de Javier Marías, si bien algunos la tachan de una versión manierista de Todas las almas, su primera novela importante. De pronto hasta parecería infantil recordar que toda ficción maso sustanciosa se deja inocular por lo autobiográfico, sea explícito o reformulado, pero el resalto obedece a la tendencia novelística contemporánea del narrador-ensayista (Kundera, Auster, Rushdie, Roth, Vila-Matas, Piglia, Pitol y seguro que ustedes identifican más), que lejos de difuminarse en la trama, buscan imponer opiniones y asentar este elemento tan bonito y aparatoso que los maestros de literatura llaman: "visión del mundo".

Está complejo y más bien para tesis doctoral especular y atinarle a lo que sería la visión del mundo de Javier Marías, un tímido tanteo permitiría sugerir temas como los secretos de terceros que condicionan a los personajes centrales de sus tramas (Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí), el ámbito académico como bildüngsroman bilingüe (Todas las almas), la digresión como recurso narrativo formal (que cuadra con la traducción de Marías del Tristam Shandy de Laurence Sterne), la reflexión sobre el idioma vía la comparativa de la traducción (Corazón tan blanco otra vez). Mucho más chabacano sería proponer el tema-cliché del sujeto solitario, finalmente de eso se trata gran parte de la novelística del siglo XX, aunque valdría destacarse que el protagonista de Marías suele ser un viajero que, casado, divorciado, soltero, (en alguna parte leí: inmerso en algún paréntesis vital) suele desgastarse en densas reflexiones precisamente porque le sobra tiempo y ocio, y porque su espacio son cuartos de hotel, departamentos cuasi improvisados, bibliotecas, cubículos; espacios tan vacíos que urge poblarlos de ideas, recuerdos, asociaciones libres, merodeos léxicos que ascienden a lo metafísico. Por lo menos, se tratan de sujetos inmersos en una suerte de exilio interior, que necesitan del soliloquio para trascender sus vidas en suspenso.

Tu rostro mañana revisita estos temas, pero también los engloba en un propósito superior. Hay un andamiaje básico -y es el que dejará de lo más contento al lector playero de Marías- que es la novela de espionaje, vía la anécdota principal: el reclutamiento de Jacobo Deza (quien ya había aparecido, más joven y atribulado, de maestro de español en Oxford en la novela Todas las almas) a un grupo de agentes al servicio del M15 británico, quienes dictaminan los comportamientos potenciales de las personas (sus rostros mañana, y de ahí el título de la novela): si en el futuro y ante una situación límite alguien podría ser valiente o cobarde, generoso o mezquino, si es de lealtad a toda prueba o si podría traicionar.

Este ejercicio de presciencia (que dice la RAE que es el conocimiento de las cosas futuras) pretexta las aventuras de Deza, pero también enmarcan el propósito más amplio de la novela. Que lo supongo más o menos así (y para eso serviría tener la novela en sus tres tomos, más que en la nueva edición en uno solo que ya circula por ahí): como buen esquema aristotélico, está concebida en tres actos, que podrían ser (y no) planteamiento, desarrollo y descenlace. Pero también, menos dramático, una hipótesis en el primer tomo, que se desarrolla en el segundo y llega a su conclusión en el tomo final. O inicio y final como extensos prólogo y epílogo, con una acción morosa y concentrada -apenas una noche de desconcertante jaleo- que ocupa todo el segundo tomo. Y el tema lo sugiere, desde su cinismo, el reclutador y jefe de prescienceros Bertram Tupra, y es el “estilo del mundo”.

Deza es reclutado y tiene su puesta a prueba en el primer tomo; reconoce el poder del grupo (y participa de él) en el segundo; practica sus enseñanzas -el veneno inoculado- en el tercero. Pero este esquema, tan parco, no funcionaría si no sirve para indicar que la primera y tercera partes de Tu rostro mañana son las que tienen la mayor sustancia de las preocupaciones de Marías (no en vano los lectores quisquillosos suelen acusar debilidad en la segunda parte (aunque vale decirse: sin esa entrega intermedia las otras dos no cumplen su función cabal)), y que son vertidas desde las charlas que Jacobo Deza mantiene con sus figuras tutelares: su padre Juan Deza y su maestro Toby Rylands, quienes a su vez son recreaciones de Julián Marías y Peter Russell, mentores reales del autor.

Parecería un contrasentido que una novela de espionaje, que se quiere con acción y vértigo a la Ian Fleming (que por cierto, hay homenajes al creador de James Bond en ciertas escenas de la novela) tenga sus mejores momentos en diálogos reposados, demasiado largos para gusto de algunos, del espía Deza con sus mentores. Aunque entonces, una mirada más amplia reconoce en estas charlas el supratema de Marías: la revisión del siglo XX, desde las perspectivas que le son más cercanas: el terror de la Guerra Civil Española, la experencia superlativa de la Segunda Guerra Mundial. Juan Deza es el guía en el conflicto ibérico, mientras Rylands lo lleva por la segunda experiencia. Y estas conversaciones se vuelven, entonces, los ajustes de cuenta de las generaciones que vivieron las guerras hacia sus descendientes, generaciones con más miedo porque conocieron menos los horrores. Lo que sigue es conmovedor: confesiones, reinterpretaciones, culpas mal llevadas, secretos que se han cargado durante décadas como lozas, juicios imposible de enunciarse en aquellos momentos, y que ahora flotan como consideraciones inútiles.

Antes había hablado del “estilo del mundo” que enuncia Tupra, consideraciones prácticas sobre el secreto como forma de poder, el miedo atávico como mecanismo de control, o el paradigma ético que pareciera inoculación de veneno para Jacobo Deza: ¿Por qué no se puede andar por ahí matando? Los contrapesos al cinismo serían las reflexiones de estos ancianos aún atormentados, que en su relato a Jacobo Deza acaso consigan cierto alivio, vía la comprensión (lo que por otro lado confrontaría el inicio de la novela, y alguno de sus temas recurrentes: la inconveniencia de contar). Es aquí donde más me sorprende y extraña la novela de Javier Marías: cuando, en estos tiempos que combinan tan bien con la relatividad posmo y su festiva resolución vía el cinismo, Marías se atreve a reconocer y denunciar la cobardía, la mezquindad, la crueldad, a arriesgar posturas y reafirmarse en apostar por la dignidad humana.

Dicen que de tan dicho, se ha vuelto cada vez más difícil novelar el amor. Pareciera que lo mismo ocurre con el compromiso moral, los “valores” (ese término tan tristemente choteado por la derecha) de los seres humanos. Cuando un novelista sabe darle la vuelta al panfleto moralino para resolverse en ideas, pero también compasión; cuando logra trascender la obligación estética hacia el riesgo ético, es cuando el novelista, el literato, puede aposentarse con solvencia como gran autor. Javier Marías hace esto en Tu rostro mañana. El gran tamaño de esta novela viene sobre todo de esto, de su alto sentido de la ética, que no menoscaba su enorme inventiva.


PD: Que este post lleva dedicatoria para el @bufonaladeriva que su blog era éste y que ora es éste y que ya URGE que lo actualice. Y ps agradecerle porque él me regaló la novela, en un solo tomote grosero y suculento, como buen bife pa' leer. Vale.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

posts que no puedo escribir: López Velarde, Mark Twain, Annie Proulx y el comercial quesque sutil de Distintas Latitudes

  • Odio aconsejar cosas como la que le dijo Gertrude Stein a Hemingway (más o menos: están rebonitos sus cuentos, ora quíteles toda la literatura) y hacer exactamente lo contrario. Cuatro posts que intento terminar y nomás no puedo porque agarro esos tonitos de literato que quiere impresionar en la sala Manuel M. Ponce, con ondas así como: ¡gracias, Hugo Gutiérrez Vega, por existir!, ¡Nunca te olvidaremos, Maestro Argüelles!, ¡Salven a las vacas, sobre todo si son sagradas!, y me agarra la vergüenza y huyo a la cama a languidecer. O sea, no puedo escribir posts como por ejemplo:
  • El viaje a Jerez, Zacatecas. Que cuando este post sea grande querría fingirse emotivo homenaje al tricentenario de Ramón López Velarde, Poeta Cual Si Alguno Hay. El post falla porque quiero aderezarlo describiendo la vegetación y ornitología del pueblo y exhibiendo con fingida erudición las resonancias líricas que me provoca el Primer Gran Poeta Moderno Mexicano (Octavio Paz casidixit). Quería adornarlo con hartas citas de hartos poemas suyos, pero seré franco: nomás me acuerdo del inicio de "El retorno maléfico" (Mejor será no regresar al pueblo/ al edén subvertido que se calla/ en el mutilar de la metralla), de una parte de más adelante que siempre me ha gustado por pachecona (los dos púdicos medallones de yeso/entornando sus párpados narcóticos/se mirarán y dirán: ¿qué es eso?) y del inicio, que es lo único que me sé, de: "Plaza de Armas, plaza de musicales nidos/ frente a frente del rudo y enano soportal". Y este segundo poema me importa más porque tiene unos versos que siempre me han angustiado (y estos, ni modo, no me los acordaba y me los fui a googlear): "he visto a Catalina/ exangüe, al exhibir su maternal fortuna/ cuando en un cochecillo de blondas y de raso/ lleva el fruto cruel y suave del idilio/ por los enarenados senderos.." Y básicamente me angustiaron más porque cuando llegué a Jerez fue lo primero que vi: una ñora con veintivarios años a cuestas, derrotada a la vez que digna, empujando por los enarenados desiertos una carreola con evidente fastidio, mientras mis guías y yo le dábamos a unas tostadas buenísimas que preparan con cueritos o trompa de cerdo curtida. En la segunda parte del post hubiera querido despotricar contra ese afán multimedia didáctico para imbéciles que echó a perder el museo casa de López Velarde, porque donde sólo deberían existir muebles viejos para recrear el ambiente provinciano, célibe y erótico-a-escondidas del poeta, los museógrafos agregaron unas grabaciones horrendas que parecen del Canal 22, con texturas retóricas tipo: "López Velarde, cantor de la patria, del rebozo y las calles empedradas, de la patria íntima y la religiosidad culpable" y así todo se va al garete. Y la tercera parte del post, la que debía tener más feeling pero quien sabe cómo se le hace a eso, me salió mejor cuando se la conté a la Mejicana Májica una semana después. Y es que le dije: que el Mundo Del Poeta, que no encontré en el museo, se me apareció después en alguna tienda de antigüedades. Donde vi: planchas rupestres de los años veinte, discos rancheros de 78 revoluciones de los años cincuenta, calculadoras y grabadoras de los setenta, cubos de rubick cinco minutos previos a la entrada al aire de MTV. Y le explicaba a la Mejicana: que todos esos objetos eran como capas históricas, generaciones de jerezanos superpuestas, las modernidades que llegan a provincia solamente para anquilosarse, un mundo de acumulaciones descrito por López Velarde: lo morisco, lo católico, lo jacobino, mosaicos de valores o símbolos contrapuestos que se asoman en sus mejores adjetivaciones y adquieren cumbre en (ni modo) la Suave Patria. "Ahí sí me puse mamón y ahí sí le dije a mis acompañantes: 'esta grabadora setentera es más lópezvelardiana que toda la casa museo de López Velarde'". Y como para corroborar la arrogancia, entonces descubrimos, al fondo de la tienda, a dos escuinclas de apenas 18 años cumplidos, de estas simplonas y argüenderas que estudian una carrera técnica mientras un fulano imprudente las embaraza, una pintándole el pelo a la otra, la otra a risa batiente porque la una parecía tener problemas con el manual del tinte. Y pues es de esas cosas que la poesía regala: ante nosotros, como epifanías, se prodigaban las "actrices que impacientes por salir a la escena/ del mundo, chuscamente fingían gozosos líos/ de noviazgos y negros episodios de pena". Después probamos raspanieves, una rareza jerezana que sabe de lo más bien.
  • También quería consignar que estaba recién leído (no sé qué tan digerido) Las aventuras de Hucleberry Finn, de Mark Twain. Pero estaba haciendo algo que por favor ya no me dejen: esas parrafadas largas y blandengues donde hablo de mis Enriquecedoras Experiencias de Lector Niño, con ese tonito como de Silvia Molina invitando a La Aventura De Leer. Y todo por explicar que: leí Las aventuras de Tom Sawyer a los siete años, en edición resumida y coloreada de Fernández Editores; luego entonces: mi recuerdo de Tom es vago pero de gandalla ingenioso que besaba a Becky y perseguía al Indio Joe que ocultaba un tesoro malhabido. Y luego: que siglos después leo Huckleberry, movido por un ensayo más entusiasta que lúcido de Roberto Bolaño (la moda, ya sé ya sé ya sé) y presencio con harto gusto ese viaje fundacional por el río Mississippi con el negro Jim y las intuiciones que van forjando la conciencia de Huck, pero nunca como pensamiento ordenado, más bien miedos y remordimientos que no culminan en la afirmación, sino en dejar preguntas a la deriva. Y que por eso es decepcionante cuando se da el reencuentro con Tom Sawyer, quien de pronto parece niñato pendejo con demasiado ingenio encima, que nunca entendería la oscura sabiduría que Huck ha adquirido al contemplar la soledad del río y no tener claro cómo situarse en el mundo. Me queda claro que entonces Huck supera a Tom, no por su inteligencia, sino por su estupor. Y que si la novela de aventuras eficiente, como Tom Sawyer, hila argumentos intrincados para desbrozarlos con ingenio, la Gran Novela del siglo XX, como Huckleberry Finn, debió deshilachar premisas y dejar madejas de inquietudes sin resolverse. Y que si Tom en ingenioso y constructor; Huck es filósofo y disolución. Del primero vendría el novelista sólido y potente (¿Dos Passos, Hemingway, John Irving?), del segundo los iluminados desbalagados (Kerouac, Miller, ¿Auster?). Y que Faulkner no entra ni en uno ni en otro, porque él pertenece a la tradición de cazar a la gran ballena blanca. Y que entonces dan ganas de releer a Faulkner (¿Absalón, Absalón estaría bien?)
  • Y luego, E. Annie Proulx, la que escribió el cuento de donde salió la peli de Ang Lee Secreto en la montaña, pero que también tiene la novela The Shipping News, que Lasse Hallström la hizo película, que en español la titularon Atando cabos (¿?) y por ese enredo la novela en español también se llama así (publicada por Tusquets, se puede encontrar en los saldos de los tianguis culturalosos-populistas que Ebrard pone sobre Reforma). Voy a media lectura pero me atraen un par de cosas; ok, antes va un poco de anécdota: el personaje principal, Quoyle, es un mediocre tinterillo de periódicoque sólo merece la atención del lector por estar descrito en este tono casifársico de La conjura de los necios. Periodista sin nociones de redacción, de movimientos torpes, bofo, con más miedos que ideas, que encima se casa con una femme fatale de pacotilla, que le hace unas cornamentas de lo más ostentosas. Después la esposa muere en un accidente y después él emigra, con hijas y tía vieja lesbiana, de Nueva York a Terranova, un pueblo escarpado y más bien feo del norte de Estados Unidos. Y ahora sí, lo que me atrajo: en los capítulos neoyorkinos, la lectura fluye rápida, concisa, graciosa, bastante cruel con el pobre Quoyle. Pero cuando debe mudarse, pareciera que la escritura entra en la misma incertidumbre que el personaje. No diría que se hace peor, pero sí menos fluida y atractiva. El humor cruel deriva en contemplaciones fatigadas al nuevo entorno y uno, que en la lectura va viajando con los personajes, comparte este desaliento de tener que construirse todo (casa, sustento, afectos, los personajes; ritmo, tono, ambientes, el lector) otra vez. Lo interesante es que esto ocurre apenas en el primer cuarto del relato. La novela, entonces, es una novela del esfuerzo. Más cursi podría decirse: "de la reconstrucción de uno mismo, del reencuentro con los verdaderos afectos y el reconocimiento de las cosas simples". Pero lo que me gusta es que Proulx tiene el rigor suficiente para evitar ese lugar común, y constreñirse, justamente, al tema del esfuerzo. Esfuerzo de remozar una casa, esfuerzo de redactar una nota desteñida sobre barcos y accidente automovilísticos, esfuerzo de criar a dos niñas azoradas, esfuerzo de sentirse cómodo en un pueblo de roca y mar inhóspitos. Una técnica que había leído en otras novelas, pero que aquí es evidente y brillante: los personajes hablan algo importante sobre los antepasados, los temores, las historias de vida, pero constantemente son acotados por descripciones de la incomodidad del personaje para seguir relatando (porque mientras charlan remozan la casa, o toman un café tibio, o las hijas juegan y así es imposible concentrarse). El relato se interrumpe constantemente, un lector impaciente podría fastidiarse, pero intuyo que en estas interrupciones está la estrategia de la novelista: el esfuerzo no sólo ocurre al interior de la novela, también está pidiendo esfuerzo-paciencia en el acto de leer. Confieso que hace siglos que vi la peli me durmió; ahora quiero mirarla de nuevo, por el mero morbillo de cotejar estrategias entre novelista y director. Pero este post también es irresponsable de escribirse mientras sigo leyendo. Entonces mejor después.
  • Y siempre me conflictúo al intentar un infomercial como el que haré a continuación de la revista Distintas Latitudes, entonces mejor numero la experiencia personal. Que es: 1) ya había escrito en otro post que con la llegada del internet, en vez de afiliarme más a la cultura gringa, descubrí más "lo latinoamericano" (con todas las suspicacias que le cause el término a la escrupulosa de Natalia Rivera; por acá no reemprenderé el debate semántico, que este post ya se alargó cabrón); 2) después encontré el prólogo de El crepúsculo de la cultura americana (Sexto piso, 2005) de Morris Berman, y me di cuenta que no estaba tan perdido cuando él dice que "lo único que podia sugerir era que México volteara hacia el sur, antes que hacia el norte, para afirmar su herencia cultural: Borges y Garcia Márquez, por ejemplo, no Disney y Burger King."; 3) mucho más entusiasma leer en Distintas Latitudes voces jóvenes, que trascienden el sobado discurso cheguevariano o protoneoliberal y están merodeando más allá, justo en el desasosiego de reconfigurar los escenarios que se dan del río Bravo hacia abajo; 4) Aquí iban unos versos de "A Roosevelt" de Rubén Darío pero me dio flojera buscarlos; 5) Jordy, Natalia, Lilián y demás distintolatitudosos me pidieron un texto, lo escribí, no han descubierto que es un fraude y está rebueno verse publicado ahí; 6) parece que espantaré más seguido por esos lares, confieso que me angustia un poco intentar reflexiones formales cuando yo nomás redacto bravatas de cantina, pero el intento lo haré; 7) léanlo los lectores, propongan escritos los escritores, puede salir algo bueno de ahí. El 8): se han armado buenos amigos, buenas pedas, buenas charlas, es lo importante de un proyecto como Distintas latitudes: que se haga la conversadera y la indagación de los unos y los otros. 9) ¿Cómo se suben banners? Para subir el de la revista. También debo subir el banner de coffe and cigarretes, ¿cuándo actualizara post el jefe John Brando?
  • Además se me rompió la jarra de mi cafetera, llevo quince días sin poder hacerme café. ¿Alguien tiene una cafetera eléctrica que me preste? Ya me aburrió el Andatti del Oxxo.
  • Y pues ya. Ufff.

jueves, 20 de agosto de 2009

Alta traición 2009

“Parece que la parte más difícil es hablar bien de México. Hablar mal del país es para muchos no sólo es un esfuerzo cotidiano, hasta de eso viven, diría yo."
El enanito


Con el permiso del José Emilio Pacheco:

Felipe:
No amo tu patria
Su mediocridad guadalupana
es repugnante
Pero (aunque parezca que consumo droga como Michael Jackson y que por ende no creo en dios)
daría la vida
por diez cantinas suyas,
ciertos bravucones que viven con gastritis por tolerar tu Vive México insufrible,
congales y antros donde se fuma clandestinamente,
revistas que a pesar tuyo dicen lo que se les hincha el güevo
(no hablo de ti, Chilango) (ni de tí, Líderes mexicanos) (ni de, ni de... carajo, alguna revista ha de servir),
una ciudad gris y monstruosa porque toda belleza se le va en pagarte tu pinche IETU
varias figuras que siguen existiendo a pesar de tu reinterpretación de Tu Historia,
meseras argentinas de la Condechi,
--y los tacos de Don Carmelo.

Y tristemente no gano plata pergeñando necedades como ésta. Ojalá pronto. Ojalá.


lunes, 11 de mayo de 2009

Pelis y novelas con vodka

1. Estoy seguro que una de la relaciones amistosas-creativas más importante que tengo, es con Martín. Nos conocemos desde 1988, él quiere dirigir pelis, yo quiero escribir novelas, y ambos nos sentamos y divagamos insensateces alrededor de muchos cigarros, cervezas, tintos o vodka. No es una relación sencilla ni armónica, solemos acabar muy fastidiados el uno del otro, seguros de la estupidez del de enfrente y procurando semanas o meses de distancia para retomar los temas. Pero en los enfados se asientan las ideas. Yo acepto sin reservas que afino mi mirada del mundo a partir de sus fanfarronadas; gracias a él he descubierto, en distintos tiempos y de distintas formas, los encantos de Wenders, Lynch, Won Kar Wai o Clint Eastwood; lo he visto adorar y detestar a Star Wars, según la pose que considere más adecuada en ese momento. Martín decide, como por generación espontánea, cuando una canción está de moda -tiene "ondita"- y a la media hora decide que está caduca. Lo mismo ocurre con películas, libros, conocidos, mujeres, bebidas, formas de vestir y marcas de cigarros. Lo más sorprendente es que su elogio y su denostación son de tal pasión y entereza, que casi convence, a pesar de su contradicción. A muchos les desespera esta volatilidad y estas fanfarronadas, yo me he acostumbrado a sus artimañas de veleta crispada, que muchas veces están cargada de provocación y mentira (¿por qué ya no tiene onda?, le pregunto con escepticismo en últimas fechas, y se nota cómo se traba para inventar un argumento a todas luces inconsistente, aunque con una precisión y capacidad demoledora, que hasta puede pasar por cierto, al menos durante medio minuto); sin embargo entiendo que detrás de la fanfarronada existe una intuición vertiginosa, que siente con nerviosismo el pulso de los tiempos (y menos elaborado: que también es un mamón).
Desde hace tres años estamos involucrados en una historia para cine y novela, que como diría Silvio, no es la misma pero es igual. La idea surgió de algún típico súpernegocio que ora sí se hace y ora sí nos volverá millonarios, de armar videohomes estrafalarios y "cagados" para consumo condechi. Diseñamos un quinteto de personajes que rozaban la farsa y todo estaba muy cagado, hasta que empecé a redactar sus retratos y los personajes fueron creciendo y descubrimos que teníamos un material mucho más importante que las bobas comedietas kitsch. Nos sentamos a imaginar argumentos y a no ponernos de acuerdo con lo más importante de la historia; él hizo una visualización en la que ponía el énfasis en la historia romántica de dos de los cinco personajes; a mi me siguen pareciendo más importantes los otros tres y la historia amorosa apenas me funciona como accidente, pero no como tema central; él está viendo una tragicomedia romántica al estilo de ciertas pelis orientales, mientras yo volteo a cierto tono lúgubre de Las vigilias de Bonaventura.
En alguna de las borracheras derivadas de medio armar estos proyectos, convinimos que cada quien haría su propia versión de la historia, y como imaginar la fama y el reconocimiento es parte del ejercicio creativo, hasta contemplamos, relamiéndonos los bigotes, los sangrientos enfrentamientos entre los fans from hell de la novela contra los fans from hell de la peli, sin descontar al fastidioso equilibrado que sopesa puntos de contacto y divergencias, y desde ahí describe las afinidades y los contrastes de ambos (y luego publica un mamotreto conciliatorio en una revista trimestral de cultura y pensamiento latinoamericano).
La separación entre novela y peli no ha impedido que ambos leamos y comentemos sobre nuestros respectivos avances. A veces tomamos en cuenta la opinión del otro, a veces neceamos y mantenemos la decisión personal. En el fondo sabemos que nadie conoce a los personajes mejor que el otro, y a pesar de los tonos y los objetivos distintos, reconocemos cierta coautoría que nos hace pensar dos veces antes de modificar o reafirmar. A veces, cuando leo esas necedades de Yahoo Respuestas sobre qué es mejor, si la novela o la película, pienso que sería un buen ejemplo este pin-pon que traemos entre Martín y yo, porque en estas miradas antagónicas puede apreciarse el impulso del intento de novelista con el otro suspirante a director.


2. No creo quemar spoilers si cuento el ejemplo más reciente. Tenemos un personaje oriental. Desde que yo lo pensé tenía claro que era de ascendencia china, porque son los chinos los herederos directos del tao sexual, que es importante para el conflicto del personaje. Como chino quedó en las primeras tres versiones del guión, lo mismo que en las diez cuartillas que he intentado sobre él. Entonces ocurre que hace pocos días, Martín me abordó en el messenger para anunciarme que el chino de la peli había cambiado y ahora era japonés. ¿Por qué japonés?, pregunté, y estuve a punto de lanzarle la perorata de lo importante que era el tema del tao, que la consistencia del personaje venía de ahí y que cambiarle nacionalidad era cambiarle toda una visión del mundo, que me parecía harto importante. La respuesta fue de una entereza fílmica irreprochable:
-Es que encontré un restaurante de sushi que se ve bien pero bien cabrón.
¿Y por un pinche restaurante de sushi cabrón traicionaba toda una identidad del personaje? Y a esto se agregaba otro argumento de lo más convincente:
-Y además, las partes de este güey tienen que filmarse a lo Ozu. Al ras del piso, con tiempos muertos, impersonal.
Quien lea sus argumentos desde la consistencia de la narrativa escrita podría despotricar, gemir, revolcarse abajo de la mesa, como estuve a punto de hacerlo yo. Pero quien sepa mirar sus argumentos desde el cine podría encontrar algo más importante que la congruencia de un personaje, que sería el poder de una imagen que transmite, de forma distinta, su expresividad.
Sé que el ejemplo está fuera de proporción, pero ahí fue donde yo entendí de qué se trataba el cine: es la secuencia del parque de 8 1/2, de Fellini, en la que Guido (el gran Marcello) está a punto de conocer a Claudia (Cardinale, ¿quién más?).




Toleren la pésima edición que arranca con treinta segundos de Guido payaseando frente al espejo del baño. Y después hay que ver este delirio: la mujer del abanico, el hombre que toma cerveza, las viudas y los curas que cruzan en segundo plano, el anciano al que ayudan a sentarse, gestos caricaturescos que quizá dan poco a la historia, pero en cambio otorgan expresividad (diría el cinéfilo mamón: el sello de autor). Fellini necesitaba esos rostros y no otros; quería que miráramos su languidez, su reposo, su satisfacción un tanto idiota de tan plácida; su función de coro visual satírico que sirve de preludio al encuentro de la belleza de Claudia (que en el maldito video se corta antes de mostrar su momento mejor). Uno mira esos rostros, esas sombrillas, esos desfiles de clérigos, esos felices abogatamientos y entiende que no importa su congruencia narrativa (¿les cae que en un parque italiano pueden confluir tantos personajes con tanto artificio impresionista así, de esa forma tan gratuita?), sino la fuerza que despliegan por ser esos gestos y esa vitalidad pachorra que se regodea en el parque. Antes de hacer cine Fellini era caricaturista y tenía gran habilidad para el retrato de la burguesía ascendente de la Italia de la posguerra. Hay un camino recto entre ese origen y sus payasos, o sus cirqueros, o sus putas grotescas, como la Saraghina, de esta misma peli, o estos paseantes del parque. Es cierto que 8 1/2 tiene su jueguito experimental, entre la autobiografía y la astucia estética, y que podría permitirse libertades que serían más cuestionables en una película narrativa formal. Pero también es cierto que justamente por eso Fellini rehuye de la verosimilitud narrativa y prefiere el riesgo meramente cinematográfico. La visión del mundo no tiene que ver con la congruencia con la realidad, sino con la fuerza de la expresión visual. De ahí que, aunque se vale criticar una peli desde su historia, es una crítica pobre si no va acompañada de la sorpresa (o el tedio) de las imágenes. Ver cine para ver historias es tan limitado como ir a un restaurant gourmet a saciarse. Es perder sutilezas de sabores, no reconocer las texturas crujientes o suaves de los alimentos, no comprender, desde el gusto, la contradicción de dulces y salados o calientes y fríos. La mirada al cine es igual, y en esa mirada, la historia bien podría pasar a segundo plano, si a cambio se comunica desde otro nivel sensorial.
Ahí regreso al Martín de principios de los noventa, que borrachos ambos, me llevó a ver una enorme puerta de madera podrida en el Centro. Una luz amarilla de farol la dotaba de claroscuros ámbar. Era una puerta hecha un poco de madera, pero mucho más de algo viscoso. Esta consistencia era producto de la luz. Y Martín pedo soltó la Frase Grandilocuente que ahora creo que lo avergonzará (saludos, je):
-¿Ves esta puerta? Cuando yo sea director voy a querer filmar esta puerta. Y que diga las cosas que ahora te dice a ti, así como la ves...
Di la respuesta indicada: "a güevo", y fuimos a buscar las siguientes chelas.
Sospecho que ahora Martín hace lo mismo, al ser tan insistente con su restaurante sushi cabrón. Y que en ese ejercicio, la nacionalidad china o japonesa del personaje no importa, incluso estorba. Debe ser desde mi lastre de narrativa escrita, que esa identidad sí tiene peso y de ahí viene la discrepancia. ¿Quién tiene más razón? ¿O más riesgo? ¿O mejor solución? Lo responderían la peli o la novela, en sus diferencias y puntos de encuentro. Obviamente, como aún no existen, todo es terreno de viles especulaciones. Pretextos para alguna noche cercana de necear con Martín, entre cigarros, vino y chelas. Sospecho que no falta mucho tiempo para eso. Por las moscas, me voy por el six pack de Indio. O la caja de doce chelas, de una vez.

jueves, 19 de febrero de 2009

Diálogos filosóficos con Martín (Comandante, pa' qué no se apura, ya nos chingamos el Matusalem)


22:30 De las mujeres

Martin (M):
Güey, en el periódico leí que se hizo una encuesta y que se descubrió que las mujeres son más violentas que los hombres.
Yo (Y): Yo no necesito una encuesta, volteas y ves ya, obvio que lo son.
M: Cabrón. Pero además, es una violencia con una infraestructura premeditada, lo que lo hace más cabrón. O sea, un cabrón madrea a una vieja, y es el cabrón solo, madreando a la vieja. Una vieja madrea a un cabrón, y a su lado lo madrean sus hermanas, su mamá, derechos humanos, Carmen Aristegui... es como si te pegara una vieja y te pegaran un chingo de viejas. Está cabron.
Y: Pero es más complicado, porque no te golpea así de golpearte-golpearte. Son más bien así, como oblicuas. Como no frontales. Como guerrilleras. Como el Che. ¿Viste la película del Che?
M: Yo no veo pendejadas sudacas.
Y: No es sudaca, es del gringo, ¿Sodenbergh?
M: Pero sale Benicio del Toro, que es sudaca.
Y: No mames, es español.
M: Bueno, pero sale un Bichir, que es coyoacanense y eso es peor. Yo no veo películas coyoacanenses. Me da urticaria.

24: 12 De las flautas del Güero
Y: ...y le dije a la chica que me agobiaba el ingenio de los creativos, que mi pensamiento es lento, que no cacho el discurso a la primera, que necesito reposar la idea para responder...
M: La cagas, los creativos no tienen discurso ni ideas.
Y: Es que atrás de tanta mamada debe haber algo...
M: Ésta es la mamada que hay: eres un creativo, te despiertas y dices: hoy va a tener onda comer en las flautas del Güero, ¿por qué?
Y:...
M: Pues porque son las flautas del Güero. Entonces vas y le hablas a los cinco gatos que trabajan contigo en la agencia y les dices: no mames güey, las flautas del Güero son la onda. Y todos dicen: neta, a güevo, las flautas del Güero. Y a la hora de la comida se van a las flautas del Güero.
Y: Ajá, ¿y?
M: Pus ya, que tienen onda las flautas del Güero.
Y:...
M: El pedo es saber cuándo dejan de tener onda las flautas del Güero.
Y: ¿Cuándo dejan de tener onda las flautas del Güero?
M: Pos un día te despiertas y dices: qué mamada las flautas del Güero. Entonces vas con los cinco gatos y les dices: son una mamada las flautas del Güero. Y ya: dejan de tener onda las flautas del Güero.
Y:...
M: Imagínate lo mismo en una junta de creatividá.

01: 15 De salinato y futbol
Y: Entonces checa la estrategia: de delantera los niños Harvard brillantitos y muy cabrones: Aspe, Colosio y Camacho Solís. De medios, a los babosos pero funcionales de Zedillo y Gurría. Pero la defensa estaba recabrona: el terrorista Gutiérrez Barrios en Gobernación, el fraudulento Hank González quesque en Turismo, el se-cayó-el-sistema de Barlett en Educación. No mames, enfréntate a ese pedo.
M: No lo había pensado así, está muy cabrón.
Y: La delantera la mandas al TLC, los medios administran la jugada, y la defensa, ¿a poco te vas a meter con esa defensa a los putazos?
M: ¿Y por qué no le aprende Eriksson? ¿Por qué nadie se da cuenta que era un genio Salinas?
Y: Las televisoras. Imagínate el desmadre si hacen director técnico a Salinas.
M: Bueno, pero después, ¿por qué fracasó?
Y: Aspe, Colosio y Camacho. Como si tuvieras a Maradona, Pelé y Ronaldinho en el mismo equipo.
M: Y con los zapatistas de hooligans. Neta que sí está cabrón.

01: 37 De las mujeres (II)
M: Y después de tanta mamada me manda el mensaje el 14 de febrero: "inicia la tregua, quiero verte", ¿qué haces?
Y: La mandas a la chingada, qué más.
M: El pedo es que yo tenía ganas de coger. Entonces le compré flores y pues qué onda, le mando el mensaje de qué onda.
Y: ¿Flores tú? No mames.
M: Y me contesta: "estoy en una fiesta con mis amigos, ¿vienes?"
Y: ¿Fuiste?
M: No mames.
Y: Ah, bien. ¿Y luego?
M: Me quedé despierto hasta las tres de la mañana, a ver cuándo se desocupaba de los amigos. Y me manda el mensaje: "Ya no estoy con mis amigos".
Y: No jodas, ¿qué hiciste?
M: Ya iba por Tlalpan cuando manda otra mensaje: "Terminó la tregua. Olvídame. Sé feliz"
Y: ¡No mames! ¡Así son todas! ¡Todas!
M: Me di cuenta que caí redondo en la trampa. Pinches viejas. Hoyo total.

02: 30 De los extranjeros
Y: es que date cuenta: las ciudades que sirven, onda Nueva York, onda Buenos Aires, tienen inmigrantes. En vez de mandarlos a la chingada, aceptan inmigrantes.
M: Cabrón. Si yo fuera jefe de gobierno del DF, obligaría por ley a que todas las familias hospedaran a un extranjero, para que les abran la cabeza a tantos pendejos.
Y: A güevo.
M: Que aprendan que hay mejores desayunos que los huevos con jamón, que la Familia Peluche es una cagada, que está de güevos cenar con vino...
Y: A güevo.
M: Y pues básicamente que eduquen. Así sería la campaña: "Extranjeros educan chilangos". Nomás así.
Y: Tener en tu casa un argentino, o un español, o un francés.
M: Nel, una argentina, una española, una francesa.
Y: Claro, claro, argentina, española, francesa... ¡rumanas!
M: Cabrón, eslovacas y rumanas.
Y: Gringas no.
M: Claro que no, güeva.
Y: Y los que puedan pagar algo más sofisticado, suecas, islandesas, rusas.
M: Y producto regional: colombianas, venezolanas...
Y: Japonesas.
M: Nel, japonesas nel. Los japoneses tienen pedos. Ahí sí me da un chingo de miedo.

03:05 De las mujeres (III)
Y: Es la estrategia: no las pelan, te buscan. Las pelas, no te buscan,
M: Exacto. Porque no buscan nada. Nomás embromarte y atención.
Y: Exacto. Pero las atiendes y ya, no te necesitan.
M: Exacto. Se van a agriarle la vida a alguien más.
Y: Exacto. Está culero pero es cierto.
M: Exacto. Aunque digan que soy misógino cabrón.
Y: La misoginia no existe. Existe la experiencia.
M: Quien no es misógino no ha amado.
Y: Eso es chido. Voy a subirlo al blog.
M: No mames, si lo subes no digas que lo dije yo, o ya no me va a hablar ninguna vieja.
Y: ¿A poco tus viejas leen mi blog?
M: Lo leían, ya está bien pinche aburrido.
Y: Ya sé.
M: En el hoyo.
Y: Hoyo total.

03:40 De bondad y maldad
Y: Partamos de esto: el ser humano es malo. Su naturaleza es mala.
M: A güevo.
Y: Las leyes y el gobierno y esa mierda es para controlar su maldad.
M: A güevo.
Y: Sin embargo, sabemos que existe el bien. Que juntas cobijas para la gente de los huracanes y cooperas para la lucha contra el cáncer.
M: A güevo.
Y: Pero, ¿qué es ese bien si el hombre es malo? Yo digo, el bien es un artificio de la inteligencia humana. Una reformulación creativa para reformular tu instinto natural de maldad.
M: Por supuesto.
Y: Por ejemplo, la vecina de al lado, si no conociera la noción de bien, no dudaría en matarme. Si oye mi música a todo volumen, obvio que su impulso natural sería matarme.
M: Sobre todo tu música, que está de la verga.
Y: Pero como aprendió el bien, me tolera, se aguanta.
M: Mucho más tu música, que está de la verga.
Y: ¿Y dónde aprendió ese bien para no matarme? En la iglesia, con su familia, en la tele.
M: Pus en la tele, nomás ahí pasan de esta música de la verga.
Y: No mames, no me estás atendiendo.
M: Sí te atiendo, que la vecina debería matarte porque tu música está de la verga.
Y: Te estoy hablando del bien y el mal.
M: Ya entendí, pero no mames. Cámbiale a tu música. Es que está de la verga.

04:10 De las mujeres (IV)
M: Pinches viejas.
Y: Sí, pinches viejas.
M: En el hoyo.
Y: De la verga.
M: Pinches viejas.