miércoles, 20 de febrero de 2008

Mariano Osorio El Comunicador

No sé qué es peor, si los comerciales del cine donde nos regañaban por adquirir videos piratas (nota para mí: no olvidar comprar las tres temporadas de House que les vi a los bucaneros de metro Zapata), o estos nuevos que promueven a Mariano Osorio como El Comunicador. Algo me estremece: celebrar su cualidad de comunicar, así, sin más. La pregunta obligada: ¿comunicar qué? ¿Comunicárselo a quien? ¿Comunicarlo para qué?
Sería más fácil desenmarañar las metafísicas comunicólogas describiendo las comunicaciones de Mariano, estas suertes de pergaminos electrónicos en los que declama los más sonados éxitos de las recitaciones populares, historias emotivas y chantajistas que nos descubren como pésimos padres, hijos ingratísimos y bribones desnaturalizados por no valorar lo sencillo de la vida y sumergirnos en falsas frivolidades de oropel. El conmovedor regaño (ah, es sabrosa la autoflagelación) remata en la obligación culposa de ser mejores personas y superarnos, no tanto en los proyectos laborales-personales-individuales (muy budista el Mariano, lo primero que hace desaparecer para ser mejor persona es el ego), sino en la comunicación eficiente con esa turba esquizofrénica conocida como familia.
El estilo Mariano es la cúspide de ese fango semiótico que comúnmente llamamos “cosas para reflexionar”, o “que te hacen pensar”. No sé por qué cuando que me hablan de poemas-películas-libros para reflexionar o pensar, siempre me viene a la cabeza la imagen de El pensador de Rodin, y siempre asocio su pose (no es novedad) con la que tenemos en el retrete al momento de la evacuación intestinal (qué redacción remilgosa-eufemística, extraño cuando sabía escribir simplemente cagar). A esto además lo relaciono con ese otro póster, clásico de mercados y estaciones del metro, del niñito en la bacinica, el rostro compungido por (imaginamos) un angustiante estreñimiento, y la leyenda: “Hasta en los momento más difíciles pienso en ti”. Ergo, siempre termino trazando una línea recta entre la reflexión reflexiva y la escatología (un Bajtin a la derecha por favor). Sobre todo con ese material hecho precisamente para hacerte pensar: Paulo Coehlo, Jalil Gibrán Jalil Gibrán Jalil Gibrán Jalil, Y tú en qué bleep piensas, Felipe Calderón Hinojosa, Deepak Chopra, Lila Downs, la película Malos hábitos, Andrés Röemer, Juan Salvador Gaviota y el último disco de Café Tacvba.
De todo esto, el producto más destilado es Mariano Osorio, porque no tiene extensiones pseudo artísticas-políticas-literarias-filosóficas, sino que es la reflexión en su reflexibilidad más reflexivamente reflexiva. Puritito y granado pensamiento, pues, y cuando se escucha su voz en alguna radio se detiene cualquier actividad. Todo es escucharlo, comprenderlo, reflejarnos en la serena sapiencia de su dicho. Juro que me tocó ver eso en un colectivo: el conductor traía los Greatest Hits de Mariano Osorio, y los cincuenta fulanos apretujados como en trance; y las palabras de Mariano cayendo como maná sagrado hacia nuestra entendedera.
Ahora vienen los comerciales de cine. Son parte de una campaña más maciza por parte de Mariano, que incluye algunos espectaculares en las calles y un profundísimo programa de Historias Engarzadas donde conocimos su vida y su camino a la sabiduría. Según entiendo, los comerciales venden la proeza del programa diario, por Stereo Joya, de seis de la mañana a una de la tarde. Y el lema, tan minimalista como lo indica lo que tiene onda, reza: “Mariano Osorio, El Comunicador”. Y entonces, en el comercial se suceden media docena de gente común y corriente presumiendo que Mariano comunica muy bien, que comunica muy a gusto, que lo que comunica ni se siente. Esta “comunicación”, entonces, se ofrece como un material en-sí-mismo, donde el contenido apenas importa. Las recitaciones de pergaminos le otorgan a Mariano una posición de sabiduría por default; alguien que dice esas cosas tan bonitas de los padres y los hijos seguramente abre la boca y en tropel se suceden las máximas, los aforismos/ seamos más alivianados: los tips que nos ayudan a tener una vida mejor.
Mi duda es qué comunica Osorio. Es decir, y comparando con otros comunicadores que han sido líderes de opinión radiofónicos –El Valedor Tomás Mojarro tenía un discurso populachero-rencoroso para alebrestar revoluciones que duraban la media hora de su programa; Jordi Soler generaba desde su mamonería protonovelista lectores beats (e Iñaqui Manero, cuando era bueno, hacía lectores dark); Zabludovsky es la nostalgia de la ciudad perdida (y del periodista que Televisa no lo dejó ser); Ferriz de Con es el oportunismo hecho noticia–, ¿Mariano Osorio qué es? Con Osorio, parece que hemos llegado al nivel en el que el mensaje es lo de menos; lo importante es la facultad de emitirlo.
No importa qué diga, o cómo lo diga Mariano Osorio; lo importante es que tiene la facultad de decirlo, y que un grupo de gente ávida de regaños suavecitos se deja flagelar-apapachar por las recitaciones de la peor madre del mundo y el por qué me quité del vicio. Comunicar a gusto, comunicar suave, es como ofrecer palabras a granel para crear ruidos de fondo que ayudan mientras se asea la casa o se sobrevive al Periférico. No importa qué se dice, importa que se está diciendo. Importa que se medio escucha. Importa que la radio no esté apagada. En el fondo de todo está el horror de sentirnos en silencio. Y la necesidad de que, desde un pergamino, descifremos la Verdad Velada tras la renta, las presiones del trabajo y el griterío caótico de los hijos.

1 comentarios:

Mrs. Le Fanu dijo...

"Una palabra más rotunda que otra no me otorga un gramo de verdad"

a eso me recordó mientras leía.. eso, y otra cosa que escuché en el metro, el libro de novedá con frases de los grandes pensadores: el papa Juan Pablo II, Gandhi, Dalai Lama, Mariano Osorio....... en fin.. habría qe explicarle a cada individuo la diferencia entre cultura y eso.. el problema? La mitad escucha Mariano Osorio, la otra mitad.. Toño Esquinca (que Dionisio nos agarre confesados) :S