La confusión inicia porque usa un gorro de vigilante o policía, lo que le da el aspecto respetuoso de la autoridad. Y no es muy seguido, pero a uno de pronto le da por la generosidad con el prójimo, entonces se le ve en la silla de ruedas, luchando por cruzar la avenida, sudor en las sienes y fatiga en el pecho, y lo sensato fue correr a ayudar.
-Yo puedo solo.
-Déjeme ayudarle.
-Le digo que yo puedo.
-Ya está, lo cruzo y usted sigue.
Y lo llevé al otro lado de la avenida. Y ya lo había dejado ahí cuando volteé y el pobre chocaba las ruedas de su silla contra la acera. Pensé en esos regaños políticos a favor de los discapacitados, me ganó el chantaje civil y regresé.
-¿A dónde va?
-Al Walmart. Ahí dan más dinero.
-Déjeme llevarlo.
-No se moleste.
-Son tres cuadras, además voy al café que está junto.
Lo empujé. Más esqueleto que persona. Más barba a medio crecer que rostro. Ojos con consistencia de ostiones. Labios delgados. El gorro de policía me hizo pensar historias ejemplares, la vida al servicio del cumplimiento de la ley, incluso algún tufo moralino. En eso me dijo:
-Yo si te cogía hasta por las narices.
-¿Perdón?
-Eres de los que me gustan. Morenitos serios. Pero les pasas fierro y se vuelven locos.
Y me miró como catando.
-Claro, más joven, ya no sirves ni para media encamada. Cómo habrás sido a tus dieciocho...
Y me hice el amable, el mundano.
-Le gustan adolescentes, jefe.
-Que sepan poco de la vida, que tengan entusiasmo. Luego se lo chupas, el entusiasmo. Y todas las demás cosas.
Me guiñó el ojo y su gorro de agente de la ley se volvió de Village People.
-Lástima de la sífilis. Por eso estoy así. Aunque todavía al que se deja, se la mamo.
¿Cuánto faltaba para el Walmart? Cuadra y media. Pero si ya había iniciado el camino...
-Antes se las metía. Ya sabiéndome enfermo. Me encantaba. Los estaba cogiendo, se volvían locos, y pensaba: "no sabe los bichos que le estoy metiendo..."
-No suena amable...
-Pero a mí también me lo hicieron. No las mamadas esas de las películas, que te dejan el aviso en un espejo. A mí me lo dijo el cabrón, cuando terminamos: "Ya tienes SIDA". Empecé a golpearlo, me agarró del cuello y volvimos a coger. Todavía lo vi tres o cuatro veces.
-¿Sífilis y SIDA?
-Lo que sé. Ya no he querido más exámenes. Prefiero pensar que soy un misterio.
-Es un tipo indigno.
-Lo sé -volvió a sonreír-, por eso merezco esta silla y estar mendigando. Pero me gusta, ¿sabe? Saber quien he sido. Quien soy. Nadie me cuenta payasadas.
Y justo ahí estábamos cruzando otra calle y mi reacción inmediata fue dejarlo en medio, a la deriva, que lo mate un colectivo al cabrón. Pero también me sentí imbécil. ¿No quiere uno personajes como éste para escribir historias? ¿Y lo dejas a la deriva porque te espanta lo que te está contando?
-Y, ¿como a cuantos... infectó?
-Cuando estás buscando el placer no cuentas, coges. ¿A poco cuentas las veces que te coges a tu esposa?
-No tengo esposa.
-A una puta...
-He ido dos veces con putas.
-¿Putos?
Me vio el gesto, me sonrió compasivo.
-Tú crees que soy repulsivo, yo creo que eres mediocre. Por eso yo estoy en la silla y tú estás solo.
-Usted también está solo.
Pasó las manos por su torso.
-Estoy lleno de mugre. Son recuerdos de chicos que me amaron. ¿Cuánta mugre tienes en el cuerpo tú?
Iba a empezar el inventario mental de novias-esposas-ligues cuando me pareció asqueroso relacionarlas con este bicho. Y ya habíamos llegado al Walmart y ya podía dejarlo solo con su mierda, pero en ese momento él ya tenía el poder.
-Esta esquina no me gusta. Me queda mejor la de allá. Si quisiste ayudar, ayuda bien.
Y lo empujé a la otra esquina.
-Yo podía llegar solo, pero insististe.
-Podría agradecer que alguien le ayude. Apreciar la generosidad.
-Nunca la aprecié, no está en mi naturaleza. ¿Por qué hacerlo ahora?
Obviamente para entonces ya lo odiaba. También le tenía compasión.
Llegamos a su esquina. Todavía cuidé que quedara en una posición cómoda para su limosna.
-Si acabando tu café quieres, vamos a tu casa y te la mamo.
-¿Ya quedó bien? Ahora váyase a la mierda.
-Piénsalo -todavía me dijo-. Acá voy a estar hasta que saque lo del taco.
Y lo he seguido viendo cruzar la avenida con gran esfuerzo, la mayor parte de las veces solo, a veces otro incauto lo empuja. He tenido la tentación de volver a ayudarlo, oír más historias, maravillarme y repugnarme. Pero luego se me ocurre que hay algo épico, pese a lo miserable, en su recorrido. Que su vida está hecha para cruzar con grandes trabajos la avenida. Que debo respetar la fidelidad de su esfuerzo. Esa es su naturaleza.
jueves, 29 de marzo de 2012
Paseo al Walmart
Etiquetas:
apuntes de novela,
Glorias nacionales
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13 comentarios:
Acabo de terminar de leer esto y, es impresionante la sensación que me has dejado. Es una especie de desagrado, de fascinación, maravilla. ME ENCANTÓ.
Toda una vida en un recorrido de tres cuadras. Todas las sensaciones en una lectura de cinco minutos. Que buen post.
No sé cómo lo haces. Pero cada que te leo te admiro más.
¡Eres un cabrón!
Hola Rufián!
Gran relato. Descarnado, tal cual son en la realidad los habitantes de la calle. El shock siempre viene debido a la imagen divinizada que nos han dejado las películas añejas y las historias de las nanas religiosas en nuestra infancia.
Uno nunca termina en el "infierno" sólo por mala suerte. Eso queda claro...
G.
Concuerdo con todos los comentarios anteriores. Te admiro infamemente y siempre que me des a leer algo tuyo, insistiré en que soy tu groupie.
Qué miedo y qué fascinación de tipo.
Que directo el tipo, todos tenemos ese lado vil, solamente que algunos deciden dejarlo salir y usarlo como la cara de su moneda.
ya...me gustó más verte hablar sobre ello, pero una qué va a andar sabiendo...
MARAVILLOSO relato!! Soy tu fan, lo sabes.
Me gustaría que dejaras la anécdota para pasar a algo más serio, más desafiante... ¿una novela, por ejemplo? De cualquier manera, chingón.
el tipo da asco y tú como personaje eres demasiado sincero pero también demasiado amable. mientras te leía me imaginé a mi misma como la samaritana, que mal me hubiera ido porque nunca les digo a la gente tan mierda lo mierda que es.
en fin, buen y repugnante relato.
Lo mejor es que imagino la escena perfectamente.
Qué gran relato, Ruff.
Saludos
Lo mejor es que imagino la escena perfectamente.
Qué gran relato, Ruff.
Saludos
Excelente narración. Me gustó muchísimo. Felicidades.
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