- Esto no es intuición, es fastidio: que se le dé a Shyamalan el membrete del "nuevo amo del suspenso". Primero, porque de inmediato obliga a compararlo con Hitchcock, lo que es injusto para ambos. Segundo, porque el suspenso no es un género ni un tema. Es un recurso narrativo que consiste en retrasar el avance de las acciones para generar un ambiente tenso en los personajes involucrados en la historia. Pero hay suspenso en el western, es obligado en cualquier thriller que se respete y hasta a un caramelito chick flick le queda de lo más bien. Si a Hitchcock se le llamó el "maestro del suspenso" fue porque a sus temas (sin elaborar demasiado: el pecado, la culpa, la débil frontera entre lo moral e inmoral ) le funcionaba el recurso para darle más peso a los dilemas de sus personajes, además de que le permitían jugar con el espectador. Shyamalan coincide en este reto de manipular al público valiéndose de falsas expectativas, creando giros de tuercas y obligando a dobles lecturas de un mismo argumento. Pero los temas de Shyamalan son ajenos al mundo Hitchcock. Luego entonces, ¿por dónde va él?
- Intuición uno: el inmigrante asimilado. La ascendencia hindú del director opera fuertemente en su obra. Y aquí valdría un matiz: aunque nació en la India, él vive desde los seis años en Estados Unidos y está asimilado por completo la cultura norteamericana. No es como un inmigrante adulto que llega al Gabacho con una conciencia explícita de señalar las diferencias entre su minoría y el Imperio (como si lo hará Mira Nair en The Namesake). En la obra de Shyamalan difícilmente se verá una historia de hindúes tratando de "hacer la América" (ya cumplió el requisito en su opera prima, Praying with Anger, de ahí para el real se moverá más en territorios wasp, como un anglosajón más). Pero aun cuando rechazara las estampitas folclóricas, alguna vertiente de sus orígenes tendría que permearse en su propuesta. En una entrevista habla de esta condición de asimilado que a la vez percibe su diferencia con la cultura que lo cobija: "Si hubiera encajado, si hubiese vivido en la India en donde todos los demás son como yo (...) hubiese encajado fácilmente y no habría pasado tanto tiempo buscando y escuchando como lo hice. Quizás no estaría preocupado con la ilusión del sistema porque el sistema estaría trabajando para mí. (...) Hubiese terminado siendo tan feliz que tan solo me conformaría con quedarme allá e ir con la corriente." De aquí se desprenden dos elementos: lo que se mira (la sociedad norteamericana) es un elemento extraño y siempre obligado a redefinirse por parte del director. Lo segundo: la mirada también está influida por el origen, y aquí me meto en camisa de once varos por la
- Intuición dos. ¿Y si la onda shyamalana fuera new age? Que de nuevo, ¿pa' qué meterme con cosas que no conozco, como el panteísmo? Me quedo con las explicaciones más superficiales, las de la obvia wikipedia: "El panteísmo (...) es la creencia de que cada criatura es un aspecto o una manifestación de Dios, que (...) desempeña a la vez los innumerables papeles de humanos, animales, plantas, estrellas y fuerzas de la naturaleza." Y aquí presiento a los filósofos listos para cenarme trozo por trozo y demostrarme con quince citas adversas mi simplicidad. Pero sigo de simplón: los muertos de El sexto sentido, los círculos de trigo de Señales, la sirena de La dama en el agua y hasta los monstruos tramposones de La aldea sugieren una fuerte relación entre mundos mágicos, pero más importante, ligados a la naturaleza, como lo pediría alguna de las doctrinas hinduistas o brahamánicas de las que provendría el director. De ahí que se suela hablar de Shyamalan, también, como un director que alude a lo espiritual. Y desde ahí vuelve a deslindarse de los temas de Hitchcock, más mundanos, y lo acercan a los temas (más desafortunados) del new age. O pa' ser ojete: menos Vértigo y más ¿Y tú qué bleep sabes? Pero antes de encarnizarme con esta burla, vale marcar la
- Intuición tres: el trascendentalismo gringo, una corriente filosófica y literaria de inicios del siglo XIX en Estados Unidos, que se cultivó sobre todo en Nueva Inglaterra, muy cerca de Boston, pero que influyó en todo el Este del país (y santas casualidades Batman, Shyamalan se crió en Filadelfia; también por la región). Describiéndola sin tantos enredijo, propone que el espíritu de cada individuo es reflejo del espíritu del mundo, y este espíritu puede encontrarse en la observación atenta de la Naturaleza. Los trascendentalistas más reconocidos son Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, a quienes también se les reconoce como muy primitivos promotores de eso que ahora llamaríamos movimientos ecologistas. Del segundo, ha destacado su vida como ermitaño en el bosque, experiencia de la que surgió su poema más famoso, Walden. La comunidad trascendentalista, que rechazó los embates del progreso y prefirió asumir una vida cercana a la Naturaleza, bien podría semejar a la comunidad de La aldea, al sacerdote desertor de Señales o a la anciana con la que topan al final del camino los personajes de The Happening.
Pero entonces viene el principal motivo para no escribir un post que defendiera esta peli: aceptar que todo esto que podría atisbarse en The Happening no se logra por una construcción débil de personajes, con motivaciones absurdas (Alma se cree adúltera porque tomó una malteada con su seudo intento de sancho: hacedme el fabrón cavor!!!!) y una falta de argumentos en los personajes que debieron enarbolar la tesis de la peli, los interpretados por John Leguizamo y Betty Bucley (la anciana ermitaña de casi el final).
La sensación final: Shyamalan no se atrevió al exceso espirituoso, quizá por el riesgo de volverse new age, pero tampoco le dio a los espectadores (manualito bajo el brazo) la peli de giros de tuercas y sorpresas que esperaban. Shyamalan prefirió naufragar en sutilezas, que asumir uno de los dos riesgos. Y es que no hubiera estado mal caer en cualquiera de los dos excesos. El error fue la tibieza de no haberse inclinado por uno u otro.