jueves, 11 de diciembre de 2008

¿Por qué las mujeres no son como Holly Golightly?


No quiero conocer Nueva York por sus enormes rascacielos, ni por los sudorosos actores que triunfan en Broadway, ni por sus estresados brokers que cantan la compra y venta de dinero que no existe, ni por sus aprehensivas cuarentonas empedándose con Cosmopolitans mientras no les satisfacen los esfuerzos de ningún galán; quiero conocer Nueva York por el insulso deseo de descender de un taxi un domingo a las siete de la mañana, con un pan dulce y un café tibio, y acompañar en su desayuno a Holly Golightly, mientras vemos la vidriera de Tifanny's con una suave tristeza.
¿Qué es Nueva York sino un eterno desear agobiante? Y por eso, sólo a quienes se nos han agriado los sueños podemos deambularlo de veras, sin gloria ni dignidad. Y Holly lo sabe porque no se atrevió a ser actriz famosa, ni quiso envejecer como ama de casa en un rancho del Medio Oeste profundo, ni supo enfrentar su dulce incesto contra una sociedad gazmoña que nunca suda cuando coge. Holly no pudo sumarse a ninguna gloria, prefirió una discreta labor de puta para ricos que le permitía ser alegre, marginal, protagónica y aérea; todo al mismo tiempo. Personaje ideal de Truman Capote y de sus perfectos años cincuenta: la elegancia al centro y la desolación al fondo, el glamour del american dream de coreografía y el teatro tremendista de Tennessee Williams como sustancia: afuera se baila como Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias; adentro se duda seriamente, como la Marie (Elizabeth Taylor) de La gata en el tejado caliente, porque así eran las historias gringas de aquel medio siglo: la contradicción de opulencia y vacío, de modernidad y atavismos. Entre esos discursos, Holly prende el cigarrillo y lo fuma con su elegante y excéntrica boquilla.
Holy Golightly existe porque ha renunciado a todo, Holly usa hermosos vestidos largos y bisuterías porque sabe que los otros valores se han ido a la mierda, Holly fuma con una larga boquilla porque la vida se le acaba en dos bocanadas y aún hace falta sonreírle a muchos idiotas. Holly quiere un marido rico que pueda servirle martinis cuando el atardecer sea insoportable. Holly es prostituta para ricos, ilusa informadora del estado del tiempo, pésima cocinera que sabe hacer estallar una olla con improvisada gracia. Holly tiene todos los defectos del mundo, menos sus ojos.
Holly, o el espectáculo de las falsas identidades: en realidad se llama Lulamae Barnes; Holly es el nombre trendy para moverse entre rascacielos. Su gato carece de nombre: no merece de uno hasta que ambos se pertenezcan. También le cambia el nombre a Paul (George Peppard) por el de su hermano Fred. No es que todo sea falso o impostor: es que ella lo recrea desde su necesidad de fiesta y compañía; desde la ligereza que le impide (no es su naturaleza) enfrentarse a sí misma, por lo que mejor se evade en la reinvención de un mundo acorde a su tribulación.
Holly tiene su ropa guardada en maletas, como si siempre estuviera a punto de fugarse. Porque aunque nunca fue "contracultura" (ese terminajo dudoso que distingue a los que fuman mota de los que solo la huelen), el linaje de Holly está más cercano de los personajes beats (Ginsberg, Kerouac) que de las sutilezas pequeñoburguesas de Fitzgerald. Holly canta cuando nadie la escucha: "Two drifters off to see the world/ There's such a lot of world to see", quizá esperando que alguien la lleve a las praderas africanas o al carnaval de Río, donde pueda fabricarse otra máscara, para que nadie hiera su melancolía. Holly es hermosa porque le duele el mundo. Por eso, su único momento verdadero, es el de las siete de la mañana, el del café y el pan frente a la vidriera de Tiffany's. A mi me parece el momento más auténtico del Nueva York ambicioso y ebullente. Por eso se quisiera estar ahí, con ella. Y desde las joyas que jamás serán nuestras, desde la calle vacía, empezar a entender el mundo.

PD: Audrey Hepburn es Holly Golightly en Desayuno en Tiffany's película de 1960 de Blake Edwards, basada en la novela corta de Truman Capote. Y hablar de ella es hablar de aquellas mujeres que ya no existen, como alguna otra que ha impactado al Bufón y que la describe en su lugar. En otro momento nos pondremos serios y hablaremos de mujeres valiosas, de esas con discursos importantes, aunque nadie voltee a verles las pantorrillas. Pero si la vida es tan breve, ¿por qué no imaginar que Holly Golightly vive en el departamento cercano al mío, se entromete en la madrugada a mi recámara y me pide que le lea un cuento que le aburre porque no tiene joyas ni pisos alfombrados?

9 comentarios:

Profana dijo...

enoooorme post.

Claro, el personaje de Holly (puesto también en la Hepburn) es enorme. Una mezcla entre candidez y voracidad, entre cálculos que siempre encuentran una variable no prevista y se que se caen cuando ya estaban por realizarse; y el eterno optimismo (quizá también en el contexto de la decadencia vs opulencia) de que las cosas por fin saldrán como se esperaban y todo será mejor.

Sólo en una cosa no estoy de acuerdo. Seguro hay por ahí alguna Holly Golightly moderna. Habrá que buscarla bien.

Saludos y vamos por whiskey!

Fer V dijo...

¡Muy bueno!

Aunque difiero en un par de puntos. Las historías gringas de aquel medio siglo, la contradicción de opulencia y vació, no eran, ¡son! Se viven a ambos lados del río y a través del océano, hoy.

Diferencias hay entre las novelas de entonces y las de ahora, lo mismo sucede en la pantalla; pero, aún cuando sean contadas distintas, las historias siguen siendo, con mucha frecuencia, las mismas.

Bastaría con asomarse al patio trasero de algunos, para asegurarse que opulencia y vacío no eran innovación, y que siguen de la mano, frescos y vigentes, hoy.

Y, al igual que Profana, creo que más de una moderna Holly Golightly hay por ahí, cuestión de abrir bien los ojos para encontrarla.

¡Salud!

Profana dijo...

Querido Rufiancito:

Si ya somos dos los que creemos que alguna Holly Golightly andará por ahí, no hemos de estar tan equivocados..

... y por si las dudas, más valdrá dejar la ventana medio abierta.

Anónimo dijo...

Lo mejor: "Su gato carece de nombre: no merece de uno hasta que ambos se pertenezcan"... porque algo así me decía mi profesor de semiótica.

Saludos Rufián!

Débora Hadaza dijo...

por cosas asi uno no puede dejar de leerte, jaja me encanta

aunque... igual me da algo de envidia, me dan algo de envidia tu y tu soñada puta para ricos. :P

Jhon Brando dijo...

Los personajes como Holly parecen haber quedado atrapados en el tiempo, víctimas de una sociedad decadentemente pre juiciosa e hipócritamente moralista. La idiosincrasia de mediados del siglo pasado no parece tan diferente a la actual, New York tampoco luce tan distinto, todas continúan muriendo por comprarse un Valentino rojo en alguna tienda de la Fifth Avenue pero pocos siguen prefiriéndolas rubias, páguenme el ticket a la urbe de hierro y con gusto me empedo como en una película de Woody Allen. Saludos señor.

“BUENAS NOCHES, BUENA SUERTE”

NTQVCA dijo...

¡Perfecta pelicula!, es una de mis favoritas, desde la música que me hace ponerme terriblemente melancólica, casi como usted. Desde que era niña vi esa peli, y a veces pienso si la situación en la que estoy no será el resultado de desear ser una Holly en la vida. Aunque siempre ande buscando al escritor, que en el libro, se roba la historía de Holly para escribir su libro.
Salud!

La Rumu dijo...

Guau! Excelente post, creo que uno de mis favoritos.
Creo que 'La elegancia al centro y la desolación al fondo' y el opulento vacío de Holly, perduran en lamemoria al personificar la desolación contemporánea y más aún si nos encontramos acompañados también de una suave tristeza.

Anónimo dijo...

porque jhon Brando no te aprende algo? He ido a espiar de lleno su blog y creo que siempre habla de lo mismo. Predecible, arrogante, basto de si mismo y narciso.

digo, ya que son como "contemporaneos" segun sus dichos deberia aprender a ser prolifico como ud.

que hueva de huey pero vayamos a lo que me atrajo

adoro esa pelicula, sobre todo esos dialogos increibles y alucinantes... si tiene su magia es como toda una parafernalia de simbologia mixta, no es la ciudad en si cosmopolita sino todo lo que rodea y que al paso del tiempo lo ha identificado y que al unisono nos proyecta