miércoles, 9 de abril de 2008

Sacrificio (de Tarkovski) (y mío) (y de mis alumnos)

1. De Tarkovski vi dos películas hace siglos, La infancia de Iván y Nostalgia. Fue en el Cinematógrafo del Chopo, un par de tardes sucias y urgidas de trascendencia. No entendí un carajo, porque entonces era más importante el bluff que la "comprensión". Ocurre que ese bluff también era aprender una forma de vida: en tiempos anteriores al youtube y al dvd (y a los catálogos de Blockbuster, Gandhi, y Amazon), cuando se exhibía una película muy esperada en un cineclub, se temía que solamente pudiera verse ese día, y que nunca más en la vida uno volviera a encontrarla. Por eso, cuando el recuadro del periódico anunciaba el ciclo de Tarkovski, debían hacerse a un lado clases, cafés, tareas, reuniones-para-armar-una-revista, y situar la expedición al Chopo como objetivo primero y único. Esta exclusividad también alcanzaba sitios como el Auditorio El Queso de IPN, la ENEP Acatlán, alguna casa de cultura en Cuicuilco y no faltó alguna ocasión que me encontrara en un auditorio de Toluca por ¿Cómo ves? de Paul Leduc (que al final ni valió la pena el viaje pero ya qué).
Justamente el viaje hasta el pulguiento cineclub importaba tanto como ver la película. Qué Chalma ni qué La Villa ni qué Santiago de Compostela: la travesía espiritual era hacia el Chopo, donde se congregaba una feligresía de lectores coléricos de La Jornada, enigmáticas chicas de largas faldas floreadas con libros de Bataille y viejos de tufo sesentayochoero intercambiando libros de Foucault. Pretencioso hasta el vómito, impostado hasta la repugnancia, el ritual del cineclub urgía para revitalizar la identidá cultural y renovar las frases cliché contra Zabludovsky, Raúl Velasco y Daniela Romo.
Tantos símbolos en el ambiente, tanta sutileza en los comentarios, tantos desplantes y tantas mamonsísimas aseveraciones, eran peso suficiente para que la película pasara a segundo plano. Obvio que debía haber quienes aprovecharan en plenitud la exhibición, pero mis amigos, y yo, y seguramente muchos otros escuincles caguengues que apenas aprendíamos a fruncir nuestras narices intelectualizadas, apenas apreciábamos medio minuto de la cinta: era más importante estar allí, estar entre ellos, participar de la jornada iniciática y altamente cultural. Por eso, si se me pidiera ahora una opinión de esas películas, apenas acertaría a decir lugares comunes: un cine lírico y onírico; la poeticidad (auch) de las imágenes; no es para cualquier espectador, hace falta una preparación especial (como la que tengo yo, juar juar juar ). Para mi descargo: recuerdo la escena de Nostalgia donde un personaje se obligaba a caminar a lo largo de una piscina con una vela prendida, y a media ruta la vela se apagaba y regresaba hasta el principio de la piscina para volverla a prender y vuelta al camino, y así cinco o seis veces hasta que lograba su objetivo, y era tan emocionante como si Indiana Jones hubiera vencido a sus enemigos. Para el autoescarnio: mientras en la sala muchos encontraban un impresionante mensaje de convicción y perseverancia, yo sólo soportaba con estoicismo el dolor en las nalgas (las butacas de madera complementaban el rito) y esperaba que YA pudiera llegar con la vela al bendito extremo de la piscina.

2. Seré honesto, no "entendí" ni un pito de Tarkovsky y después siempre lo asumí como el mejor ejemplo -por otro lado, muy extendido- de cine indigesto, para gente que quiere llenarse la boca de presunciones. Con este desgano renté Sacrificio, su última película, para llevarla con mis alumnos. Lo movido de la semana me impidió preparar la clase con rigor, apenas unas notas biográficas, y la distinción entre las películas de "realismo socialista" que hacían la mayoría de los cineastas soviéticos, contra la introspección tarkovskiana, que no fue muy bien vista por el régimen, por lo que siempre dificultaron los rodajes y la distribución de la obra del cineasta. Más irresponsable, ni siquiera vi la película antes, para apuntar detalles que pudieran servir.
Confieso que había cierto gusto malsano en poner a ver a Tarkovsky a mis alumnos, que tienen la mente saturada de ediciones vertiginosas de videoclip (si alguien quiere compartir mi resquemor: ¡les desespero que La ventana indiscreta empezara tan lenta y alguno pretendió considerarla menor que las películas de Michael Bay!) Por otro lado, odio su clasificación de "cine lento" y "cine rápido", como si el cine fuera montañas rusas y entrar a la sala oscura equivaliera a ir a la Casa de la Risa.

3. En este contexto empezó Sacrificio. Un largo plano-secuencia de un hombre cuidando un árbol seco mientras habla con su hijo sobre la inutilidad de las palabras. Llega en su bicicleta el cartero, lector de Nietzche. Le intriga el mito del eterno retorno. Por supuesto, no hay la menor intención de hacer ágil la charla; el tiempo es de la película y no de uno. Es un cine egoísta, que se extiende desfachatado como lagartija, a pesar de las demandas de intrigas de quienes lo contemplan. Quienes contemplábamos nos removíamos inquietos en las sillas. Sigue una charla aburguesada de un grupo de actores, que culmina con un cuento del cartero, sobre unas fotos tomadas antes de la guerra, y de lo extraño que era ver siempre joven a alguien que ya había muerto. ¿A qué hora empezaría el fan de Michael Bay a protestar? Los que protestaban eran los autos en el viaducto, histéricos con sus cláxones y sus arrancones . Pero ahí empezamos a intuir algo. Afuera, el tiempo era el del D.F. En el salón, el tiempo lo marcaban los movimientos sosegados de la cámara, los monólogos introspectivos, la parsimonia para dejar que los paisajes actúen, no como ambientes, sino como emociones que tienen su fuerza en la pureza de la imagen.
¿Muy pacheco? Más cercano: a veces nos toca que un anciano nos cuente una historia. Cuando la única opción es escucharlo, hay que arrellanarse bien, entender que vienen 25 minutos de intensa concentración y que el anciano tiene una respiración, un tono, un fraseo monocorde. Pero ante la resignación de este ritmo, se puede encontrar un gusto por saber que no habrá desarrollo fácil ni previsible, que habrá pocas ayudas para hacer más entretenido el relato... y que en conclusión, es relato puro, sin adornos, destilado y complejo, y que si uno firma ese contrato, se puede entrar a una especie de estereograma y, extrañamente, empezar a gozar la historia.
Eso ocurre con Tarkovsky. Obliga a que aceptes su contrato, no ayuda con curvas dramáticas ni con giros de tuerca espectaculares, exige renuncia a los tópicos del cine para empezar a gozar de él. Y lo extraño: en ese salón todos empezamos a disfrutarlo. Sería pretencioso decir "entenderlo", pero sí fuimos cayendo en su persuasión. Las secuencias se hicieron hipnóticas, los motivos de los personajes dejaron de importar porque era más importante su (tortuosa) presencia. En algún momento, el protagonista (Alexander) acude a ver a una mujer al pueblo, las referencias simbólicas la harían representación de la virgen María. Alexander y la mujer se cuentan historias de su pasado, es una confesión dolorosa que choca con el hieratismo que ha ocupado una hora de película. Las confesiones se trasnforman en compenetración, la pareja tiene sexo y sus cuerpos se elevan de la cama. Allí, el fan de Bay dice "guau". Hago panning a la mirada de los videocliperos y todos están embaucados.
Tras esta escena todavía debe quedar una hora más de película. Hacia el final, la famosa escena del incendio, morosa, sin prisas, de concentración obligada.
De la experiencia me quedo con el silencio posterior a la peli. La hipnosis compartida del salón. Creo que no se pueden explicar las películas de Tarkovski porque la pureza de sus emociones lo es todo. De ahí el trabajo que cuesta leer las glosas a su obra; esfuerzo inútil de querer poner en palabras lo que solamente significa en imagen. Pero imagino que el objetivo se ha cumplido al ver la los alumnos convertidos en zombies de Zahuayo iluminados.
Esperaba la primera barbajanada videoclipera pero me sorprendieron con su extrañeza y su "respeto". No se enamoraron por completo de Tarkovski, pero le dieron el beneficio de la intriga, que en ellos ya es ganancia. Yo salí de la clase urgido de ver más películas suyas. Rentar Stalker y El espejo y Solaris, que era las que había en el Blockbuster. Pero para bien o mal, esas urgencias se postergan cuando uno llega a casa y hay mil cosas atrasadas y polvo en los libreros y amigos planeando noches de chelas mientras aún se pueda fumar.

2 comentarios:

INSECTO dijo...

el aviso opotuno posteado en el blog de emilio me ha dado tanta risa, que me eché la carcajada impunemente en la oficina y todavía mantengo la sonrisa

ventilador y discreción...

jajaja, que profesional!

Jo dijo...

sospecho que para poder charlar contigo debo tener una preparación especial no me lo tome ud. mal, me refiero a que no se dicertar entre tarkovski y el cine de categorias de juego de feria.

me encantan este tipo de posts sin duda uno aprende y no es valido categorizarlos como lo hacemos irresponsablemente con algunas peliculas. me gustan largos, contundentes, redondos inteligentes.... (claro me refiero a los posts) lo siento es que ya es viernes.

y ahora voy a ver el aviso oportuno de Emilio (por quien tambièn luego babeo) jeje