lunes, 12 de mayo de 2008

Escepticismo optimista

Llevo tres años sumido en una apacible depresión. Nada terrible: ni obsesión por colgarme de una lámpara, ni descenso precipitado al abismo, ni fantochadas excesivas de lloriqueos y lamentos. Simple desgano, desinterés, inercia, rutinas autocompasivas y noches de pasmo frente al internet. No faltará quien diga que todo mundo está casi igual y que son los signos de los tiempos, pero bien me doy cuenta que estoy un poco más afectado que, por ejemplo, mis amigos: mientras ellos aún pueden entusiasmarse por algún proyecto, alguna conocencia amistosa o erótica interesante, o una experiencia de vida sabrosa (léase viaje, festival, peda, literatura, música), yo decido que no hay nada nuevo bajo el sol, decido que aquello es la repetición de bla bla bla y enfrento el evento sin grandes expectativas. Insisto en describir esta depresión como apacible, porque no estalla en esos espectaculares azotes de la secundaria y la preparatoria. Supongo que un médico lo distinguiría entre depresión aguda (borracheras iracundas, poemas enfebrecidos, golpes a las paredes) y depresión crónica (televisión, internet, que no falten los cigarros).
En realidad extraño la depresión aguda. Para ser franco, mucha de esa depresión en realidad era una postura poética, que en su tristeza sugería tonos, temas, lemas, actitudes, rabias y melancolías que transmutaban en escritura. Por eso me simpatizan tanto los emos: encarnan de forma explícita los azotes que muchos tuvimos y que tanto nos ayudó a disparar la creación y las decisiones de vida. Yo creo que a mi nomás me faltó el copete de caricatura de Beatle, los pantalones entubados y el maquillaje para ser emo. En el resto no habría la menor diferencia. A veces paso por la Glorieta de los Insurgentes y se me antoja acercarme, explicarles que soy como su abuelito emo, probárselos con textos de mis 17 años y pedirles que me hagan canchita para plantarme con el ipod y vegetar mi inanidad.
La depresión crónica/apacible que en realidad cargo, es mucho menos emocionante. Le ayuda la rutina, la edad, el escepticismo ante las cosas nuevas, la falta de interés en cosas por los que muchos otros morirían de emoción. Ejemplo: mañana me voy a Ciudad Juárez, entrevistaré a Ana de la Reguera. Tengo clarísimo que a cualquiera lo pondría hormonal, excedido, nervioso. Yo ya la entrevisté antes: estaba rodeada de gays que la maquillaban y tanto mariposeo estorbaba a su belleza. Ella miraba directamente y con misterio. Yo sólo pensaba que estaba demasiado producida, y que me urgía terminar rápido con eso para irme a un café a leer y fumar (aún se podía). Otro ejemplo: parece que voy al Vive Latino gratis, con la única consigna de hacer una crónica para un portal de internet. Cinco que cuatro personas han envidiado la chambita. Yo sólo estoy pensando en el barullo de la gente, los diez grupos que pasarán antes de que lleguen los interesantes, la obligación de estar ahí toda la jornada todo el día, la preocupación de deslindar qué vale la pena escribirse y qué se debe desechar.
De inmediato pienso en gente que, con justa razón, protestaría y se indignaría porque un absoluto bulto de rencores como yo tenga estas oportunidades, que varios considerarían impresionantes. Por supuesto, muchos de ellos harían un mejor trabajo que yo, porque agregarían la devoción, el nervio, el interés, la vitalidad. Incluso pienso que la persona que fui hace diez años (por ejemplo) querría patearme el culo por mi falta de emoción. Pero chamba es chamba, sonrío sardónicamente y me lanzo a estos eventos que, para mi, solamente son promesas de cheques. Y esto es un ejemplo de muchas cosas más: los nuevos autores, la planeación de revistas literarias que ahora sí estarán poca madre, los proyectos de tele que reinventarán todo lo ya reinventado, hasta las citas con alguna nueva chica con quien sí te vas a entender de lo más bien. Lo más absurdo es que acudo a todo, como recetita, justamente porque en el manual del perfecto deprimido recomienda que uno debe optar por el movimiento en vez de la holgazanería, entonces me lanzo a absolutamente todo lo que la excitante vida ofrece, aunque al cabo de un rato regreso a la descalificación: no va a funcionar, menos impactante de lo esperado, ya sabía que era así de chafa, pues no, no me impresionó.
El único momento que se vuelve preocupante de esta actitud, es cuando intuyo que puede ser, ya, una forma normal de vida. Entonces algo de mí se revela: desde el fondo de la memoria me digo que todavía debe haber algo que conmueva, que lo más terrible sería acostumbrarme a esta inercia, que hasta las peores pelis tienen un giro de tuerca inusitado, en el que se recupera el sentido de las cosas y se llega a cierta revelación. Curiosamente, sería el momento en que la depre aguda se impone a la crónica; el azote a la inercia; el exceso lírico a la apacible contención. La sorpresa y el escepticismo luchan: la sorpresa se avienta una combinación absurda de lo más idiota, el escepticismo se burla inclementemente; la sorpresa prueba con una frase naif-cronopia, el escepticismo le sopla y la hace paja; la sorpresa lanza un dardo hiriente y revulsivo, el escepticismo le presume listo el frasco de vick vaporub. Pero justo cuando el escepticismo tiene a la sorpresa contra las cuerdas, sangrante y herida, desfigurada, irreconocible, la sorpresa le sugiere que cuando menos se espere le podría sugerir algo más. El escepticismo duda, en efecto duda, y su duda es el más glorioso de los fracasos: aunque se va más fuerte, más triunfante, se marcha con el virus inoculado de algo que lo podría desquebrajar. Pero en vez de combatirlo, el escepticismo lo consiente, lo cuida, lo protege. El escepticismo es duda; en esa duda está la sorpresa. Entonces recupero algo mío, cuando me siento cargando este lastre complementario y contradictorio: como no creo en nada, dudo de todo; como dudo de todo, aún tengo activado el chip de las preguntas; el solo hecho de tener preguntas me hace intuir que se siguen buscando respuestas. De ahí deduzco que tras esta depresión apacible se encuentra cierto optimismo medroso. Tal vez mañana, con Ana. Tal vez el fin de semana del Vive Latino. Aunque más seguro no, aunque quizá sí, aunque, aunque... me voy a preparar maletas.

12 comentarios:

@rosefem1 dijo...

Pues te diré como me dijo un hombre muy sabio un día: "Yo que tú, mejor me ponía a pensar qué diantres haría con ..., y aplicaría la 'fifología horizontal' en lugar de la filosofía existencial." Ya luego me pondría a ver cómo le hago para "viajar ligero"...

Anónimo dijo...

Hay un anuncio en boga de alguna crema para no sé que madres. En él sale Ana de la Reguera. No sé qué pasó, pero la cara se le nota desfigurada. ¿Puedes figarte, Master, si tiene los ojos disparejos y malpuestos?

Recuerdo el tiempo (no tan lejano) de cierto proyecto sobre cierta periodista y cierto buscador de cierto disco de cierto grupo en cierto país (ya pues). Por aquellos momentos te mostrabas un poco menos deprimido (o un poco menos feliz, según el medio del vaso). Por eso el proyecto me emocionó doblemente. Además, siempre me ha quedado la espina de ese pendiente (o sea, es una propuesta). En fin, nos veremos a la vuelta.

Buen viaje.

Jo dijo...

la tiricia, la depresión, los emos martires parece que son lo que en boga esta hoy en dia, parece que nada nos asombra aun tengamos de esas chambas "divertidas" yo no te llamaria esceptico sino seudooptimista, sera que las generaciones de hoy en dia estamos contagiadas de ese virus de apatia?

Cynthia Ramírez dijo...

Y por eso uno a veces se pregunta: "which is better -cheap happiness, or noble suffering?"

No lo sé, no lo sé.

Jhon Brando dijo...

Muchas veces el dolor y pesadumbre son positivos, la alegría no se siente, nos percatamos de ella y la añoramos solo cuando no la tenemos, en cambio, el sufrimiento se hace presente casi a diario, la pena esta latente, son estas desventuras las que nos motivan a seguir adelante, ¿de que serviría un mundo lleno de algarabía color de rosa? Si esto fuese así se vería al hombre sumido en el tedio y dedicado a cosas triviales carentes de trascendencia alguna, se le podría admirar sin más nada que hacer y conforme con lo que tiene lo que al mismo tiempo le haría un ser pusilánime, hay que saber saborear el dolor y aprender del amargo sabor que nos deja.

“BUENAS NOCHES, BUENA SUERTE”

Eric Uribares dijo...

Hace tiempo escribí un post con soluciones para la depresión...lo mejor son las gallinas degolladas con el aceite de Higuerilla, según un tratado para el alma oprimida fechado en 1537.

Suerte

Anónimo dijo...

ehhh no me dijiste que vas pa mi tierra

hiciste bien, creo habría terminado encargándote unos burritos de winnie...

por lo demás, de acuerdo: usté decide. yo opino que debería darse un chance y caerse un poquito menos hacia adentro. en otras palabras, echémonos un traguito y lloremos. ja. esta tendencia mía a rimar... y a juntar palabras que solitas no se leen tan feo. eo eo.

mejor dicho, no me haga caso y haga lo que quiera aunque si hace lo que quiera me estaría haciendo caso porque ya le dije que lo haga.


en fin, acá nos leemos.

Anónimo dijo...

* me agrada la palabra exitar, del verbo to exit.

ya.

Aguillón-Mata dijo...

Qué pedo. Yo acá nomás enterándome de que hay epidemia. Véngase a Dresden, yo lo recibo. La depre igual cae pero la cerveza es mejor, el futbol es mejor, el lenguaje (en tanto desconocido) es mejor, las mujeres (pues menos apretadas) son mejores, et caetera.

Luego uno se aburre, para qué le miento, pero un rato al menos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

ya probaste prozac??

y con respecto a Ana de la Reguera, changos yo tambien creo que le desfiguraron la jeta. Se sentirá deprimida?

Anónimo dijo...

Me deja sin aliento leerle... Y eso en depresión declarada, ¿qué será a todo gas?

Revistas literarias? Necesito suscripciones a media docena, al menos...

MN

Luna Nueva dijo...

Urge cocowash, que puedo decirte soy una mujer demasiado entusiasmada con las simplezas de esta vida que leerte me preocupa, no concibo la vida sin ilusión, asi que espero pronto encuentres tus motivos, y puedas verdaderamente disfrutar la vida, la humanidad, y dejar de se solo una maquina.