sábado, 19 de junio de 2010

Quesque se murió el Monsi

Juro que es cierto: para un texto atrasado que me urge entregar (el lunes sin falta, Ary) hace dos horas veía la película Él de Luis Buñuel y mientras atestiguaba la gradual locura de Francisco Galván (genial, el maldito Arturo de Córdova) pensaba, "claro, de un personaje de este tipo habla Monsiváis en Amor perdido". Y acabandito la película me fui por el libro de marras y encontré la crónica del Monsi sobre Genaro Fernández McGregor, funcionario y escritor mediano que se atrevió a redactar sus memorias El río de mi sangre y que las publicó el Fondo de Cultura. Y Monsi, con ese humor socarrón carente de chistes pero insistente en la cábula, hace su crónica con esa prosa abigarrada e incisiva que ya le conocemos, y sorprende que un artículo de los años setenta sea tan contemporáneo para describir a animales semejantes a McGregor:

El retrato del conservador mexicano está casi concluido: pesimismo orgánico, actitud escéptica ante las renovaciones, creencia en un ser nacional eterno, desprecio por las mayorías, resignación complacida ante las dictaduras. Falta un detalle: el idioma elegido. Al conservador, la tradición nunca se le manifiesta como el cadáver de las ideas; es, de modo inalterable, el único presente concebible. De acuerdo a eso, el lenguaje debe ser arcaizante o se estará traicionando la visión del mundo. El manejo de la sintaxis no es una mera técnica: es un ejercicio ideológico, una indispensable lealtad intelectual.


Y leyendo pensaba en el personaje de Buñuel pero también en esa sabiduría atemporal de los panistas, y en libros como
Hace falta un muchacho y en comerciales como los de Tienes El Valor O Te Vale, y en los regaños del Papa Pidata del cine y las resoluciones del SCJN, tan irreprochables en su lógica jurídica pero tan frustrantes en el sentido de la justicia. Es decir, que era como platicar con Monsi en el café, decirle que claro que es cierto, que qué punzante escribir ese texto que años atrás no hacía tanto sentido y ahora parece una radiografía impecable de nuestra mediocre actualidad.
Y entonces abro el internez, encuentro la nota del fallecimiento del Monsi, y de verdad que no lo tomé por el lado de la elegía (eso déjenselo a los dolientes de Saramago) sino del pragmatismo: No, no es cierto, no estás muerto, si te acabo de leer. Y si además, me quedé envidiando esa tensión de tu prosa, esa aparente exuberancia que obliga a la lectura atenta y entonces va tomando un sentido múltiple, generoso y siempre virulento. Si los chistes del Monsi piden paciencia para irlos descifrando, y también exigen una cultura distinta de la Kultura; un reconocimiento de dichos y sabiduría popular, champurrados de sociología y filtreos con la poesía, buen olfato para lo irónico y un entrenamiento previo de historia mexicana que permita reconocer suspicacias perdidas entre datos certeros.
Pero además, yéndome más lejos, pensaba en Monsi como en esos autores que siempre están por ahí, para ensalzarlos o denostarlos. Hay juicios obvios e incontrovertibles:
Pedro Páramo, la mejor novela mexicana; García Márquez, qué grande es y qué pasado de moda también, Borges es eterno; Volpi, como escritor, ha resultado un excelente director de Canal 22. Pero Carlos Monsiváis ha logrado esa división de opiniones que me resulta envidiable, porque ahí es donde se distingue la vitalidad del cronista: quienes aseguran que ya se repite y no vale la pena seguirlo leyendo, quienes lo acabaron de ver en la marcha del 2 de octubre y se quejan de sus filiaciones ideológicas, los que lo vieron en la tele y estuvieron de acuerdo o no, pero aceptan que su estilo tan mesurado y chinga-quedito contrapunteaba rebien el protagonismo de sus compañeros de panel; los que ya se fastidiaron de verlo como gurú de la cultura popular y buscan afanosos quien lo reemplace en la crónica de lo contemporáneo nacional. Incluso, lugar común de los grupos de escritores incipientes: se piensa hacer la Típica Revista Literaria Independiente y para que tenga impacto, en el primer número siempre sería bueno tener un artículo de Carlos Monsiváis. Tan es así que cuando empezó a salir la revista La Mosca, el chiste que aparecía en sus portadas era: En esta revista TAMPOCO hay un artículo de Carlos Monsiváis.
Porque también ocurre que a Monsi se le ve hasta en la sopa. Se hizo personaje de caricaturas y grabó discos, lo mismo rescató a Chanoc que al Santos, sus artículos aparecieron en la revista erótica Caballero o en la muy fufurufa Vuelta; prologó colecciones de fotos, historietas, memorias, correspondencias; era el primero de los abajosfirmantes y opinante obligado de cualquier monserga noticiosa. Discutió con todos hasta el punto de volverse chocante, conocemos a sus gatos y su escritorio atestado de papeles y de figuritas de luchadores; las presentaciones de libros se retardaban porque todavía no llega Monsi, y la decepción venía cuando alguien informaba que dijo Monsi que lo disculparan porque a la hora de la hora no iba a llegar. La figura de Monsi es chabacanamente omnipresente: avala, deslumbra, confirma, fastidia; Monsiváis es el más actual de los escritores mexicanos, no sé si por lo innovador de sus últimas aportaciones, seguro que por su presencia, tan machacona.
Monsiváis está en el café y entre las chelas, sus libros adornan las casas de los izquierdosos, la sarcástica documentación del optimismo es un ejercicio que nos ha impuesto siempre que abrimos el periódico, y si anota el Chicharito, o si se incendia una guardería, necesitamos que el Monsi haga un comentario, para suscribirlo, rebatirlo; para saber que Monsi no se podía quedar callado.
Lo de la muerte de Monsi es anecdótico; lo real es que pueden conseguir sus libros en Gandhi y en el Fondo y en los puestitos de Balderas y de afuera de la Facultad, y que todos hemos leído tres o cuatro títulos pero también nos falta leer dos o tres. Yo me espero a que pasen tus exequias, Monsi, para conseguir los que no tengo. Leerte no es homenaje (qué flojera hacerte OTRO homenaje), es necesidad de diálogo y de prosa canalla y de ser contemporáneo. Seguro te estoy leyendo pronto. A ver qué dices ahora.

Y EL MONSI NO SE CANSABA DE HACER AGREGADOS COMO ÉSTE: Que ya no sigan buscando La Novela del 68; esa novela es el libro
Dias de guardar, que aunque formalmente crónicas, en realidad consigue en su fragmentación redondear toda la experiencia de aquellos aciagos tiempos olímpicos

Y NOMÁS PARA LA REMEMBRANZA: su mejor momento televisivo fue en
El Calabozo, cuando el facho de Esteban Arce y el otro patiño le preguntaron qué opinaba del programa. Y Monsi respondió: "es una gran experiencia encontrarme en lo que considero la esencia de la televisión mexicana".

Y PARA DOCUMENTAR EL OPTIMISMO: El Cuau dice que la Selección ora sí está lista para ganar el Mundial Sudáfrica 2010. El Monsi, ¿qué opinará?

8 comentarios:

Unknown dijo...

Ya lo dije en el Twitter pero acá lo repito: con textos como éste uno no entiende cómo las muchachas no te ofrecen sus calzones como tributo.

Rodrigo Hombre Cactus dijo...

La dificultad que provoca Monsiváis: amarlo odiarlo o qué demonios. Te gusta todo o desprecias la mayoría; pero ahí estaba presente como bien dices tú. El hombre que a punta de hablar de todo se hace un personaje casi necesario en la cultura diaria. Mi madre se entera de su muerte, se le pone la piel chinita y lamenta que haya sucedido "pobre Monsi" acto seguido pregunta qué pasará con los gatos. Ahí seguirá, nos guste o no, ya esta tatuado en nuestra cultura. Tienes tanta razón al decir que su muerte es anecdótica. Qué buen post.

Lilián dijo...

Lo que se me hace tan interesante es que pudiste escribir todo este post, lo apuesto, sin la necesidad de consultar la Wikipedia o alguna solapa. Monsiváis ahí estaba: era omnipresente en la vida cultural y social del país. Todos sabíamos de su afición por los gatos, del rumor de los escritores fantasmas (¿cómo podía escribir tanto y todo el tiempo?), de su escritorio lleno de papeles y libracos tirados en su depa de la Portales, de sus reuniones literarias en cafés de la Zona Rosa, de su nunca disimulada y bien portada preferencia por los caballeros, y de esa forma de ser "tan suya". Sí, también me acuerdo mucho de esa portada de La Mosca: "la única revistad donde no escribe Monsiváis".

Lo que yo recuerdo tanto de él es algo que volví a recordar leyendo tu texto: la fluidez erudita con la que escribía, que se notaba que había leído tanto, había aprehendido tanto, que no necesitaba estar poniendo citas ni pies de página para documentar sus textos. Eran ideas lúcidas, redondas y completas. Por supuesto que lo extrañaremos, ¿pero lo extrañaremos a él o a la posibilidad de leer algo nuevo de su pluma?


Palabra verificadora ad hoc: inexotal.

La Mar Chiquita dijo...

Pues se va un compañero de viaje... en metro. Me ha dado sentimiento la muerte de Monsiváis: sus libros van a estar ahí, pero se nos fue a todos un colega transeúnte.

Jo dijo...

y parece qu een hilera se van.. el monsi era seguro ateo y hereje como saramago... pero es injusto decir que el cielo es el qu enecesita conversaciones sin pretensiones...

es injusto apenas muerto que uno especule que opinaria.. o si debia irse al cielo o al infierno por irreverente...

:(

dèbora hadaza dijo...

Yo no lo conocí porque dos o tres veces que iba a dar una conferencia o presentar un libro no llegó, dijo su mamá que siempre no, se enfermó o le dio hueva, que sé, yo, pero, rayos no lo conocí!!!

y ya sé que si lo conocí, que sale hasta los detectives, en la tele, en revistas, en el radio, en you tube, pero diablos, yo tenía que verle la geta en vivo, tenía que escuchar su voz joven, tenía que enojarme con sus declaraciones o apoyarlo.

Y también digo no no no y no se murió pero ya no lo voy a ver en todos esos lados, sólo en sus libros, y nada más los leí en la biblioteca chafa de mi facul, o los fotocopie y perdi las fotocopías, y ahora tendré que comprarlos porque como voy a extrañar su naca voz.

Darinka Rodríguez dijo...

No sé si la intención era esa, pero definitivamente me has hecho sacar mis libros y comprobar, con absoluta razón, que todo cuánto has dicho es cierto.

Hasta algo de tu estilo me parece tan familiar. Tan bueno, pues.

Se nos van, rufián, se nos van...

La Rumu dijo...

Impecable ese retrato del conservador mexicano. Monsi me encanta por la forma en que lo conocí: en aquellos años cuando lo escuché en una entre vista definir NACO (palabra que yo evitaba a toda costa) como la persona ignorante de la contaminación visual que emana.
Grande. Omnipresente. Y tu post buenísimo.