domingo, 5 de abril de 2009

Quince días de viaje

Juré que nunca iba a hacer un post explicando por qué tardé tanto tiempo sin postear e intentando reinstaurar mi contrato social con los dos lectores y medio que tan generosamente toleran esta sarta de sandeces, pero heme aquí, entre el desahogo y el intento de recuperar aquel ritmo de escritura que tan bonito se había logrado con la guapachería de la Yuri.
Luego entonces, presumo:
Me fui de viaje. A Baja California y a Puebla.
No tengo cámara digital, luego entonces no pude tomar esas originalísimas fotos que después se suben a un post con comentarios tipo: "ese que se ve chiquititito de playera roja en la punta de la pirámide soy yo", "ese atardecer estaba más chingón en vivo que en la foto pero de todos modos disfrútenlo amiguitos", "aquí estoy con fulano y perengano y mazaguato, con quienes hicimos un grupo fantástico: GRACIAS CHICOS LOS EXTRAÑO".
Tampoco tengo esa prosa de filigrana que me permita labrar párrafos etéreos, de reconocimiento íntimo-existencial-superacional tipo: "y en esa noche estrellada, frente a la playa, sentí la plenitud y el gozo ineludible de ser YO. Resolví a mi regreso hablar con mi exnovia de secundaria e iniciar mi reconstrucción de mimismo. La suave brisa me sonreía juguetona y yo le sonreía a ella".
Sí me tocó playa y me tocó de noche, pero mis reflexiones iban en otros temas más angustiosos: ¿por qué tantas falditas tan fantásticas en provincia y en el puto De Efe nomás no? ¿Por qué vivo donde vivo y no donde ellas viven? ¿Cómo se seduce en dos días de estancia a una chapeada ensenadense que cruza las piernas aceitunadas con desparpajo? Peor: ¿cómo se seduce? Y ahí sí llegué a cuestiones ontológicas: ¿por qué putas madres yo soy yo?
OK, de acuerdo, eso sí: comí todo lo gourmet y todo lo típico que se podía comer; bebí todo el vino y todas las cervezas que se podían beber, grabé a todos los restauranteros y maestros vitivinícolas bajacalifornianos y a todos los bibliotecarios y eruditos poblanos que se podían grabar (ahora debo capturar diez horas de charlas espléndidas, mediocres y regulares, ¿alguien me ayuda?), y resumiendo, traigo como quince kilos de más y un espejo de cuerpo entero me sorprendió con la imagen del ñor gordinflón sedentario que estoy a quince minutos de ser. Consecuencia: ya quité suéteres, pijamas y trapos de cocina de la bicicleta fija que tengo junto a la cama y estoy listo para peladear el retraso de mi vejez. Sin falta, juro que pasado mañana empiezo.
Pero más angustiante que la timba y el gesto decadente, fue la sensación de peón de intereses variados que se entrecruzan cuando a uno le toca viajar en representación de alguna revista. Más claro: voy de reportero de una revista, revista de viajes, que quiere hacerse la linda con el regodeo ocioso del lifestyle y la crónica casual de un viaje envidiable. Pero de pronto ocurre que los patrocinadores de las bacanales y los paseos se cobran cabrón cada platillo y cada copa de vino.
Ejemplo 1: el objetivo en Baja California fue comer y beber. La comida china de Mexicali, los sincretismos mexico-lo-que-sea de Tijuana, los vinos del Valle de Guadalupe, la cerveza de Tecate, la simplona -pero por mucho, lo más sorprendente de cuanto comí- langosta con frijoles y arroz de Puerto Nuevo. Pero en eso, el jefe del jefe del jefe del que es nuestro esforzado y paciente guía, tiene la ocurrencia de que sería muy bueno culminar el reportaje de gastronomía y enología con unas palabras del H. C. Gobernador. ¿Dónde coños está la relación? Pero la sencilla infraestructura de guía, reportero y fotógrafo se violenta precipitadamente para volar a una desangelada oficina de Rosarito donde por speaker debo hacer la entrevista ¿Qué platillo de todos le gusta más Sr. Gobernador? Debo decirle y enfatizarle seriamente que todos y cada uno de los platillos que usted ha degustado son orgullos estatales y vienen a afianzar el sólido compromiso que este gobierno ha establecido con sus gobernados, gente trabajadora y orgullosa, y por qué no decirlo, la más trabajadora y orgullosa de todo el país. De acuerdo, de acuerdo, pero, ¿qué casa de vino le gusta más? Aquí debo reiterarle el sólido compromiso que mi administración tiene con todos y cada uno de los actores sociales de esta generosa región del país, sin lugar a dudas una de las más pujantes y comprometidas del concierto nacional.
El ejemplo 2 podría parecerme más macabro, quizá por tenerlo más fresco (ocurrió ayer). Pues tras el recorrido tan a gusto por iglesias, colegios y bibliotecas antiguas de una ciudad de Puebla soleada y con mujeres de pantorrillas regordetas, de pronto me salen con que hay que entrevistar a un Sr. Secretario de gabinete, el (dicen) delfin del gobernador y (dicen) más probable candidato a las siguientes elecciones para (dicen) tomar la estafeta de gobierno y (dicen) cuidarle las espaldas a las varias tropelías que (dicen) ha cometido el mandatario estatal en curso. Y todo ocurre tan de prisa y tan sin viene viene que antes de poder opinar algo tengo frente a mi a la asistonta del delfinito, estableciendo con astuta precisión la naturaleza de la entrevista: "preferiríamos que no apareciera al lado de otros aspirantes al cargo, para destacarlo a él", "preferiríamos una charla amable y relajada, que muestre el gran impulso y amor que mi jefe tiene por la región", "preferiríamos foto de tres cuartos claroscuros naturales que resalten su temple y decisión" , "preferiríamos enfocarnos en los programas que ha desarrollado con tanto éxito durante la presente administración".
Nada suele darme más lástima que esa adoración burocrática que suelen tener los subalternos del Sr. Secretario, ensayo a la obligada veneración que merecerían estos fulanos si se les llegara a hacer la silla grande. Me da mucha más lástima en las asistontas mujeres (en los asistontos hombres es como putín-pintoresco) porque tiene un resabio de mansedumbre hacia el Macho Alfa que según el caso se camuflajea en gurú, maestro, persona-simpatiquísima, hombre-de-ideas-claras y hasta ahí donde lo ves también es rebuen bailador. Pero más lástima debería darme yo, atendiendo las condiciones de asistonta y sabiendo que debo cumplirlas, que es el cobro por mi transporte-hotel-comidas y folletos de turismo. Mientras se negocia la entrevista, la asistonta llama por su nextel, se entera que el Sr. Secretario estará en tal mercado, o en tal parque, o en tal oficina, que se dignará en darnos cinco o seis minutos de entrevista que nosotros ansiamos (cof cof) publicar. Cuando cuelga nos sonríe: "está ocupadísimo, pero dice que qué padre y se está haciendo tiempo en la agenda para ustedes". Magnánimo trozo de mierda, pienso yo. Nos deslizan al fotógrafo y a mí la posibilidad de que atrasemos nuestro regreso hacia la tarde-noche que se desocupe el Sr. Secretario. Lamentamos no poder hacerlo, pero ya teníamos para la tarde cosas importantes qué hacer. ¿Habrá algo más importante que entrevistar al Sr. Secretario?, querría preguntar la asistonta pero se reprime y vuelve a usar el nextel. ¿Cuántas personas habrá entre la asistonta y el Sr. Secretario? Porque asistonta marca y de inmediato parece extenderse una complejìsima red poblana de comunicaciones, logìsticas y reconsideraciones que intentan consumar el absurdo: que el Sr. Secretario acepte una entrevista que no le interesa aceptar, de un entrevistador que no le interesa entrevistarlo, para una revista que tampoco mostrarìa el menor entusiasmo de publicar los conceptos y las visiones de tan Huidizo Personaje.
Total: terminamos en un acto polìtico más bien desangelado, en el que un pobre gordo de barbas canosas atizaba a una veintena de aburridos acarreados para que le aplaudieran al más bien triste gobernador. La asistonta nos invitó paletas heladas de nanche apenas supo que el Sr. Secretario de ninguna manera llegaría al acto. Sin pedir disculpas (hay que tener bien claro que el Sr. Secretario es el Sr. Secretario), la asistonta cruzó teléfonos conmigo para que haga la entrevista vía telefónica.
Lo peor ocurrió después, cuando ya rumbo al DF (un noble y esforzado comercializador de fraccionamientos residenciales tuvo a bien darnos el raite, después de haberle tomado fotos a su bonito fraccionamiento), llega una llamada de un Tal Sr. Ing. interesado en el curso de nuestro periplo. Habla largamente con el comercializador, parece que en tonos no amables, y parece que el motivo es nuestra negligencia por no haber logrado tener las Pertinentes Declaraciones del Sr. Delfincito Secretario. Tras una larga explicación que acaso de manera sesgada insinúa que posiblemente fuera el Sr. Secretario el culpable de que no se hiciera la entrevista, sin importar (porque eso en realidad no importa) que nos hubiera atrasado el regreso y casi hasta se nos obligara a gritar en el parque un chiquitibum al H. C. Gober., el Ing. pide hablar conmigo, y palabras más, palabras menos, me explica que:

1) Hicieron un esfuerzo impresionante para conseguir que el fotógrafo y yo viajáramos a la ciudad, y tuviéramos abiertos tooodos los espacios posibles para hacer nuestras entrevistas.

2) El Sr. Delfincito Secretario va emprendiendo su aún informalísima campaña, y es un momento ideal para que vierta sus interesantes conceptos en un reportaje... de bibliotecas antiguas.

3) De antemano sabe de la cooperación y el entendimiento de todos nosotros para que las declaraciones del Sr. Delfincito Secretario pueda leerse a lo largo y ancho del país entero, vía nuestra prestigiada publicación.

Como remate, una vez que Sr. Ing. cuelga, el comercializador que nos echa el raite precisa la información: "A ese señor con el que hablaste le debes el hospedaje y las comidas de este viaje".

Supongo que en esos momentos es difícil precisar que, con lo placentero y todo , estos viajes no dejaban de ser trabajo, con horarios precisos y extenuantes, y que aún con lo deliciosas de las comidas y lo magnífico de los lugares que visitamos y lo amables de todas las personas que nos atendieron, era TRABAJO, es decir: improvisar entrevistas, mantener el tono Visitante Distinguido que implica Especializada Formalidad, colaborar en la puntualidad y la discreción... no se nos regaló nada , mis compañeros fotógrafos y yo trabajamos tan profesionalmente como también lo hicieron nuestros guías y nuestros anfitriones. Fueron dos viajes espléndidos, pero fueron de trabajo. No se nos regaló nada.
Pero en lo que son peras o son manzanas, mañana lunes debo estar atento al telefonazo de Delfincito Secretario y escuchar esos conceptos que deberían lanzarlo a candidato a gobernador. Confío en que mi editor tendrá el tacto para que se pueda usar el material de esa entrevista sin que estropeé el espíritu del artículo original. Aunque también puede ser que no (el compromiso es muy grande, ingéniatelas para que quede al menos una declaración).
No deja de haber una sensación muy molesta de ser un peón que se usa para intereses varios, poco dignos, que iría en contra de cierta decencia personal. Ni siquiera hablo de convicción política, es el cómo coños introduces un comercial de campaña política en un reportaje de viaje con otro tono y otra intención. Me siento embarrado de mierda. ¿Sería consuelo pensar que varios amigos están en circunstancias semejantes, cumpliendo los caprichos de Maistros Culturales berrinchudos y prepotentes (la discreción me impide revelar que se trata de Tovar y de Teresa), redactando panfletitos para diputadetes nalgasmiadas (saludos Xiuh), reconociendo la Importante Labor del enanito neurótico que usa la banda presidencial (no hablo del legítimo, hablo del otro)? Es como los narcos: que se huelan sus diarreas entre ellos, que no lo salpiquen a uno.
Hablando de narco: ¿cómo se le puede hacer para asociarse con uno? ¿Por qué presiento que entre ellos hay más decencia y cabalidad?

Y hablando de diarreas, las comidas tuvieron repercusiones lamentables, que ocurrieron al mismo tiempo que un gerentito atildado nos presumía el diseño y la innovación de un hotel boutique de lo más cute. Conceptos postvanguardia, monumentos al descanso de los poderosos, regodeo del ingenio del diseño y en eso me agarró el corre-que-te-alcanzo y volé al baño cute del hotel cute. Y lo juro, lo prometo, lo firmo: serrano y cerril que es uno, nomás no supe dónde estaba el botoncito que jalaba la nauseabunda descarga. O bueno, sí lo encontré, pero estaba tan difícil encontrarlo que hubiera podido pasar como si no. Muerto de pena, tambièn con un orgullo barriobajero de perredista vulgar y nacón, dejé mi contribución a la creatividad del cute hotelito: retrete de diseño veteado en amarillos y ocres orgánicos. Tan ecológico yo.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Este mundo no existe. Es sólo una invención de gente que no quiere estar aquí y que, estando, no tiene alternativa para tejerlo. ¿cuántos días hacen falta para descubrir las coladeras del país? No sé, ni yo me estoy entendiendo.

Jhon Brando dijo...

Y yo que pensaba que la credencial donde uno sale con peinado de niño bonito y que dice “PRENSA”, solo servía para conseguir una chela gratis en cualquier congal del centro prometiendo una portada que jamás llega. A veces la gente tiene el concepto erróneo de que los viajes de trabajo son puro placer mundano y disfrute carnal, pero no. Al menos a mi me ha tocado pasar las de Caín. Desde hoteles cucaracheros hasta quedarse varado en un país sudamericano porque al pendejo de la oficina en el DeFecado se le olvidó depositar la otra mitad de los viáticos. Desde que te saquen a rastras por pedo del Baby O para acabar en tu triste realidad y adonde en verdad perteneces: El Disco Beach hasta despreciar prostitutas que te invitan jocosamente los soplagaitas que “entrevistas” en medio de obscenas cantidades de brandy Presidente corriendo por la mesa. Todo para que al regreso el editor diga: “esto es una mierda” y no salga ni la mitad de lo que se capturó. Al menos las revistas sibaritas que lee la gente tomando un mocaccino late en el starsucksmandan a sus reporteros y cronistas con un fotógrafo, los suplementos dominicales de un periódico te dan 50 pesos para un rollo de 24 tomas. Cosas que pasan y digesto del oficio. Yo insisto, usted saque los Monte Xanic, las chamaconas con medias de red y yo pongo los cacahuates enchilados, Nishikawa claro está. Saludos Don.

Jo dijo...

sr. andamos igual, losviajes me pegan de lleno conra mi vida social y mundana llena de vicios y frivolidad, no tengo tiempo para pasear y que decir de conocer gente fuera de alguna situacion aparentemente no comercial..,, trabajo y viaje siempre se puede conjugar diversion...no

es mas ahora debo conformarme con postear o leer correos desde una pc a la que no le encuentro acentos

NTQVCA dijo...

Tus reflexiones son tan profundas que me han hecho pensar que sería bueno que consideres que en el DF no andan las mujeres por ahi con falditas cortas porque apenas vas a cruzar una calle y salen chingo mil albañiles de no se donde gritandote "masitaaaa".
Será que en en interior de la República (para que no se enojen por decir provincia(sobreestiman a sus funcionarios?, me ha pasado ya eso de querer involucrar en proyectos a gente que nada más te estropea el tema, pero que resulta que como es el presidente municipal tiene que aparecer en la foto.
Me quedo con la bella imagen de las vetas en el baño cute del hotel cute.

Anónimo dijo...

Pos sí. Los viajes de trabajo tienen poco de viajes realmente, porque uno deja de ser persona y se empieza a llamar institución.
De todas formas algo bueno se les saca. Nomás me queda decirte: ¿ah, verdad?

Débora Hadaza dijo...

vaya que te fue bien en el viaje, tenemos una platica pendiente y gracias por las grabaciones, un abrazo y si, dale duro al ejercicio, yo ya estoy haciendo de tripas corazón con las dietas.

Profana dijo...

Rufián, esa bicicleta tuya hace maravillas por la salud y por el fitness. Mira que ese par de ocasiones que la he usado me han dejado exhausta y adolorida, pero bueno, nunca me sentí o me vi mejor!


Le paso la rutina, si es que la necesita.

Ps, chelas no?

Rafael Merino Isunza dijo...

Mira, si editamos de tu post todo lo que huela a política y lo mandamos al baño veteado, lo demás estuvo a toda madre para ser trabajo.

Rufián, no hay felicidad perfecta y sí tiempos electorales.

Cynthia Ramírez dijo...

"Retrete de diseño veteado en amarillos y ocres orgánicos" Carajo! gracias al cielo que no tienes cámara digital!

Mujer Maravilla a la Mexicana dijo...

Es triste esa escena de vasallaje en el sector público sea un simple jefe de departamento o un subsecretario. Me causo una gran tristeza cuando un cliente, caballero, inteligente, entrado en los 70 empieza a hacerse pequeñito enfrente de un subsecretario, para conseguir su ayuda para un proyecto, mi jefe lo mismo, un wey fresita pero con toda una carrera política como asesor, se pone nervioso, todos se ponen de pie cuando llega dicho subsecretario, no lo entiendo, me da mucho coraje y por primera vez en mi corta carrera profesional, utilizo mi condición de mujer no me levanto, como un berrinche estúpido de niña estúpida, simplemente es triste caray.

Tu descripción de la escena del baño iuuuu.

Saludos.

marichuy dijo...

La langosta con frijoles negros es lo más exquisito que he probado por aquellos rumbos; y nada cara en comparación con lo que te cobran por acá por ese pretencioso platillo "langosta termidor".

Me gusta tu nada sutil ironía.

Saludos

Fer V dijo...

¡Vamos, vamos! Sí, todo es trabajo y sería difícil no sentirse un tanto usado, manipulado y, en ocasiones, hasta violado, pero no por eso tu trabajo deja de ser importantante; mejor explicado, en las palabras de Oscar Wilde:

«Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.»

¿Qué otra forma de acercarse a la realidad en la que vivimos? La valiosisima opinión de un gobernador o un secretario en una revista dedicada al turismo resaltan por lo que son: campañas políticas. Y excelentes crónicas como esta nos confirman lo que sospechabamos, acerca de como llegan dichas opiniones a publicaciones nacionales.