martes, 23 de septiembre de 2008

Se solicita diseñador/a gráfica/o

que me ayude a hacer un cartel semejante a éste:



pero con esta nueva foto:



Las letras altas deben decir: POETA OCTAVIO PAZ

El comentario entrecomillado: "Hombre, árbol de imágenes,/palabras que son flores que son frutos que son actos. "

Y las letras a mano con la flecha dirián: YO SÉ QUE NO TERMINÓ NINGUNA LICENCIATURA DE LETRAS. NO LE CREAS NADA

Después los logos de No Te Calles Alza La Voz, Consejo Nacional de la Publicidad y todo lo que sigue.

(PD: Obviamente la persona que ayudara a hacer el cartel tendría que estar debidamente graduada en diseño gráfico, mandar archivos certificados de sus diplomas y cédulas profesionales. Honestamente lo necesitamos)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

La hormiga y la cigarra. Un ejercicio hermenéutico en el Ermita-Mixcoac

Subió en Insurgentes. Cuarenta y varios años, mentón afeitado con descuido, camisa amarilla, lentes de armazón grueso.

"Amigos y amigas - Ediciones Gómez y Gómez me envía de representante- tengo el gran gusto de presentarles el libro de las fábulas y las leyendas - las fábulas son algo así como historias - o mejor dicho son historias - o historietas - donde los animales nos hablan y nos enseñan cosas de la sabiduría de la vida - porque está comprobado científicamente que los animales saben cosas que serían de gran utilidad a los hombres - los griegos lo sabían y por eso escribieron estas historias - porque los griegos son los padres de la humanidad - y por eso escribieron estas historias"

Divagué en tonterías y le escuché leer la fábula de La Hormiga y La Cigarra. La Hormiga afanosa mientras La Cigarra güevonea. La Hormiga invitando al trabajo y La Cigarra despreciándolo. El invierno y La Cigarra titiritando de frío. La Cigarra pidiéndole ayuda a La Hormiga y ésta negándoselo. La Hormiga advirtiendo que debió prever trabajando. La Hormiga cerrando la puerta. La Cigarra enfrentada al inhóspito frío.

"Como todos ustedes podrán advertir - esta fábula al final da un consejo - un consejo que es mejor conocido como moraleja - Y, ¿cuál es la moraleja de La Hormiga y La Cigarra? - Pues que hay que ahorrar para no estar pidiendo favores a hormigas pendejas - Porque las hormigas nomás trabajan y acumulan y no van más allá de eso - Lo que las convierte básicamente en unas pendejas - perdonando la expresión pero es que sí son unas pendejas - mezquinas - el trabajo las hace mezquinas - los que trabajan son mezquinos porque han sufrido desperdiciando su vida y quisieran que todos las desperdiciáramos como ellos - y por eso cuando encuentran cigarras sufren terriblemente - inclementemente - piensan en la primavera y en el sol y que ellas estaban arreando como mulas mientras la cigarra tocaba su guitarra - y básicamente por eso nos odian - por eso cuando pueden vengarse lo hacen y dicen cosas mordaces - que el trabajo dignifica porque solo así pueden sentirse dignas de tanto desperdicio de vida - pero en realidad no pueden evitar que nadie nos haya quitado lo bailado - y ellas odian saber que nunca jamás nos quitarán lo bailado - y peor - que ellas no bailaron - entonces su venganza es pequeña pero es venganza - porque adoctrinan - porque se vuelven ejemplo - porque no te tiran ni media tortilla - tienen el alma tan fruncida que no les alcanza ni para tortillas - por eso esta fábula nos dice la moraleja que yo les digo - tengan una cuenta de ahorros - tengan un fondo de retiro - cuando les caiga una buena lana métanla a un fondo de inversiones - usen la tarjeta para darse gusto, pero dense cuenta cuándo podría sobregirarse para que no les pase y no tengan que pedirle nada a ninguna hormiga pendeja - para no molestarlas - para no perturbarlas - para dejar que se mueran solas y en silencio - aburridas pero en paz consigo mismas - imaginando que en su granero un día podrían juntarse muchas hormigas a tocar la guitarra - guitarras solas sin calor en las venas - mirándose desde sus sillas y preguntándose quien saca a bailar a quien primero - pero básicamente aburridas - aturdidas - sabiendo que nunca podrán hacerlo - básicamente porque nunca lo aprendieron - porque el alma no les alcanzó para eso - estupefactas mirándose unas a otras, tan llenas de granos y sin ninguna guitarra - y aunque no lo sepan ésa es la venganza de la cigarra - que ella sí sabe tocar guitarra - pero que si la otra no le lanza ni medio taco - la cigarra nunca tampoco se lo va a enseñar - porque saber tocar guitarra es un misterio - que ellas no entenderán - son misterios de la vida que ocurren solamente cuando se tiene la guitarra - pero que de otra forma y a almas tan pendejas, difícilmente se les puede enseñar"

Finalizaba el discurso y yo lloraba conmovido. Carajo, tres meses intentando este post y él resolviéndolo en tres patadas. Eso es sabiduría y no pedazos. Le compré su edición de las fábulas, pero nunca tuvo su impulso, su sapiencia. Por suerte estuvo barato. Me alcanzó también para un curso rápido para tocar guitarra.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Jacobo y La Marcha

No tenía muy claro por dónde entrarle al tema de La Marcha Contra la Delincuencia; el respeto a tanto asesinado y secuestrado se peleaba con el recelo de ver a todos esos personaje conmovidos -el Juan José Origel y la Claudia Lizaldi, la Hania Novell y los niños patéticos de la última Academia, las lágrimas tan indescriptibles de Adal Ramones, las pelotas inmaculadas de los partidos de fut, las portadas con veladoras de todos los periódicos, el enorme listón blanco en el pretencioso edificio del periódico Reforma- tan oportunamente blanqueados de blanquísima blancura. El reclamo se me hace pertinente, desconfío mucho de su ejecución.
Tenía tanto resquemor que preferí evitar la ironía in situ y, como dirían los P. Mosh, vi la revolución desde mi televisor. Después la tele me regañó y me dijo que no se trataba de una revolución naca pinchona revoltosa perderrista, sino de unir voces en un grito desesperado (Cfr. Carlos Cuauhtémoc Sánchez) para expresar un contundente Ya Basta a la impunidad y a las ineficaces autoridades del país. Perdóname, tele, le dije arrepentido a la tele y me concentré en mirar.
Después me limité a leer las opiniones a favor o en contra, sin intención de abundar. Hasta que en la tarde del lunes, mientras comía unos tacos de guisado que están casi enfrente de la Cineteca, pasó un auto y desde su radio escuché esa voz inconfundible, de micrófono trabado en la laringe. Los años setenta y ochenta mexicanos no pueden entenderse sin ella. Y sin la figura flemática, acartonada, de Jacobo Zabludowsky al frente de 24 Horas, su noticiero de Televisa.
Lo inmediato fue pensar qué habrá dicho sobre la marcha en su programa de radio. Y la otra pregunta, más especulativa: ¿cómo habría hecho la crónica de la marcha del sábado anterior?

***

A Jacobo le tocó ser el periodista de la censura priísta, el entrevistador en exclusiva de los candidatos del partidazo, el fustigador de los movimientos políticos alternativos (PAN, PC, PSUM después derivado al Frente Cardenista del 88 y al PRD) al todopoderoso tricolor. Y no es casual que su estrella televisiva decayera al tiempo que la hegemonía priísta se desquebrajara. Después, desde la radio, ha intentado posturas críticas e incluso sorprendió cuando en las elecciones de hace dos años tuvo un claro sesgo proPeje. Quienes lo conocíamos de antes supusimos en esta postura una forma de lavar culpas. Esta expiación también la ha mostrado en entrevistas, cuando ha declarado que su postura parcial era obligada por las políticas de la empresa donde trabajaba.
Por este periodismo sesgado fue víctima de las burlas y caricaturizaciones de los opuestos a su exempresa. Hasta Caifanes le hizo una rola que se quería ojete y les quedó más bien pinchona. Pero intentando justificarlo: Jacobo no pudo ser mucho más de lo que su momento histórico le permitió. Y de ahí sigue un intento de apología: y con eso poco que podía hacer, logró convertirse en el cronista más solicitado del México que se vivió en la televisión. Hizo relatos emocionantes de diversos momentos de la vida mexicana: él declaró la muerte de Colosio, él hizo las crónicas de las visitas del Papa, él entrevistó a los santones de esos tiempos (Salvador Dalí, María Félix, Cantinflas, Octavio Paz), él siguió todos los informes de gobierno de todos los presidentes de su época (De Díaz Ordaz a Ernesto Zedillo: treinta años con seis sinvergüenzas no es poca cosa) y quien siga dudando de sus habilidades no podrá negarse a reconocer lo estremecedora de su crónica, en tiempo directo, del terremoto de septiembre del 85.

***

Tras su salida de Televisa y con su incursión a la radio, la apuesta periodística de Jacobo se ha acentuado hacia la remembranza (el cliché convertido en nicho) del México que se fue. Jacobo entrevista taxistas, meseros, dueños de pequeños negocios, boleros o expertos de oficios vetustos que ahora sólo existen como rarezas. El intento es recuperar una ciudad anterior a todas las crisis: las económicas, las políticas, las sociales, las policíacas y de justicia de ahora. Una ciudad anterior incluso a la nefasta influencia del propio Jacobo como comunicador.
La ciudad que no se cansa de evocar Jacobo en columnas, entrevistas y crónicas radiales: un Centro Histórico sin vendedores ambulantes, una Zona Rosa con intelectuales y artistas en innovación continua, clases medias dignas que habitaban las colonias Narvarte y Del Valle, los ricachos de Polanco y Las Lomas como emprendedores suertudos que consiguieron amasar fortuna gracias a su esfuerzo y a que les hizo justicia la Revolución. Una ciudad movida con una doble moral eficiente, bien engrasada, en la que pobres y ricos conviven en una injusta pero armónica fraternidad. Sólo eso hace posible que el Jefe Jacobo llegara todas las mañanas a las afueras de Televicentro y platicara animadamente con quien le bolea los zapatos; Jacobo le habla del clima y el bolerito de las changuitas del dancing club donde él baila; Jacobo le promete que le conseguirá un autógrafo del mismísimo Chente Fernández y el bolerito le presumirá que también le bolea los zapatos a él.
La utopía tiene forma de ciudad: existen ricos y pobres, pero unos y otros están muy satisfechos de su condición. El distingo entre Nosotros los pobres y Ustedes los ricos nomás sirve para que un hijo del pueblo como Pedrito le cante a su chorreada con un miserabilismo conmovedor. Porque hay que aceptarlo, el nivel social va acompañado del nivel moral: el rico es fruto de su esfuerzo, su tesón, alguna simpática trampilla que tiene más que ver con su astucia (el lobo de los negocios) que con su probable (Dios nos libre) infamia. El pobre no sólo es pobre porque quiere, además se siente muy contento de serlo. ¿Huelgas de ferrocarrileros, campesinos? Gente ignorante que se deja llevar por ideologías extranjerizantes. ¿Partido Comunista, guerrilla? Impacientes que no permiten que la riqueza y las oportunidades lleguen a ellos cuando naturalmente se desborde la economía hacia abajo. Por fortuna, la gran mayoría de la sociedad mexicana es eso que llaman gente buena, sencilla, generosa, trabajadora, que describe con su inigualable picardía la guapura de López Mateos y la fealdad de Díaz Ordaz.
Jacobo ha ilustrado ese edén citadino, imperfecto pero entrañable, cuando presume su infancia en La Merced, cuando jugaba futbol con el hijito del arbano tendero Slim (sí, jugaba con Carlitos) y otros peladitos que ya no se recuerda el nombre pero eran de lo más simpáticos.
Después, cuando le tocó hacer la crónica de los setenta y ochenta mexicanos, mucho de su acartonamiento iba permeado por el azoro de no entender ese país y esa ciudad que se le estaba yendo de las manos entre devaluaciones, explosiones demográficas, oposiciones al priísmo idílico cada vez más nutridas y sólidas, y voces que ya no se conformaban con su hermosa ciudad armónica.

***

Jacobo contempló sin entenderlo la transformación de una ciudad-un país- degradados por la mala distribución de la riqueza, con gobiernos ilegítimos que se esfuerzan en justificarse (pensaba en Salinas, incapaz de imaginar otros fraudes), con desdén hacia los esfuerzos de sobrevivencia de las clases medias lumperizadas, las cuales encontraron vías de escape en dobles empleos-subempleos-mercados-negros que originaron poderes paralelos (y he ahí el origen de las mafias, Cfr. Historia de la Mafia, de Guiseppe Carlo Marino), con clientelismo tricolor y amarillo (los azulitos no le hacen a prácticas tan nacas, prefieren negocios chonchos y legales aunque no éticos, Cfr. el metrosexy Mouriño), con matanzas como Acteal, Ciudad Juárez o Aguas Blancas convertidas en panfletos culturales de nuestros artistas consentidos (tan bonita la Bauché interpretando a una asesinada comprometida), con monopolios de globos aeroestáticos (y la ostentación imperialista: Todo México es territorio Slimcel), con accidentes que evidencian la indefensión de cualquier trasnochador común y corriente, con el recelo contra el otro, con estilos de vida contra vidas sin estilo y el cinismo disfrazado de declaración oficial. En ese contexto, ¿cómo carajos no se va a dar el secuestro, el asesinato, el narcotráfico, la impunidad, la vulnerabilidad? ¿Qué tejido social sano existe para impedir la bonanza del crimen organizado?
La pobreza no es causa de la criminalidad, explica el sociólogo ITAM que sopesa la posibilidad de la pena de muerte. Y no, la pobreza no lo es, pero sí lo es el tejido social destruido, que obviamente abarca la pobreza, pero también la indiferencia, la polarización, la farsa política que se finge gobierno, el enriquecimiento ambiguo que no irradia a toda la población, la tolerancia a capos circenses como Ulises Ruiz o el gober precioso, la hipocresía doblemoralina de los medios que hace más conmovedora la muerte del niño Martí que la de los niños New's Divine, la martirización que hace de Fernando Martí su conscientizador-padre al lanzar sus frases tan brillantemente ochocolumneras ("si no pueden renuncien" me gusta para camiseta, pero "tenía una misión: despertar a México" me choca (asusta) (si fuera Fernando Martí vuelvo a morirme) por su oportunismo redentor).

***

Este... ya me enredé, ¿qué tenía que ver Jacobo con todo esto? Ah, ya. Que el lunes, mientras comía tacos, lo escuché y lo pensé describiendo la marcha. Y lo pensé reencontrando ese México idílico de tanta gente unida, ropita blanca y veladora mística, en el grito perentorio del Ya Basta. Y pensaba que ahí él volvería a contemplar su niñez variopinta en La Merced, el Mexiquito bucólico de ricos y pobres conviviendo como en comedia musical, el monolito revolucionario institucional que no se desquebraja (es un decir) en corrupción y racismo, la expresión genuina y ciudadana de frases sencillas (pero qué miedo: también lapidarias) pidiendo mano dura y orden y justicia, el cursi acompañamiento de las televisoras llorosas y un poco regañonas a quienes no asistimos al acto.
Pero también pensé que se encontraría con una ficción. Un montaje mediático basado en el chantaje sentimental. Una teatralización de ciudadanía que se cuida de no parecer partidista aunque sus reclamos tengan trasfondos anti-lo-que-no-soy-yo. Un espectáculo de luz y sonido perfectamente fotografiado, con mensajes sucintos, pero que por eso se niegan a interpretaciones más complejas. Un festival de la indignación sublimada en velas y ecos religiosos. La prefabricación televisiva de un momento histórico, como el final de La Academia, la presentación del hijo de Luismi o el inicio de la séptima temporada de 24. Artificial de tantas ganas de ser auténtico. Sospechoso de tanto énfasis en hacerlo bonito.
Si Jacobo validara emocionado esta marcha, ¿tendría que validar la menos linda de los 500 pueblos encuerados? ¿La de los oaxaqueños revoltosos? ¿La del otro reality show, tan menoscabado, del sup Marcos y sus encapuchados? ¿O esas pertenecen al México que no entiende, aunque sean de un México que corre paralelo a este México blanco? ¿Qué hace esta marcha superior a las otras? ¿Por qué esta sí merece cobertura especial y otras no? ¿Por qué esta marcha es ciudadana y la otra de acarreados, de raza, del pueblo, de nacos? ¿Por qué las otras son de acarreados si ésta tuvo el acarreo más sutil (ni siquiera tortas y refrescos, chale) de los medios y el alcahuete feisbuk? ¿Qué hizo de esta marcha prefabricada, higienizada, un acontecimiento tan especial?
Me atrevo a decir: no la mercadotecnia tan efectiva que aplicaron sus organizadores, ni la pertinencia política de quienes tienen intereses en "dar mensajes", pero tampoco (mucho menos) su tan mentada espontaneidad. Esta marcha funcionó por la nostalgia. La nostalgia de un México que ya no existe, que quizá nunca ha existido. El México Huapango de Moncayo que se estiliza en ropa blanca y veladoras como si fuera un ballet folklórico, un videoclip de los muralistas mexicanos, un rebozo de bolita que puede pasarse por un anillo. La nostalgia de ese México de estampita, y no otra cosa, fue la que iluminó tan artificiosamente el centro del país.