No sé qué pasó.
O sí sé pero no quiero recordarlo. El caso es que dejé en suspenso este blog y me dediqué durante una década a seguirlo en Wordpress
Confieso que ando un poco psicodélico, pero también apareció una razón menos poética: wordpress me avisó que pronto renovaría mi anualidad, bonito pago automático desde paypal por unos 800 varos, según la conversión de dólares a pesos. 800 varos que podrían servir para un ron, para alguno de los libros que tengo en las listas de deseos o para varias cajetillas de cigarros. Entonces me dio el codo y le dije que no gracias. Según lo que entendí desde la cancelación, aquel blog sería eliminado el 19 de diciembre de 2023, pero con la compulsión que traigo esta noche aproveché para darle copy-paste a todas las entradas y ya no tengo mucho temor de que se pierdan.
Me abrí cuenta en el Medium, Dejé un primer post que finge un próximamente para 2024, aunque no tengo la más puta idea de qué haría allá. Más de veinte años yendo del tingo al tango entre redes, plataformas, chats sexuales de mala muerte y espacios de chamba digitales, te enseñan que cada espacio tiene su espíritu, su propia respiración. De hecho, ahora que redacto acá, tengo la impresión de que recupero algo del ánimo que quedó en suspenso hace diez años que dejé abandonado este espacio.
¿Qué respiración tuvo la versión de este blog en wordpress? Da un poco de vergüenza reconocer y recapitular. Según lo que habré supuesto hace diez años, wordpress sería la oportunidad de hacer un blog más profesional, acorde a las ambiciones emprendedoras de los dosmilesdiez. Ser tu propia marca, tu branding. El blog como un espacio de promoción para que te leyera el círculo rojo y te invitara a espacios importantes y que te dieran plata. Y ahí estuve, de monito cilindrero, haciéndole gracias al cine, o a la grilla, o a la literatura, o a la crónica de moda y de novedad, o a ver qué de todo era chicle y pegaba.
Reconozco: pegaron tres que cuatro cosas. Desde aquel blog (pero como extensión de éste, ojo) hubo chance de publicar en un par de sitios; estuvo bueno, pero no supe cómo darle continuidad. La larga lista de pretextos pueden condensarse en la palabra desidia, tan bonita palabra y tan olvidada por usar términos contemporáneos como ansiedad, síndrome del impostor, precariedad, procrastinación, bornout o dismorfia redaccional.
Sin embargo, logré publicar, y también vale agregar, mis últimas chambas, incluida la que tengo ahora, han tenido su punto de partida en las entradas del blog. Que si intento consolarme de mis intentos frustrados por escribir otras cosas, las entradas de allá, y las de acá, podrían ser un modesto ejercicio de escritura, más o menos constante, menos de lo que hubiera querido, más lo que hace el bloguero entusiasta que redacta tres entradas y luego lo olvida años y años.
Pero también debo decirlo, el blog de allá *señala allá* estaba muy contaminado por el espíritu de aquella época. Había disciplina atormentada, mentalidad de tiburón chimuelo y muchísimo agobio, otro término que prefiero al contemporáneo de la ansiedad.
Había que decir cosas importantes. Había que tener el punto de vista más sagaz y disruptivo. Si no tenías alguna buena idea, había que alimentar el sitio con algún chistorete de la temporada (y aun así me hizo gracia esto sobre los aluxes como funcionarios públicos de la 4T), o hay que hacer una crónica de barrio para mantenerlo vivo. Y puede notarse la pretensión cándida de publicar un post a la semana a inicios de cada año, que es cuando uno hace propósitos de año nuevo, y después todo se desbalaga porque el trabajo, porque la desidia, porque el presente perpetuo te abrasa y nubla todo propósito y cuando te das cuenta llegó octubre y no publicaste casi nada.
Este 2023 hice solamente tres posts, uno sobre Huesera, la peli de Michelle Cervera Garza que nos voló el cerebro, un ensayo entre naive y angustiado sobre los sueldos y pagué mi cuota de voracidad por la actualidad con un texto obvio sobre Succession, que alguna onda meritoria podría tener.
(Y sin embargo, me gusta la última frase de esa última entrada, creo que describe perfecto mis intentos, mis fracasos y mis agobios. Es gran forma de darle final a aquel espacio: "Finalmente eso somos los equis: bufones que bebemos cerveza y practicamos una ironía de perfil bajo, mientras todo se destruye.")
Pero no escribí mucho más. Hay razones objetivas: la carga de trabajo que impide sentarse y concentrarse en hacer un post que no trate de los temas de la chamba. Alguna razón más triste: cierto desaliento hacia la escritura. Tema amplio que se puede redactar después.
Pero ahora, entre que la anualidad y el ácido, abrí el Medium y no sé qué hacer con él, pero también, entonces, regresé acá, a ver si todavía funcionaba. Y hasta el momento (todavía falta darle en publicar) todavía funciona. Ni saben el gusto que me dio. Ahora quiero quitar las telarañas, sacudir los sillones, abrir ventanas y que le dé la luz. De nuevo desde estas caracterizaciones de plataformas, se me ocurre que éste era un espacio más libre (ahora, mientras escribo, me siento con una redacción más libre, aun con lo farragosa) y que el intento del wordpress, fracasado o no (tampoco creo que haya sido un fracaso del todo) encorsetó cierta forma de escritura, porque la ambición profesional pedía más crispación y escrúpulo en lo que redactaba.
Acá me siento regresar a la informalidad de los primeros posts (aunque confieso que me da vergüenza asomarme a ver cómo eran esos primeros posts). Recuerdo cosas divertidas, un casi cuento sobre mis batallas con un colchón, una crónica oscura con un vagabundo que encontraba en el Walmart, o ese otro casi-cuento de los Huaraches de metro Zapata.
Pero ese blog (este blog), de esas épocas, traía ese impulso bloguero en el que creábamos comunidad desde leernos, comentarnos, asomarnos a lo que escribían los demás, pactar borracheras en el Covadonga (era barato) u otros sitios con buena cerveza y gente que se quisiera unir.
Tengo claro que los tiempos han cambiado. Algunos de los solteros líquidos y eufóricos de esas épocas se casaron, se divorciaron, se hicieron madres o padres, perdieron el impulso de compartir su joie de vie. O quienes se profesionalizaron, o especializaron, o institucionalizaron, y ahora escriben con autoridad intachable desde los espacios y las estaturas de sus méritos laborales. Debemos ser los menos quienes nos quedamos anquilosados en dos que tres rutinas, que en su momento parecían espléndidas y cada vez se han ido volviendo más opacas.
Entre la última entrada de este espacio y la que ahora estoy por publicar han pasado tres presidentes de México, tuvimos admiración por López Obrador y ahora nos ha decepcionado profundamente, pasaron las mejores series de TV ---Mad Men, Breaking Bad, Game of Thrones y, concedo, ciertos momentos de Succeeesssssion---, una pandemia tan larga que para algunos todavía parece seguir, montón de pelis memorables y muchas más que se nos han olvidado, las pelis de súperhéroes llegaron a su plenitud y ahora a su decadencia (y qué bueno, ya no las soportábamos), y Paul Mescal y Frankie Corio nos enseñaron a resignificar la canción de Under Pressure.
Hay mucho más que ha cambiado en esta década que va de 2013 a 2023, pero sería largo enumerar tantos gestos, tantas miradas, tanto que se dijo o no, tantas rabias y frustraciones, tantas esperanzas que se siguen mimando, pero cada vez más a solas; tantas declaraciones irónicas o furibundas o falsas que se vestían de ciertas, o ciertas que se siguen fingiendo falsas.
No sé qué ocurrirá en este retorno a blogger. Lo único cierto, es que la época de wordpress se acabó. Iré subiendo algunas de aquellas publicaciones que creo que aún tienen vigencia. Y capaz después de sacudir y quitar telarañas, pueda reencontrarme con algo que valga la pena por acá.
Y Medium, pues ya veré qué hago con él.