martes, 23 de junio de 2009

El consumo del voto

Es que ya me ha pasado, cuando estoy en uno de estos sitios vacacionales como de paquete McDonalds (¿Acapulco, suena?) y por todos lados aborda un pobre promotor jovencito angustiado pero con sonrisa optimista que quiere venderte un tiempo compartido, una membresía de club de golf, una promoción de tres tellas por el precio de dos y medias, que los oigo y que pienso, pues claro, pues pobres, me hablan de todas las bellezas de su producto porque en realidad quieren su comisión, me embrujan con el espejismo de despertar mirando la playa y tomar gin tonics hasta que amanece pero en el fondo están buscando su comisión; y neta que me gustaría ayudarles, firmarles el contrato y qué importa si después me esquilman, lo importante es que ellos tengan sus pesos para abundar el caldo de papas que tan miserablemente comen, pero al mismo tiempo -y aquí lo más angustiante-, pienso que yo no tengo nada que ver con su tiempo compartido, con sus tres tellas por el precio de dos ni con su campo de golf, que me venden algo donde yo no me reconozco, que me sentiría de lo más defraudado si les acepto la oferta y después los veo irse, gandallas y rapaces, sin importarles las estupideces truchas que me han vendido, a embaucar a algún estúpido más.
Eso pasa con los votos, con los que venden votos, con los que quieren convencerme para que actúe responsablemente y cruce el logo verde amarillo azul rojo naranja: que me hablan de cosas a las que yo no pertenezco, que aluden a seguridad ingresos oportunidades y pues uno sabe que eso no existe, que con el primer bono se olvida, que uno debe hallarse la vida con las propias garras, y que las propuestas políticas no son sino estorbos demagógicos que les sirve a los que después vivirán de eso, pero no a uno que más bien debe estar pensando en cómo eludir impuestos para no dejarles todo el dinero en sus bolsillos.
También me angustia que en su discurso externo me llamen ciudadano cuando en sus casas de campaña soy target, objetivo, porcentaje, voto-duro-voto-indeciso; que sus comentarios públicos sean esta atemperada recomendación para que uno asuma serenamente sus obligaciones ciudadanas pero que en sus casas de campaña solamente estén pensando en gráficas, porciones de poder, temores por los partiditos que desaparecerán y estrategias por los partidotes que carroñearán escaños, me hace pensar que mi voto sólo es importante para legitimar sus guerras privadas, o que ni siquiera les importa mi voto para legitimar sus guerras privadas: los lugares están asignados, sus intereses están claros, y más que mi voto les importa su discurso incluyente que justificaría que se les llame partidos.
Odio que una decisión personal, tomada de hace al menos tres años, de anular mi voto, se haya convertido en campaña a gran escala, aunque me consuela lo absurdo del cometido. También, acaso, sea el único remedo de actitud ciudadana, tan así que por eso tiene desconcertado a politólogos, promotores, estudiosos, representantes idealistas de la buena democracia. Lo carente de forma angustia y remueve; la carencia de forma de los anulistas o abstencionistas se aparece como una figura extraña para las porciones políticas bien demarcadas de la partidocracia; lo entusiasmante es su halo poético; lo angustioso es que las poesías épicas derivan en fascismo y temo el día en que aparezca un líder ciudadano que agandalle esa ambigüedad antipartidista. ¿Eso sería suficiente para considerar y cruzar el logo del menos pior? Tan mexicano, siempre aspirar aunque sea a lo menos pior.
Votar por los militares panistas, por la niñita perredista, por la experiencia príista o por las franquicias, es como si te invitaran a participar en la rifa de camionetas del Tec para que sus adorados niños hagan su viaje de graduación: es mirar de lejos una fiesta en la que no participas (¿y encima uno debe elegir quién de todos usará mejores trajes o beberá whiskys más caros?).
Prefiero votar por quién es más sexy, si Megan Fox o Jessica Biel. Ahí sí lo pienso largamente. Tampoco me toca tentarles sus partes íntimas, pero al menos las veo en las imágenes del google... imágenes más estimulante que un fulano de corbata intentando venderme su paquete político all inclusive que de seguro es trucho.

8 comentarios:

Débora Hadaza dijo...

yo no lo tenía decidido desde hace tanto pero no tengo credencial para votar asi que ... me libraré de hacerlo como casi siempre "por el menos peor" jajaja

si, si la tuviera también anularía mi voto

Defeña Salerosa dijo...

MAESTRO.

"También me angustia que en su discurso externo me llamen ciudadano cuando en sus casas de campaña soy target, objetivo, porcentaje, voto-duro-voto-indeciso"

No lo puede decir mejor, y sí, las elecciones son para legitimar desiciones ya de antemano tomadas.

Yo anularía mi voto. (pero perdí la credencial de elector también).

Leo dijo...

Es difícil... pero creo que me quedo con Megan Fox.

Anónimo dijo...

Tienes razón en todas tus apreciaciones, aunque quizá te faltó pesimismo -cosa rara-, porque en los partidos los que andan vendiendo el voto por una comisión tampoco se benefician -si lo piensas, en este país sólo unas cuatrocientas personas obtienen beneficios, mientras que los demás los producimos-. Me queda claro, por ejemplo que las rifas de las camionetas del Tec no benefician ni a los alumnos, ni a sus padres, ni a los maestros ni a los empleados -todo lo contrario, a uno como empleado le mandan spam permanente para que compre boletos vía nómina, hazme el recabrón favor-.
Lo que me cae un poco gordo es que esto del voto nulo tampoco se entienda a cabalidad y se esté transformando en moda buena ondita, así los que nunca tuvieron conciencia ni ideología ya no se sienten taaaaan mal.
Gran post, como sea. Y ya mero las chelas.

Olivier dijo...

Esa es la cosa ,compañero Rufián, si ud. tomó la decisión de anular el voto hace 3 años, como dice el comentario anterior, desgraciadamente ya se volvió la moda buena onda.
Lo peor y lo más sospechoso es esto: Yo, político corrupto e inepto, voy a promover que la gente, harta de mi corrupción e ineptitud, anule su voto para que me sirva de lección y aprenda que soy corrupto e inepto. ¿No será que hay algo más detrás de eso?

Por eso, lo invito a que haga como yo, abstencionismo consciente, ni una cola más.

Por otro lado, a mí también me gustaría votar por la más sexy; el problema es que nadie me pregunta. Sospecho chanchullo.

Kyuuketsuki dijo...

Ésta es, junto con la de Luis, una de las mejores entradas que he leído de razones para anular el voto. Razones personales, no las que promueven como loros con la campaña mediática de anulación, que no es mas que una muy pobre imitación de los hechos ficticios de Ensayo sobre la Lucidez.

En fin, entre Megan Fox y Jessica Biel, me quedo con la Biel. Fox está mas chichona pero mas flaca y la Biel está muy bien de formas (sobre todo ahora que salió disfrazada de Jessica Rabbit, ¡¡oaaarrr!!)

El hombre del traje gris dijo...

Yo pro eso voy a votar por Maite Perronchis, jajajajaja...

Pues si regreso temprano ese dia de pipopelandia ire a anularlo...

Rax dijo...

Lo que no me queda claro es qué pasa después de la anulación del voto: ¿igual nos lleva la chingada, pero al menos podemos encogernos de hombros y decir que no es nuestra culpa, que no somos los que votamos por la chngada llevadora? No sé, nadie me ha podido explicar eso: y luego de anular el voto ¿qué?
[Yo por eso digo, mejor barbitúricos y vodka con purecito de manzana, tenis nike nuevos y una bolsa de plástico en la cabeza, ya que nada vale la pena y todo está tan jodido]