
1: Donde el escribidor de necedades hace una introducción moninga para que el lector crea que esta composición vale la pena, aunque después descubra que nomás no,
Up (Docter y Petersen, 09) abre con un teaser conmovedor: los adolescentes Carl y Ellie que se conocen y se enamoran por la admiración compartida a Charles Muntz, un intrépido explorador semejante a Indiana Jones. Ellie ha planeado su vida en función de esas aventuras, que las apunta en un álbum: tener su casa al lado de las Cascadas Paraíso, experimentar el exotismo suramericano (¿?) y vivir rodeada de maravillas. La otra mitad del álbum está en blanco, con un enigmático título: Las cosas que me falta hacer. Carl se suma a la fantasía de Ellie, juntos confeccionan su vida alrededor de la casa y la cascada, y en imaginarlo se les van los años, no pueden tener hijos, envejecen modestamente, ahorran sin éxito para cumplir su sueño, Ellie muere, Carl se queda solo, con los proyectos sin cumplir.
Ahí empieza propiamente la película, con un anciano inofensivo y fastidiado, con un niño explorador inofensivo y fastidioso, con una casa que, para no ser demolida, se eleva con miles de globos y surca países hacia el Sur.
Up contiene casas que vuelan con globos, pájaros dodós con colores gays, perros que hablan, una cascada imposible de lo prodigiosa y las amarillentas fotos de Ellie. Ingredientes de obligado cuento infantil, pero Up traspasa el delirio anecdótico y (perdonando lo pomposo) habla de La Vida: la que se nos devela como experiencia o como aventura, la que dejamos ir, o la que agandallamos en plena curva, sin pedirle permiso. Claro, con enemigos y zepellines volando y corretizas emocionantes. Pero también:
2: Donde el escribidor de necedades aburre a sus ya aburridos lectores con alguna teoría teta del único libro de teoría literaria que ha leído en su vida
Quien quiera cometer la irresponsabilidad de escribir una novela, antes debería leer el libro La novela según Cervantes, de Stephen Gilman. Obvio que de centro habla de Don Quijote, la principal obra del español, pero que de ahí deriva en reflexiones sobre el género (aunque ese es chisme pa' después). Lo que ahora importa es su distingo entre aventura y experiencia.
Según Gelman (y él se apoya en el ensayo "La aventura" de Georg Simmel), lo que distingue a la aventura no es la sensación de peligro, sino su hermetismo. La aventura tiene un principio y un final, separados del discurrir consciente de la vida.
"Carece ésta de ese ensamblaje con los fragmentos contiguos de la vida que hacen de ella un todo. Es como una isla en la vida, cuyo comienzo y final viene determinados por sus propias fuerzas configuradoras".Según Gelman, lo que distinguiría a esta aventura de la experiencia, es que la segunda es una acumulación de anécdotas que, hilándose, van dando la conciencia de nuestro existir:
"cada 'acontecimiento' o aventura por separado se vuelve, progresivamente, más consciente de sí misma. Como permanecen juntos [Don Quijote y Sancho], los dos hombres se sienten 'existir' en lo que acontece, y comunican de lleno ese sentimiento al lector. (...) la rápida y esquemática secuencia de antiaventuras a menudo nos sorprende, revelándonos de súbito un continuo subyacente de experiencia novelesca desacelerada y que se saborea dolorosamente en el acto de compartir"O hablando en cristiano y (regresando al cine): las historias de James Bond (salvo la "reestructuración" de las últimas dos) o de Indiana Jones, son "aventuras" en tanto los personajes inician y terminan la historia sin que haya una conciencia sólida de lo que han vivido, acaso la satisfacción de haber logrado sus objetivos. Mientras que en una saga, aun maletona, como Star Wars, la secuencia de anécdotas infelices de Anakin Skywalker bien pueden conjuntar una "experiencia": el camino del personaje, desde su niñez hacia su muerte, hacia la experiencia del heroísmo, el mal y la redención.
Otra división semejante, y más contemporánea, la da el filósofo Galen Strawson en su trabajo "Against Narrative", que comentan brillantemente Alberto Fuguet y Franco Cavagnaro; sería imprudente sumarse a sus exposiciones. Pero en una explicación para dummies indicaría que la división de Strawson va entre las personas "episódicas" y las personas "narrativas". Las primeras sólo viven su presente; desdeñan interpretarse a partir de lo que han vivido, porque sólo el hoy es importante para reflejar conductas, identidades, formas de asumir la vida. Los narrativos, en cambio, aceptan y piden que su vida sea entendida a través de la suma de experiencias del pasado; sólo se encuentran tranquilos y sólidos a partir de esta interpretación del tiempo, que se refleja en las contradicciones, asunciones o renuncias que se hacen en el tiempo presente. Después se habla de episódicos que en realidad son narrativos y viceversa, que todos tenemos tiempos de vida episódicos o narrativos; después sigue una rebatinga que enaltece a unos sobre otros y al revés, y las discusiones pueden ramificarse tanto como se quiera.
Un silvestre comentario a una película de Pixar sólo quiere plantear la división: aventuraepisódicos vs. experiencia-narrativos. El viejo Carl se debate entre ambos polos mientras lleva su casa con globos a la Cascada Paraíso.
3: Donde el escribidor de necedades pretende cerrar su composición con cierto lirismo que roza peligrosamente con la cursilería, porque solamente así puede explicar por qué se le erizó el pellejo cuando...
Carl y Ellie se enamoran porque comparten el episodio, la aventura. Poco les importa que Carl sea demasiado tímido o Ellie hiperactiva. Las historias del intrépido Muntz les sorbe el seso y pueden contemplarse juntos durante décadas, si en el fondo de ellos permanece la cabaña al lado de la cascada. Tras la muerte de Ellie, tras el fracaso de la aventura deseada, es el viejo Carl, miope, solitario, disminuido en sus capacidades, quien se atreve a hacer lo que en su matrimonio no logró. Entonces viene la épica de la casa con globos, el odioso explorador patiño, que por acumulación de estupideces termina pareciendo tolerable; una selva Amazonas tan improbable como la imaginería gringa, pero eficiente en las necesidades argumentales de la aventura; perros que hablan, enormes pájaros de colores: una historia que se separa de la sosegada vida conyugal de Carl y se precipita al surrealismo realmaravilloso, donde lo latinoamericano sigue pareciendo territorio de aborígenes y misterio.
Por supuesto, en todo lo que ocurre mientras Carl cumple su objetivo (persecusiones, villanos, precipicios, rescates) se fraguan las maravillas y las sorpresas para los comedores de palomitas. Pero he aquí que en el momento cumbre de la peripecia, cuando todo está en contra de los héroes y parecería inminente su fracaso, que Carl vuelve a encontrarse con el álbum de Ellie. Entonces la aventura y la experiencia de Gelman, el episodio y la narrativa de Strawson, se funden y dan sentido a la historia: en el apartado de las "cosas que me faltan por hacer" de Ellie, Carl encuentra fotos amarillentas, mal encuadradas, de la vida matrimonial, de los dos en el auto, en el jardín, de los festejos de los cumpleaños. La aventura de Ellie fue la larga experiencia conyugal. Pero entonces, Carl también sabe que para honrar a la esposa muerte debe deshacerse del fardo del pasado, arrojar muebles y floreros y alcancías, incluso el mismo álbum, para poder continuar. La aventurera Ellie elige la experiencia. El narrativo Carl se inclina por lo episódico, por la experiencia del hoy.
Lo que sigue de la peli es aventura, riesgo, gringadas contra el abismo y un final obvio que no contaré. Me quedo con las dicotomías antes expuestas, que podrían trascenderse en un propósito superior: enriquecernos con las aventuras del hoy, pero sin perder de vista que su suma hacen la experiencia; tener momentos para ser islas pero también momentos para tender puentes entre episodio y episodio. Acaso, tener la sabiduría para saber cuándo optar por el episodio o por su perspectiva: saber abofetearse con la vida, también saber interpretar la vida, tiempos para acumular álbumes y tiempos para saber arrojarlos al vacío.
Entre todo eso debe crearse la identidad, que como dice Cavagnaro, "es un tema tan antiguo como el amor y la muerte"
La PD anticlimática: ¿Por qué no fueron capaces de ponerle a la peli un título en español? Ya sé, para no correr el riesgo que la titularan: "Las increíbles aventuras de un viejito loco"
La PD que propone: ¿Sería buen momento de irse armando un top ten de los Grandes Momentos del cine de animación por computadora? Entre ellos debe estar: El viejo Carl, jalando con una cuerda su casa que flota con globos. ¿Qué otros se deben agregar?