martes, 9 de junio de 2009

Yo digo que Wolverine es una comedia musical


Pero antes también digo que es fallida, como casi toda adaptación de comic, por las mismas razones de las otras: la complacencia con los fans from hell, que procura un embarrado "ingenioso" (por llamarlo de alguna forma) de las distintas historias que conforman la mitología Wolverine, y que si bien al inicio parecen convivir armónicas, al final se evidencian las capas de incongruencia, la inconsistencia para cerrar tramas, el apresuramiento para que putazo por acá, desgarre de adamantio por allá, se termine con los malos malotes más con oficio que con pasión. Y sin embargo también digo: si algo salva a Wolverine es la enorme dignidad que le da Hugh Jackman al personaje, y que no viene de la lectura fanática del comic, sino -sorpresa- de la formación de Jackman como actor de comedia musical, que le hace construir a sus personajes desde escenas individuales, en la que cada una es una canción, un despliegue coreográfico y un motivo diferenciado; Jackman no hace a Wolverine como Christian Bale hace a Batman (¿con hieratismo?) o Tobey McGuire a Spiderman (con patetismo); Hugh Jackman acaso compartirá la ironía de Robert Downey Jr. con Ironman, pero además agrega las tablas del despliegue escénico; de ahí que las escenas sean poderosas y provocadoras, aun pese al pobre remiendo de guión: es gran overture bélica cuando participa en las guerras del siglo XX junto al hermano Victor Creed (Liev Schreiber); es canción romántica (¿I don't know how to love him?) cuando Logan charla con Kayla Silverfox (Lynn Collins) y ella lo bautiza con su nombre de héroe; es remedo de West Side Story (I like to be in America) su pelea con Gambit (aunque ahí es una pena, desperdiciar tanto a tan delicioso personaje) y es atribulación de Jean Valjean de Los miserables cuando se ve traicionado por Kayla y se descubre marioneta de una intriga mucho mayor. Wolverine es una película de actor y solamente se salva por eso, por el cuidado con el que Jackman transformó, un superhéroe atormentado, en un personaje de dimensiones humanas y épicas, precisamente por su esmero musical. Eso no evita el final apelmazado, las resoluciones casi gratuitas, la sensación de desperdicio que queda al acabar la peli. Pero el buen sabor de boca lo deja Jackman, actor más importante que los papeles que ha interpretado, y que ya se le antoja verlo haciendo lo suyo (el baile, la canción engolada) en alguna adaptación cinematográfica de comedia musical (que dicen ya va armando algo con -mis suspiros visten Prada- Anne Hathaway).
No tomarse tan en serio algo tan (últimamente) amargo como los comics oscuros de los personajes oscuros puede dar resultados. En Wolverine lo da la interpretación de Hugh Jackman.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pos de eso yo no sé, pero eso sí: qué sabroso está.

La Rumu dijo...

Ajá, Hugh Jackman le hace a Wolverine lo que Viggo Mortensen (qué delicia!) a Aragorn: engrandecerlo en pantalla.
Fuera de eso no pude concentrarme demasiado, la peli traía un menú exquisito...

Paxton Hernandez dijo...

Estupenda reseña.

Aunque sí estoy en desacuerdo en algo. Ni Jackman salva a este desastre. Para mí, fue tan tortuoso como ver 2 capítulos seguidos de Days of our Lives.

Glotón apesta.

Adrián dijo...

la segunda mitad de la película es un insulto a los fans