Debo recordar más seguido que venero a Jorge Amado, que días antes de su muerte soñé que iba a conocerlo y el viejo estaba tan viejo que apenas pudo conversar conmigo tres palabras. Pero después me presentaba a su nieta -bendito sueño que pudo labrar con tanta fineza a semejante portento de nieta- y la hacía llevarme a conocer los mejores lugares de Bahía. El mejor lugar era una cama vieja, de resortes saltones, que siempre olería a patas y sudor. Lo que sigue se pierde entre vaivenes, portugués apresurado y una humedad que vergonzosamente trascendió hasta la vigilia. Cuando una semana después se anunció su muerte, quedé seguro de que el viejo me había hecho un regalo. Por ser fiel lector y ahora me avergüenzo de la ingratitud.
¿Por qué la ingratitud? Porque el mundo colorinche de Amado, de holgazanes ingeniosos y putarronas festivas podría pasar por complaciente, más para ilustrar picardías de tele y cine que para bruñir La Verdad Literaria, que cuanto más escueta y sombría más legítima parece ser. Las novelas caudalosas de Amado fácilmente pueden traducirse en películas y telenovelas, y se ha aprovechado la opción con versiones en pantalla grande y chica que "vulgarizan" su exotismo demodé.
Pero algo hay más cruel en su engaño: una descripción tan desenfadada y gozosa de la sexualidad, la comida, la borrachera con cachaza, las lealtades y el amor, que cualquier posmoderno cínico podría destruirla con dos comentarios letales. Quizá me da miedo pensar que yo soy ese cínico, desmitificador por amargo y nomás por hacerme el gracioso, que desconoce al abuelo y a la nieta que tan cálidamente me abrazó.
El tema, abuelo, es que he vivido en tus novelas y he sabido que para mí no son ciertas. Que cuando me enamoré, fue porque la amada traía un vestido gris que mal le cubrían las piernas largiruchas y desordenadas, y más vulgar que su mal sentado era el chisme estruendoso que traía con su amiga. Había una casa de tabiques grises y la urgencia de destazar a cinco que seis conocidos de mala manera. Una tarde de carcajadas y rodillas tan perfectas, que debió haberse quedado en suspenso eternamente, aun cuando yo estuviera cinco pasos lejos de ella, contemplándola con timidez y fervor. En aquella ocasión pensé que era cruel sacarla de aquel contexto; también que deseaba, como nada en el mundo, que su gritoniza aguda crepitara cerca mío y nunca terminara.
Al final consumé la infamia y la amada del vestidito gris se marchitó a mi lado; debió alejarse para poder resurgir. Luego miro hembras semejantes, desparpajadas, ebullentes, y ni siquiera me acerco, me aterra pensar que las podría destruir.
Proust tiene algo así, Marcel encuentra una hermosa pescadora y queda azorado de lo imposible que sería participar de su esplendor. "pero a mi no me habría bastado con que mis labios bebiesen el placer en los suyos, sino que también los míos habían de darle a ella ese placer; y del mismo modo deseaba yo que la idea de mí entrara a ese ser; que se prendiera a él y no sólo me ganara su atención, sino también su admiración y su deseo, que la obligara a conservar mi recuerdo hasta el día que pudiese volver a encontrarla".
Pero para lograr la hombrada de estar al lado de semejantes hembras, se necesita algo más difícil -más simple- que laberínticas consideraciones amorosas. Cierta candidez de alma, coraje de futbol o sabor a ceviche en la boca (o a cebolla, como Vadinho: "A estas locas les parece que huelen mal las cebollas," critica doña Flor a sus alumnas, "¿qué saben ellas de los olores puros? A Vadinho le gustaba comer cebolla cruda, y sus besos eran ardientes."): una tensión de macho que sabe fisgonear nalgas sin permiso, y no de señorito atildado que de soslayo revisa el largo de las faldas.
Y por eso, porque el mio no es tu mundo, me había alejado de ti, abuelo. Y había lanzado comentarios agrios a tus argumentos esquemáticos y tus soluciones complacientes -la pareja se abraza, brinda, se manosea y corre a la hamaca porque ya se les olvidó a que les saben sus sudores-. Pero esta noche hace calor y ya van varias cervezas, pienso en muslos dorados y me desespera tanto libro ocioso, y recuerdo la infamia de algunas charlas recientes, consideraciones bien educadas sobre parejas ideales, que tertuliábamos mientras degustábamos mamona comida fusión.
Se habló de confianza, respeto, intereses compartidos, fidelidad. Yo pensaba en Sonia Braga como Gabriela, en el Gran Marcelo como el árabe Nacif, en que ella pone la mesa, él güevonea en la hamaca, y estira su pie para levantarle la falda hasta mirarle las nalgas. Gabriela protesta calentona y se abalanza sobre él. Se besan, se tocan toscamente, festejan la mañana, el calor y los sexos a punto.
-¿Y cuál sería tu pareja ideal? -me preguntaron durante la comida fusión.
Sí, claro, contesté, confianza, respeto, todas esas zarandajas. Pero una parte de mi estiraba el pie para levantar la falda de Gabriela. Después nos enfurruñábamos en una mañana sofocante, a la que sólo refrescaban los besos de Gabriela, con sabor a cebolla.
viernes, 10 de abril de 2009
domingo, 5 de abril de 2009
Quince días de viaje
Juré que nunca iba a hacer un post explicando por qué tardé tanto tiempo sin postear e intentando reinstaurar mi contrato social con los dos lectores y medio que tan generosamente toleran esta sarta de sandeces, pero heme aquí, entre el desahogo y el intento de recuperar aquel ritmo de escritura que tan bonito se había logrado con la guapachería de la Yuri.
Luego entonces, presumo:
Me fui de viaje. A Baja California y a Puebla.
No tengo cámara digital, luego entonces no pude tomar esas originalísimas fotos que después se suben a un post con comentarios tipo: "ese que se ve chiquititito de playera roja en la punta de la pirámide soy yo", "ese atardecer estaba más chingón en vivo que en la foto pero de todos modos disfrútenlo amiguitos", "aquí estoy con fulano y perengano y mazaguato, con quienes hicimos un grupo fantástico: GRACIAS CHICOS LOS EXTRAÑO".
Tampoco tengo esa prosa de filigrana que me permita labrar párrafos etéreos, de reconocimiento íntimo-existencial-superacional tipo: "y en esa noche estrellada, frente a la playa, sentí la plenitud y el gozo ineludible de ser YO. Resolví a mi regreso hablar con mi exnovia de secundaria e iniciar mi reconstrucción de mimismo. La suave brisa me sonreía juguetona y yo le sonreía a ella".
Sí me tocó playa y me tocó de noche, pero mis reflexiones iban en otros temas más angustiosos: ¿por qué tantas falditas tan fantásticas en provincia y en el puto De Efe nomás no? ¿Por qué vivo donde vivo y no donde ellas viven? ¿Cómo se seduce en dos días de estancia a una chapeada ensenadense que cruza las piernas aceitunadas con desparpajo? Peor: ¿cómo se seduce? Y ahí sí llegué a cuestiones ontológicas: ¿por qué putas madres yo soy yo?
OK, de acuerdo, eso sí: comí todo lo gourmet y todo lo típico que se podía comer; bebí todo el vino y todas las cervezas que se podían beber, grabé a todos los restauranteros y maestros vitivinícolas bajacalifornianos y a todos los bibliotecarios y eruditos poblanos que se podían grabar (ahora debo capturar diez horas de charlas espléndidas, mediocres y regulares, ¿alguien me ayuda?), y resumiendo, traigo como quince kilos de más y un espejo de cuerpo entero me sorprendió con la imagen del ñor gordinflón sedentario que estoy a quince minutos de ser. Consecuencia: ya quité suéteres, pijamas y trapos de cocina de la bicicleta fija que tengo junto a la cama y estoy listo para peladear el retraso de mi vejez. Sin falta, juro que pasado mañana empiezo.
Pero más angustiante que la timba y el gesto decadente, fue la sensación de peón de intereses variados que se entrecruzan cuando a uno le toca viajar en representación de alguna revista. Más claro: voy de reportero de una revista, revista de viajes, que quiere hacerse la linda con el regodeo ocioso del lifestyle y la crónica casual de un viaje envidiable. Pero de pronto ocurre que los patrocinadores de las bacanales y los paseos se cobran cabrón cada platillo y cada copa de vino.
Ejemplo 1: el objetivo en Baja California fue comer y beber. La comida china de Mexicali, los sincretismos mexico-lo-que-sea de Tijuana, los vinos del Valle de Guadalupe, la cerveza de Tecate, la simplona -pero por mucho, lo más sorprendente de cuanto comí- langosta con frijoles y arroz de Puerto Nuevo. Pero en eso, el jefe del jefe del jefe del que es nuestro esforzado y paciente guía, tiene la ocurrencia de que sería muy bueno culminar el reportaje de gastronomía y enología con unas palabras del H. C. Gobernador. ¿Dónde coños está la relación? Pero la sencilla infraestructura de guía, reportero y fotógrafo se violenta precipitadamente para volar a una desangelada oficina de Rosarito donde por speaker debo hacer la entrevista ¿Qué platillo de todos le gusta más Sr. Gobernador? Debo decirle y enfatizarle seriamente que todos y cada uno de los platillos que usted ha degustado son orgullos estatales y vienen a afianzar el sólido compromiso que este gobierno ha establecido con sus gobernados, gente trabajadora y orgullosa, y por qué no decirlo, la más trabajadora y orgullosa de todo el país. De acuerdo, de acuerdo, pero, ¿qué casa de vino le gusta más? Aquí debo reiterarle el sólido compromiso que mi administración tiene con todos y cada uno de los actores sociales de esta generosa región del país, sin lugar a dudas una de las más pujantes y comprometidas del concierto nacional.
El ejemplo 2 podría parecerme más macabro, quizá por tenerlo más fresco (ocurrió ayer). Pues tras el recorrido tan a gusto por iglesias, colegios y bibliotecas antiguas de una ciudad de Puebla soleada y con mujeres de pantorrillas regordetas, de pronto me salen con que hay que entrevistar a un Sr. Secretario de gabinete, el (dicen) delfin del gobernador y (dicen) más probable candidato a las siguientes elecciones para (dicen) tomar la estafeta de gobierno y (dicen) cuidarle las espaldas a las varias tropelías que (dicen) ha cometido el mandatario estatal en curso. Y todo ocurre tan de prisa y tan sin viene viene que antes de poder opinar algo tengo frente a mi a la asistonta del delfinito, estableciendo con astuta precisión la naturaleza de la entrevista: "preferiríamos que no apareciera al lado de otros aspirantes al cargo, para destacarlo a él", "preferiríamos una charla amable y relajada, que muestre el gran impulso y amor que mi jefe tiene por la región", "preferiríamos foto de tres cuartos claroscuros naturales que resalten su temple y decisión" , "preferiríamos enfocarnos en los programas que ha desarrollado con tanto éxito durante la presente administración".
Nada suele darme más lástima que esa adoración burocrática que suelen tener los subalternos del Sr. Secretario, ensayo a la obligada veneración que merecerían estos fulanos si se les llegara a hacer la silla grande. Me da mucha más lástima en las asistontas mujeres (en los asistontos hombres es como putín-pintoresco) porque tiene un resabio de mansedumbre hacia el Macho Alfa que según el caso se camuflajea en gurú, maestro, persona-simpatiquísima, hombre-de-ideas-claras y hasta ahí donde lo ves también es rebuen bailador. Pero más lástima debería darme yo, atendiendo las condiciones de asistonta y sabiendo que debo cumplirlas, que es el cobro por mi transporte-hotel-comidas y folletos de turismo. Mientras se negocia la entrevista, la asistonta llama por su nextel, se entera que el Sr. Secretario estará en tal mercado, o en tal parque, o en tal oficina, que se dignará en darnos cinco o seis minutos de entrevista que nosotros ansiamos (cof cof) publicar. Cuando cuelga nos sonríe: "está ocupadísimo, pero dice que qué padre y se está haciendo tiempo en la agenda para ustedes". Magnánimo trozo de mierda, pienso yo. Nos deslizan al fotógrafo y a mí la posibilidad de que atrasemos nuestro regreso hacia la tarde-noche que se desocupe el Sr. Secretario. Lamentamos no poder hacerlo, pero ya teníamos para la tarde cosas importantes qué hacer. ¿Habrá algo más importante que entrevistar al Sr. Secretario?, querría preguntar la asistonta pero se reprime y vuelve a usar el nextel. ¿Cuántas personas habrá entre la asistonta y el Sr. Secretario? Porque asistonta marca y de inmediato parece extenderse una complejìsima red poblana de comunicaciones, logìsticas y reconsideraciones que intentan consumar el absurdo: que el Sr. Secretario acepte una entrevista que no le interesa aceptar, de un entrevistador que no le interesa entrevistarlo, para una revista que tampoco mostrarìa el menor entusiasmo de publicar los conceptos y las visiones de tan Huidizo Personaje.
Total: terminamos en un acto polìtico más bien desangelado, en el que un pobre gordo de barbas canosas atizaba a una veintena de aburridos acarreados para que le aplaudieran al más bien triste gobernador. La asistonta nos invitó paletas heladas de nanche apenas supo que el Sr. Secretario de ninguna manera llegaría al acto. Sin pedir disculpas (hay que tener bien claro que el Sr. Secretario es el Sr. Secretario), la asistonta cruzó teléfonos conmigo para que haga la entrevista vía telefónica.
Lo peor ocurrió después, cuando ya rumbo al DF (un noble y esforzado comercializador de fraccionamientos residenciales tuvo a bien darnos el raite, después de haberle tomado fotos a su bonito fraccionamiento), llega una llamada de un Tal Sr. Ing. interesado en el curso de nuestro periplo. Habla largamente con el comercializador, parece que en tonos no amables, y parece que el motivo es nuestra negligencia por no haber logrado tener las Pertinentes Declaraciones del Sr. Delfincito Secretario. Tras una larga explicación que acaso de manera sesgada insinúa que posiblemente fuera el Sr. Secretario el culpable de que no se hiciera la entrevista, sin importar (porque eso en realidad no importa) que nos hubiera atrasado el regreso y casi hasta se nos obligara a gritar en el parque un chiquitibum al H. C. Gober., el Ing. pide hablar conmigo, y palabras más, palabras menos, me explica que:
1) Hicieron un esfuerzo impresionante para conseguir que el fotógrafo y yo viajáramos a la ciudad, y tuviéramos abiertos tooodos los espacios posibles para hacer nuestras entrevistas.
2) El Sr. Delfincito Secretario va emprendiendo su aún informalísima campaña, y es un momento ideal para que vierta sus interesantes conceptos en un reportaje... de bibliotecas antiguas.
3) De antemano sabe de la cooperación y el entendimiento de todos nosotros para que las declaraciones del Sr. Delfincito Secretario pueda leerse a lo largo y ancho del país entero, vía nuestra prestigiada publicación.
Como remate, una vez que Sr. Ing. cuelga, el comercializador que nos echa el raite precisa la información: "A ese señor con el que hablaste le debes el hospedaje y las comidas de este viaje".
Supongo que en esos momentos es difícil precisar que, con lo placentero y todo , estos viajes no dejaban de ser trabajo, con horarios precisos y extenuantes, y que aún con lo deliciosas de las comidas y lo magnífico de los lugares que visitamos y lo amables de todas las personas que nos atendieron, era TRABAJO, es decir: improvisar entrevistas, mantener el tono Visitante Distinguido que implica Especializada Formalidad, colaborar en la puntualidad y la discreción... no se nos regaló nada , mis compañeros fotógrafos y yo trabajamos tan profesionalmente como también lo hicieron nuestros guías y nuestros anfitriones. Fueron dos viajes espléndidos, pero fueron de trabajo. No se nos regaló nada.
Pero en lo que son peras o son manzanas, mañana lunes debo estar atento al telefonazo de Delfincito Secretario y escuchar esos conceptos que deberían lanzarlo a candidato a gobernador. Confío en que mi editor tendrá el tacto para que se pueda usar el material de esa entrevista sin que estropeé el espíritu del artículo original. Aunque también puede ser que no (el compromiso es muy grande, ingéniatelas para que quede al menos una declaración).
No deja de haber una sensación muy molesta de ser un peón que se usa para intereses varios, poco dignos, que iría en contra de cierta decencia personal. Ni siquiera hablo de convicción política, es el cómo coños introduces un comercial de campaña política en un reportaje de viaje con otro tono y otra intención. Me siento embarrado de mierda. ¿Sería consuelo pensar que varios amigos están en circunstancias semejantes, cumpliendo los caprichos de Maistros Culturales berrinchudos y prepotentes (la discreción me impide revelar que se trata de Tovar y de Teresa), redactando panfletitos para diputadetes nalgasmiadas (saludos Xiuh), reconociendo la Importante Labor del enanito neurótico que usa la banda presidencial (no hablo del legítimo, hablo del otro)? Es como los narcos: que se huelan sus diarreas entre ellos, que no lo salpiquen a uno.
Hablando de narco: ¿cómo se le puede hacer para asociarse con uno? ¿Por qué presiento que entre ellos hay más decencia y cabalidad?
Y hablando de diarreas, las comidas tuvieron repercusiones lamentables, que ocurrieron al mismo tiempo que un gerentito atildado nos presumía el diseño y la innovación de un hotel boutique de lo más cute. Conceptos postvanguardia, monumentos al descanso de los poderosos, regodeo del ingenio del diseño y en eso me agarró el corre-que-te-alcanzo y volé al baño cute del hotel cute. Y lo juro, lo prometo, lo firmo: serrano y cerril que es uno, nomás no supe dónde estaba el botoncito que jalaba la nauseabunda descarga. O bueno, sí lo encontré, pero estaba tan difícil encontrarlo que hubiera podido pasar como si no. Muerto de pena, tambièn con un orgullo barriobajero de perredista vulgar y nacón, dejé mi contribución a la creatividad del cute hotelito: retrete de diseño veteado en amarillos y ocres orgánicos. Tan ecológico yo.
Luego entonces, presumo:
Me fui de viaje. A Baja California y a Puebla.
No tengo cámara digital, luego entonces no pude tomar esas originalísimas fotos que después se suben a un post con comentarios tipo: "ese que se ve chiquititito de playera roja en la punta de la pirámide soy yo", "ese atardecer estaba más chingón en vivo que en la foto pero de todos modos disfrútenlo amiguitos", "aquí estoy con fulano y perengano y mazaguato, con quienes hicimos un grupo fantástico: GRACIAS CHICOS LOS EXTRAÑO".
Tampoco tengo esa prosa de filigrana que me permita labrar párrafos etéreos, de reconocimiento íntimo-existencial-superacional tipo: "y en esa noche estrellada, frente a la playa, sentí la plenitud y el gozo ineludible de ser YO. Resolví a mi regreso hablar con mi exnovia de secundaria e iniciar mi reconstrucción de mimismo. La suave brisa me sonreía juguetona y yo le sonreía a ella".
Sí me tocó playa y me tocó de noche, pero mis reflexiones iban en otros temas más angustiosos: ¿por qué tantas falditas tan fantásticas en provincia y en el puto De Efe nomás no? ¿Por qué vivo donde vivo y no donde ellas viven? ¿Cómo se seduce en dos días de estancia a una chapeada ensenadense que cruza las piernas aceitunadas con desparpajo? Peor: ¿cómo se seduce? Y ahí sí llegué a cuestiones ontológicas: ¿por qué putas madres yo soy yo?
OK, de acuerdo, eso sí: comí todo lo gourmet y todo lo típico que se podía comer; bebí todo el vino y todas las cervezas que se podían beber, grabé a todos los restauranteros y maestros vitivinícolas bajacalifornianos y a todos los bibliotecarios y eruditos poblanos que se podían grabar (ahora debo capturar diez horas de charlas espléndidas, mediocres y regulares, ¿alguien me ayuda?), y resumiendo, traigo como quince kilos de más y un espejo de cuerpo entero me sorprendió con la imagen del ñor gordinflón sedentario que estoy a quince minutos de ser. Consecuencia: ya quité suéteres, pijamas y trapos de cocina de la bicicleta fija que tengo junto a la cama y estoy listo para peladear el retraso de mi vejez. Sin falta, juro que pasado mañana empiezo.
Pero más angustiante que la timba y el gesto decadente, fue la sensación de peón de intereses variados que se entrecruzan cuando a uno le toca viajar en representación de alguna revista. Más claro: voy de reportero de una revista, revista de viajes, que quiere hacerse la linda con el regodeo ocioso del lifestyle y la crónica casual de un viaje envidiable. Pero de pronto ocurre que los patrocinadores de las bacanales y los paseos se cobran cabrón cada platillo y cada copa de vino.
Ejemplo 1: el objetivo en Baja California fue comer y beber. La comida china de Mexicali, los sincretismos mexico-lo-que-sea de Tijuana, los vinos del Valle de Guadalupe, la cerveza de Tecate, la simplona -pero por mucho, lo más sorprendente de cuanto comí- langosta con frijoles y arroz de Puerto Nuevo. Pero en eso, el jefe del jefe del jefe del que es nuestro esforzado y paciente guía, tiene la ocurrencia de que sería muy bueno culminar el reportaje de gastronomía y enología con unas palabras del H. C. Gobernador. ¿Dónde coños está la relación? Pero la sencilla infraestructura de guía, reportero y fotógrafo se violenta precipitadamente para volar a una desangelada oficina de Rosarito donde por speaker debo hacer la entrevista ¿Qué platillo de todos le gusta más Sr. Gobernador? Debo decirle y enfatizarle seriamente que todos y cada uno de los platillos que usted ha degustado son orgullos estatales y vienen a afianzar el sólido compromiso que este gobierno ha establecido con sus gobernados, gente trabajadora y orgullosa, y por qué no decirlo, la más trabajadora y orgullosa de todo el país. De acuerdo, de acuerdo, pero, ¿qué casa de vino le gusta más? Aquí debo reiterarle el sólido compromiso que mi administración tiene con todos y cada uno de los actores sociales de esta generosa región del país, sin lugar a dudas una de las más pujantes y comprometidas del concierto nacional.
El ejemplo 2 podría parecerme más macabro, quizá por tenerlo más fresco (ocurrió ayer). Pues tras el recorrido tan a gusto por iglesias, colegios y bibliotecas antiguas de una ciudad de Puebla soleada y con mujeres de pantorrillas regordetas, de pronto me salen con que hay que entrevistar a un Sr. Secretario de gabinete, el (dicen) delfin del gobernador y (dicen) más probable candidato a las siguientes elecciones para (dicen) tomar la estafeta de gobierno y (dicen) cuidarle las espaldas a las varias tropelías que (dicen) ha cometido el mandatario estatal en curso. Y todo ocurre tan de prisa y tan sin viene viene que antes de poder opinar algo tengo frente a mi a la asistonta del delfinito, estableciendo con astuta precisión la naturaleza de la entrevista: "preferiríamos que no apareciera al lado de otros aspirantes al cargo, para destacarlo a él", "preferiríamos una charla amable y relajada, que muestre el gran impulso y amor que mi jefe tiene por la región", "preferiríamos foto de tres cuartos claroscuros naturales que resalten su temple y decisión" , "preferiríamos enfocarnos en los programas que ha desarrollado con tanto éxito durante la presente administración".
Nada suele darme más lástima que esa adoración burocrática que suelen tener los subalternos del Sr. Secretario, ensayo a la obligada veneración que merecerían estos fulanos si se les llegara a hacer la silla grande. Me da mucha más lástima en las asistontas mujeres (en los asistontos hombres es como putín-pintoresco) porque tiene un resabio de mansedumbre hacia el Macho Alfa que según el caso se camuflajea en gurú, maestro, persona-simpatiquísima, hombre-de-ideas-claras y hasta ahí donde lo ves también es rebuen bailador. Pero más lástima debería darme yo, atendiendo las condiciones de asistonta y sabiendo que debo cumplirlas, que es el cobro por mi transporte-hotel-comidas y folletos de turismo. Mientras se negocia la entrevista, la asistonta llama por su nextel, se entera que el Sr. Secretario estará en tal mercado, o en tal parque, o en tal oficina, que se dignará en darnos cinco o seis minutos de entrevista que nosotros ansiamos (cof cof) publicar. Cuando cuelga nos sonríe: "está ocupadísimo, pero dice que qué padre y se está haciendo tiempo en la agenda para ustedes". Magnánimo trozo de mierda, pienso yo. Nos deslizan al fotógrafo y a mí la posibilidad de que atrasemos nuestro regreso hacia la tarde-noche que se desocupe el Sr. Secretario. Lamentamos no poder hacerlo, pero ya teníamos para la tarde cosas importantes qué hacer. ¿Habrá algo más importante que entrevistar al Sr. Secretario?, querría preguntar la asistonta pero se reprime y vuelve a usar el nextel. ¿Cuántas personas habrá entre la asistonta y el Sr. Secretario? Porque asistonta marca y de inmediato parece extenderse una complejìsima red poblana de comunicaciones, logìsticas y reconsideraciones que intentan consumar el absurdo: que el Sr. Secretario acepte una entrevista que no le interesa aceptar, de un entrevistador que no le interesa entrevistarlo, para una revista que tampoco mostrarìa el menor entusiasmo de publicar los conceptos y las visiones de tan Huidizo Personaje.
Total: terminamos en un acto polìtico más bien desangelado, en el que un pobre gordo de barbas canosas atizaba a una veintena de aburridos acarreados para que le aplaudieran al más bien triste gobernador. La asistonta nos invitó paletas heladas de nanche apenas supo que el Sr. Secretario de ninguna manera llegaría al acto. Sin pedir disculpas (hay que tener bien claro que el Sr. Secretario es el Sr. Secretario), la asistonta cruzó teléfonos conmigo para que haga la entrevista vía telefónica.
Lo peor ocurrió después, cuando ya rumbo al DF (un noble y esforzado comercializador de fraccionamientos residenciales tuvo a bien darnos el raite, después de haberle tomado fotos a su bonito fraccionamiento), llega una llamada de un Tal Sr. Ing. interesado en el curso de nuestro periplo. Habla largamente con el comercializador, parece que en tonos no amables, y parece que el motivo es nuestra negligencia por no haber logrado tener las Pertinentes Declaraciones del Sr. Delfincito Secretario. Tras una larga explicación que acaso de manera sesgada insinúa que posiblemente fuera el Sr. Secretario el culpable de que no se hiciera la entrevista, sin importar (porque eso en realidad no importa) que nos hubiera atrasado el regreso y casi hasta se nos obligara a gritar en el parque un chiquitibum al H. C. Gober., el Ing. pide hablar conmigo, y palabras más, palabras menos, me explica que:
1) Hicieron un esfuerzo impresionante para conseguir que el fotógrafo y yo viajáramos a la ciudad, y tuviéramos abiertos tooodos los espacios posibles para hacer nuestras entrevistas.
2) El Sr. Delfincito Secretario va emprendiendo su aún informalísima campaña, y es un momento ideal para que vierta sus interesantes conceptos en un reportaje... de bibliotecas antiguas.
3) De antemano sabe de la cooperación y el entendimiento de todos nosotros para que las declaraciones del Sr. Delfincito Secretario pueda leerse a lo largo y ancho del país entero, vía nuestra prestigiada publicación.
Como remate, una vez que Sr. Ing. cuelga, el comercializador que nos echa el raite precisa la información: "A ese señor con el que hablaste le debes el hospedaje y las comidas de este viaje".
Supongo que en esos momentos es difícil precisar que, con lo placentero y todo , estos viajes no dejaban de ser trabajo, con horarios precisos y extenuantes, y que aún con lo deliciosas de las comidas y lo magnífico de los lugares que visitamos y lo amables de todas las personas que nos atendieron, era TRABAJO, es decir: improvisar entrevistas, mantener el tono Visitante Distinguido que implica Especializada Formalidad, colaborar en la puntualidad y la discreción... no se nos regaló nada , mis compañeros fotógrafos y yo trabajamos tan profesionalmente como también lo hicieron nuestros guías y nuestros anfitriones. Fueron dos viajes espléndidos, pero fueron de trabajo. No se nos regaló nada.
Pero en lo que son peras o son manzanas, mañana lunes debo estar atento al telefonazo de Delfincito Secretario y escuchar esos conceptos que deberían lanzarlo a candidato a gobernador. Confío en que mi editor tendrá el tacto para que se pueda usar el material de esa entrevista sin que estropeé el espíritu del artículo original. Aunque también puede ser que no (el compromiso es muy grande, ingéniatelas para que quede al menos una declaración).
No deja de haber una sensación muy molesta de ser un peón que se usa para intereses varios, poco dignos, que iría en contra de cierta decencia personal. Ni siquiera hablo de convicción política, es el cómo coños introduces un comercial de campaña política en un reportaje de viaje con otro tono y otra intención. Me siento embarrado de mierda. ¿Sería consuelo pensar que varios amigos están en circunstancias semejantes, cumpliendo los caprichos de Maistros Culturales berrinchudos y prepotentes (la discreción me impide revelar que se trata de Tovar y de Teresa), redactando panfletitos para diputadetes nalgasmiadas (saludos Xiuh), reconociendo la Importante Labor del enanito neurótico que usa la banda presidencial (no hablo del legítimo, hablo del otro)? Es como los narcos: que se huelan sus diarreas entre ellos, que no lo salpiquen a uno.
Hablando de narco: ¿cómo se le puede hacer para asociarse con uno? ¿Por qué presiento que entre ellos hay más decencia y cabalidad?
Y hablando de diarreas, las comidas tuvieron repercusiones lamentables, que ocurrieron al mismo tiempo que un gerentito atildado nos presumía el diseño y la innovación de un hotel boutique de lo más cute. Conceptos postvanguardia, monumentos al descanso de los poderosos, regodeo del ingenio del diseño y en eso me agarró el corre-que-te-alcanzo y volé al baño cute del hotel cute. Y lo juro, lo prometo, lo firmo: serrano y cerril que es uno, nomás no supe dónde estaba el botoncito que jalaba la nauseabunda descarga. O bueno, sí lo encontré, pero estaba tan difícil encontrarlo que hubiera podido pasar como si no. Muerto de pena, tambièn con un orgullo barriobajero de perredista vulgar y nacón, dejé mi contribución a la creatividad del cute hotelito: retrete de diseño veteado en amarillos y ocres orgánicos. Tan ecológico yo.
martes, 17 de marzo de 2009
¿Cantará Yuri la Maldita Primavera?
I don't belong here
Thom Yorke
Thom Yorke
Una vez pasados los furores de las presentaciones de Radiohead en el Foro Sol, es momento de concentrarnos en la presentación que tendrá Yuri el próximo 26 de marzo en el Auditorio Nacional.
Yuri, la guapa jarocha, es sin duda una de las cantantes más esperadas por el público mexicano, tanto así que no ha faltado quien la haya nombrado, con toda justicia, como la "Madonna contemporánea". Excesivo o no, hay que reconocer su influencia en el movimiento pop nacional. Sin ella no se entendería la existencia de Flans, Fey, Linda, Julieta Venegas, Gloria Trevi, Belinda, Ely Guerra, Danna Paola, Natalia Lafourcade, Ximena Sariñana y muchas otras que han hecho época con sus inigualables voces y talentos.
Una de las preocupaciones más alarmantes de sus fans, es si en su concierto interpretará "Maldita primavera", ese clásico de los tempranos ochenta que la catapultó a la fama, y que inmerecidamente ha hecho que los fans poco conocedores la encasillen como una one wonder hit.
Es una vergüenza que se desconozca su importante trayectoria, que ha transitado por las reversiones italianas (Yuri: yo te amo te amo, 1983), el pop ochentero (Sui Generis, 1989), el regodeo erótico (Soy libre, 1990) y hasta la bobdyliana reflexión religiosa en Que tu fe nunca muera (2000). Muchas Yuris, de múltiples tesituras y variados mensajes, sin duda alguna una de las trayectorias más fructíferas en el pop nacional.
Hay quienes opinan que esta trayectoria basta y sobra para no cantar aquel hit ochentero, "Maldita primavera", himno generacional que redefinió toda una era con vino blanco, noche y viejas canciones. Sin embargo, otro importante sector de sus fans considera que bien podría complacer al público mexicano y hacerlos sacar sus encendedores, teléfonos celulares y videocámaras digitales al ritmo del histórico tema. Los foros de discusión se extenúan preguntándose si cantarla sería un acto de justicia con el público mexicano, o un desdén condescendiente hacia todos aquellos neófitos de su trayectoria, quienes, se dice, solamente irán al Auditorio por pose y moda.
¿Les gustaría que Yuri cantara "Maldita Primavera"? ¿O les parecería una falta de respeto hacia su público más fervoroso? Mientras seguimos con interés la polémica, acá dejo el video con el emblemático tema. Nos vemos el 26 de marzo en el Auditorio Nacional.
Etiquetas:
Glorias nacionales
viernes, 6 de marzo de 2009
A él no le gustas tanto: a mí nomás me interesó la escena del Home Mart
1. Antes del debraye que sigue afirmo categóricamente: A él no le gustas tanto (Ken Kwapis, 2009) es más mala que pegarle a un niño chiquito. Y sin embargo:
2. Pero antes: ¿por qué es tan mala? Y antes de eso: ¿de dónde surge una película tan mala?
3. Primero la segunda pregunta: A él no le gustas tanto parte de una idea tan obvia como El Agua Moja o Trabajar Cansa: si uno no busca a una chica con quien antes tuvo un encuentro, es simplemente porque no le interesa. A los cazadores de trivias les gustaría saber que la "idea" se acuñó en el capítulo "Pick-a-Little-Talk-a-Little" de Sex and the city, cuando Jack Berger, el novio en turno de Carrie Bradshaw, le suelta a Amanda la genial perogrullada. Lo que la haría destacable es que rompe con el mito que afirma que mientras más rudeza muestra uno hacia una chica, más interesado está por ella. A partir del postulado se escribió un panfletito sentimental tipo ¿Por qué los hombres aman a las cabronas?, con variaciones sobre el tema y consuelos superacionales para las chicas de hoy. Quien quiera perder el tiempo, por acá viene un resumen harto ilustrativo. Pero la idea, además de boba, ni siquiera alcanza a ser enigma, paradoja, silogismo o sabroso sofisma mañosón. No hay mucho qué hacer con tan simplón postulado. Luego entonces:
4. ¿Cómo se llenan 129 minutos con tan escuálida base? Con una historia central (la de Gigi (Ginnifer Goodwin) y Alex (Justin Long)) en la que se desbroza cuasiacadémicamente la genial premisa, acompañada de otras historias románticas que son variaciones al tema. La idea se agota en los primeros diez minutos, el resto es un agregado de situaciones chick flick para reírse, identificarse, especular y atizar la guerrita de sexos tan sabrosa para el Starbucks.
5. La peli es mala por un error formal: combinar los postulados de la comedia romántica (guerra de sexos, los contrarios complementarios, la frase genial que revela el enamoramiento, baladas y baladas y baladas de los grupos del momento) con historias minimalistas carverianas sobre la Desolada Desolación. Salvo la historia de Gigi y Alex, el resto de los cuentos no hacen reír. Ni siquiera alcanza a tener argumento. Son agregados previsibles de tópicos manidos: la pareja en la que él no quiere casarse; el adulterio conversado (que inventó Woody Allen) que hace a los amantes aedos de su "delito"; amores no correspondidos; y el tema de moda: la preferencia del mundo virtual sobre el real para evadir la relación orgánica. Y casi todas las historias aburren. Y casi todos los divos del género (Jennifer Aniston, Ben Affleck, Scarlett Johannson, Drew Barrymore, Jennifer Connelly) languidecen en comodísimo tono menor. Y ahora sí: y sin embargo:
6. La historia menos adultescente; en consecuencia, la del tono más desfasado del total de la peli: Janine (Jennifer Connelly) y Ben (Bradley Cooper) llevan años de aburrido matrimonio. Se casaron porque ella lo pidió y él se creyó cobarde po rechazarla. Pero Ben conoce a Anna (Scarlett Johannson) y he se avizora el adulterio. Janine nunca lo identifica: está más obsesionada porque su marido ha vuelto a fumar. Él carga el remordimiento del sancho, ella apenas lo adivierte (y Scarlett es hermosa). Entonces ocurre que:
7. Supermercado tipo Home Mart. Janine y Ben compran materiales para adornar su hogar. Ben quiere llevar un piso laminado que aparenta madera, Janine se niega, argumenta que las cosas deben ser auténticas, no fingir lo que no son. Ben se siente aludido, toma fuerzas y confiesa que se ha acostado con otra chica. Y la pareja se mira y contiene el aliento. Ben se adelanta a la gresca y anuncia que esa misma tarde se va de casa. Janine le pregunta si no piensa enfrentarlo, salvar el matrimonio. Ben duda diez segundos, como ha dudado durante diez largos años.
8. Durante esos diez segundos ocurre todo lo que excede al chick flick, a la propuesta mediocre, a la realización convencional, a las incongruencias piteras: la pareja se mira, contiene el aliento, el Home Mart es indiferente, sus mundos se vienen abajo y se dispara la pregunta: ¿cómo una escena tan buena puede hacer más malo el total de la película? ¿qué ocurre cuando el cine rebasa al cine y dos personajes saltan del cliché y muestran su humanidad azorada? Ben acepta quedarse en casa. La pareja camina devastada por los pasillos del almacen. En una coquetería que escapa a guión, director, actores, puesta en escena, Ben posa con cariño la mano en la espalda de Janine.
9. Jennifer Aniston hace chistes Friends absolutamente rebasados; Scarlett es hermosa y se quita su ropa de gimnasio solamente para ser más hermosa; Drew tiene una secuencia chistosona que hizo reír a la sala; el final es una calca de los monólogos de Carrie Bradshaw. Ocioso contar más. Pero la escena de Ben y Janine basta y sobra para confirmar el milagro del cine superando al cine, la combinación venturosa de dos buenos actores, con una escena de rutina, que por azares del oficio y el descuido, alcanza a tener un ápice de Verdad.
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martes, 3 de marzo de 2009
No correspondidos
Colectivo. El bebé me mira con esa aterradora curiosidad hostigante, el rostro de la madre es felino e hipnótico y sus tetas, meritorias. El bebé me mira, la madre mira que me mira, yo miro las tetas de la madre; el bebé me sonríe, la madre lo mira sonreirme y también sonríe; yo le sonrío al canalillo (los puristas le llaman "el seno") de la madre; la madre baja los ojos para indicarme que más bien debo sonreírle al bebé, pero yo no chambeo de niñero: no le sonrío al bebé y entonces la madre también deja de sonreírme; avanzo por la fila, inevitable pensar: "pinche vida".
Mas atrás del colectivo está la gente de siempre: la ausente, la malencarada, la prejuiciosa. Me siento cómodo entre ellos. Me pongo a leer.
Mas atrás del colectivo está la gente de siempre: la ausente, la malencarada, la prejuiciosa. Me siento cómodo entre ellos. Me pongo a leer.
lunes, 2 de marzo de 2009
Otro post en el blog del café y los cigarros
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¿por qué las mujeres no son como...?
domingo, 22 de febrero de 2009
Eve
Y a final de cuentas es simple la película de Wall-E, es la repetición sobresaltada inquieta melancólica arrobada del nombre de la amada, un mantra de tres letras que se matiza con angustia admiración necesidad deseo ternura o desasosiego, y es la calma de sentirte reflejado en la forma en que te nombra ella, que da sentido a algo que hacia afuera no se entiende, que lo tiene claro solamente la pareja que se nombra.
El resto es ecología de modita, tecnología impresionante, chistes disney cotorrones, música genial. Pero lo esencial es nombrarse: Wall-E, Eve, decir y escuchar los nombres y atisbar la plenitud
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