sábado, 10 de agosto de 2024

El impostor y el pícaro

 


Llevo tiempo pensando en el síndrome del impostor, sobre todo desde que mi actual chamba me hace preguntarme a diario si estaré a la altura de las circunstancias, o si algún día se darán cuenta de que soy un merolico mareador. 

Cuando reconocen mi trabajo respiro aliviado y me permito cenar una hamburguesa con tocino, doble queso y papas fritas; cuando la cago y lo solapan con discretos carraspeos, corro a revisar mis moneditas de ahorro porque el Ángel del Desempleo empieza a respirarme en la nuca.

 El síndrome del impostor le ocurre incluso a la gente más brillante que podrías conocer. Gente de opiniones o ingenios deslumbrantes titubean ante la nueva encomienda —El Reto, nos enseña a decir la cultura laboral— y evidencia lo que siempre sabemos pero olvidamos, que a final de cuentas somos gente que nos pedorreamos y eructamos, que disfrutamos con tik toks sangrones y que tenemos chistes familiares que nomás a nuestra familia les da risa.

 Justo por ahí la impotencia del impostor: el engorro de ser solamente esa persona, con sus perros, sus gatos, sus relaciones de pareja desastrosas y sus oportunidades canceladas, contra la perfección impoluta del logo que nos contrata. ¿Cómo podemos estar a la altura de la Universidad de Oxford, Google, TechnoDevelopmentCorp o la Secretaría de Cultura del Estado de Michoacán? Porque acá la mercadotecnia juega con su intimidación amigable: apenas nos dan la bienvenida a ser parte de la familia Carso o Elektra o Movimiento de Regeneración Nacional, la inseguridad de tamaña responsabilidad nos empequeñece, desconfiamos de los años de estudio, de las experiencias en los lugares de trabajo previos, de nuestra luminosa personalidad que sólo conocen nuestras amistades cuando ya estamos muy borrachos (nosotros y las amistades). Todo lo que somos se desintegra ante la idea inmaculada del Corporativo, del Instituto, del Cargo. Y por ahí olvidamos algo más primitivo: que estamos ahí para sacar dinero (o un diploma que después intentaremos canjear por dinero). Y que además, el dinero siempre es menor del que mereceríamos.


 No suena raro que el tal síndrome del impostor se hubiera identificado hacia 1978, cuando faltaban cinco minutos para que iniciara la fiesta del libre mercado, con sus misterios sacros de Excelencia, Liderazgo, Eficiencia, Competitividad. Quien quiera participar de esta algarabía debe contar con todos estos atributos. Lo que sigue lo conocemos: horarios extenuantes para mostrar que se tiene puesta la camiseta, amistosas tácticas de bulliyng laboral para dejar claro quiénes tienen el pecho plateado, burnout que se alivia con la clase de yoga en la oficina, después de las ocho horas de oficina. Y a pesar de todo, nunca terminamos de ser suficientes para el cargo. El Impostor existe porque el Auténtico es un imposible. E insisto: con menos plata de la que merecería la jornada.

Cuando pienso en el síndrome del impostor de inmediato se me contrapone la figura del pícaro. Ya se sabe, clases de literatura: el Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache, el Buscón de Quevedo; pero más moderno el Charlot de Chaplin, Cantinflas antes de volverse oficialista, Huckeberry Finn, el Jim Carrey de Dumb & Dumber, Jeffrey Lebowski de El Gran Lebowsky, Jordan Belfort de El lobo de Wall Street y muchas de las heist movie —Ocean’s Eleven en versión Sinatra y versión Clooney, Perros de reserva de Tarantino—, Luisito Rey, incluso esa ranfla de pelafustanes que son Don Gato y su pandilla: marginales que sirve a uno o varios amos —La Iglesia, La Academia, La Aristocracia, El Gobierno— y que entre estropicios e ingenios resuelven lo que, por otra parte, ya era un sinsentido desde la misma concepción de La Autoridad.

El pícaro es más astuto que acreditado, más práctico que estratégico, más experto en parchar y remendar lonas arruinadas, que en erigir hermosas catedrales conceptuales. El pícaro tiene hambre, no puede perder tiempo en la angustia de pensar si merece estar ahí. Por cualquier razón, y quizá sobre todo por las incorrectas, es que está ahí. Lo que sigue es confiar, resolver, improvisar. Pero sobre todo, el pícaro sabe que La Autoridad, El Instituto, El Corporativo, son engaños, errores de origen (finalmente fueron creados por humanos, o por fantoches autoasumidos como genios del liderazgo) a los que hay que subirse para hacerse la vida. El logro del pícaro no está en hacer la Diferencia de Valor que pontifica el buen mercado, está en asumir su impostura, marear a quien lo emplea, resolver tan bien como se pueda y largarse lo más pronto, con los amigos, a las cervezas.

El Impostor y el Pícaro en realidad son la misma persona que sirve a un Amo: pero donde el primero va a terapia para enfrentar el Misterio Sacramental del Reto, el segundo ha aprendido a ser cínico. Y el cinismo del pícaro es el hermoso, el verdadero valor.

(Del 6 de ene. de 2022)

sábado, 18 de noviembre de 2023

¿Todavía sigue vivo esto? (o la recapitulación del bloguero entusiasta)


No sé qué pasó. 
O sí sé pero no quiero recordarlo. El caso es que dejé en suspenso este blog y me dediqué durante una década a seguirlo en Wordpress 

Confieso que ando un poco psicodélico, pero también apareció una razón menos poética: wordpress me avisó que pronto renovaría mi anualidad, bonito pago automático desde paypal por unos 800 varos, según la conversión de dólares a pesos. 800 varos que podrían servir para un ron, para alguno de los libros que tengo en las listas de deseos o para varias cajetillas de cigarros. Entonces me dio el codo y le dije que no gracias. Según lo que entendí desde la cancelación, aquel blog sería eliminado el 19 de diciembre de 2023, pero con la compulsión que traigo esta noche aproveché para darle copy-paste a todas las entradas y ya no tengo mucho temor de que se pierdan.  

Me abrí cuenta en el Medium,  Dejé un primer post que finge un próximamente para 2024, aunque no tengo la más puta idea de qué haría allá. Más de veinte años yendo del tingo al tango entre redes, plataformas, chats sexuales de mala muerte y espacios de chamba digitales, te enseñan que cada espacio tiene su espíritu, su propia respiración. De hecho, ahora que redacto acá, tengo la impresión de que recupero algo del ánimo que quedó en suspenso hace diez años que dejé abandonado este espacio.

¿Qué respiración tuvo la versión de este blog en wordpress? Da un poco de vergüenza reconocer y recapitular. Según lo que habré supuesto hace diez años, wordpress sería la oportunidad de hacer un blog más profesional, acorde a las ambiciones emprendedoras de los dosmilesdiez. Ser tu propia marca, tu branding. El blog como un espacio de promoción para que te leyera el círculo rojo y te invitara a espacios importantes y que te dieran plata. Y ahí estuve, de monito cilindrero, haciéndole gracias al cine, o a la grilla, o a la literatura, o a la crónica de moda y de novedad, o a ver qué de todo era chicle y pegaba. 

Reconozco: pegaron tres que cuatro cosas. Desde aquel blog (pero como extensión de éste, ojo) hubo chance de publicar en un par de sitios; estuvo bueno, pero no supe cómo darle continuidad. La larga lista de pretextos pueden condensarse en la palabra desidia, tan bonita palabra y tan olvidada por usar términos contemporáneos como ansiedad, síndrome del impostor, precariedad, procrastinación, bornout o dismorfia redaccional.

Sin embargo, logré publicar, y también vale agregar, mis últimas chambas, incluida la que tengo ahora, han tenido su punto de partida en las entradas del blog. Que si intento consolarme de mis intentos frustrados por escribir otras cosas, las entradas de allá, y las de acá, podrían ser un modesto ejercicio de escritura, más o menos constante, menos de lo que hubiera querido, más lo que hace el bloguero entusiasta que redacta tres entradas y luego lo olvida años y años. 

Pero también debo decirlo, el blog de allá *señala allá* estaba muy contaminado por el espíritu de aquella época. Había disciplina atormentada, mentalidad de tiburón chimuelo y muchísimo agobio, otro término que prefiero al contemporáneo de la ansiedad. 

Había que decir cosas importantes. Había que tener el punto de vista más sagaz y disruptivo. Si no tenías alguna buena idea, había que alimentar el sitio con algún chistorete de la temporada (y aun así me hizo gracia esto sobre los aluxes como funcionarios públicos de la 4T), o hay que hacer una crónica de barrio para mantenerlo vivo. Y puede notarse la pretensión cándida de publicar un post a la semana a inicios de cada año, que es cuando uno hace propósitos de año nuevo, y después todo se desbalaga porque el trabajo, porque la desidia, porque el presente perpetuo te abrasa y nubla todo propósito y cuando te das cuenta llegó octubre y no publicaste casi nada. 

 Este 2023 hice solamente tres posts, uno sobre Huesera, la peli de Michelle Cervera Garza que nos voló el cerebro, un ensayo entre naive y angustiado sobre los sueldos y pagué mi cuota de voracidad por la actualidad con un texto obvio sobre Succession, que alguna onda meritoria podría tener.  

(Y sin embargo, me gusta la última frase de esa última entrada, creo que describe perfecto mis intentos, mis fracasos y mis agobios. Es gran forma de darle final a aquel espacio"Finalmente eso somos los equis: bufones que bebemos cerveza y practicamos una ironía de perfil bajo, mientras todo se destruye.")

Pero no escribí mucho más. Hay razones objetivas: la carga de trabajo que impide sentarse y concentrarse en hacer un post que no trate de los temas de la chamba. Alguna razón más triste: cierto desaliento hacia la escritura. Tema amplio que se puede redactar después.    

Pero ahora, entre que la anualidad y el ácido, abrí el Medium y no sé qué hacer con él, pero también, entonces, regresé acá, a ver si todavía funcionaba. Y hasta el momento (todavía falta darle en publicar) todavía funciona. Ni saben el gusto que me dio. Ahora quiero quitar las telarañas, sacudir los sillones, abrir ventanas y que le dé la luz. De nuevo desde estas caracterizaciones de plataformas, se me ocurre que éste era un espacio más libre (ahora, mientras escribo, me siento con una redacción más libre, aun con lo farragosa) y que el intento del wordpress, fracasado o no (tampoco creo que haya sido un fracaso del todo) encorsetó cierta forma de escritura, porque la ambición profesional pedía más crispación y escrúpulo en lo que redactaba. 

Acá me siento regresar a la informalidad de los primeros posts (aunque confieso que me da vergüenza asomarme a ver cómo eran esos primeros posts). Recuerdo cosas divertidas, un casi cuento sobre mis batallas con un colchón, una crónica oscura con un vagabundo que encontraba en el Walmart, o ese otro casi-cuento de los Huaraches de metro Zapata. 

Pero ese blog (este blog), de esas épocas, traía ese impulso bloguero en el que creábamos comunidad desde leernos, comentarnos, asomarnos a lo que escribían los demás, pactar borracheras en el Covadonga (era barato) u otros sitios con buena cerveza y gente que se quisiera unir. 

Tengo claro que los tiempos han cambiado. Algunos de los solteros líquidos y eufóricos de esas épocas se casaron, se divorciaron, se hicieron madres o padres, perdieron el impulso de compartir su joie de vie. O quienes se profesionalizaron, o especializaron, o institucionalizaron, y ahora escriben con autoridad intachable desde los espacios y las estaturas de sus méritos laborales. Debemos ser los menos quienes nos quedamos anquilosados en dos que tres rutinas, que en su momento parecían espléndidas y cada vez se han ido volviendo más opacas. 

Entre la última entrada de este espacio y la que ahora estoy por publicar han pasado tres presidentes de México, tuvimos admiración por López Obrador y ahora nos ha decepcionado profundamente, pasaron las mejores series de TV ---Mad Men, Breaking Bad, Game of Thrones y, concedo, ciertos momentos de Succeeesssssion---, una pandemia tan larga que para algunos todavía parece seguir, montón de pelis memorables y muchas más que se nos han olvidado, las pelis de súperhéroes llegaron a su plenitud y ahora a su decadencia (y qué bueno, ya no las soportábamos), y Paul Mescal y Frankie Corio nos enseñaron a resignificar la canción de Under Pressure.

Hay mucho más que ha cambiado en esta década que va de 2013 a 2023, pero sería largo enumerar tantos gestos, tantas miradas, tanto que se dijo o no, tantas rabias y frustraciones, tantas esperanzas que se siguen mimando, pero cada vez más a solas; tantas declaraciones irónicas o furibundas o falsas que se vestían de ciertas, o ciertas que se siguen fingiendo falsas. 

No sé qué ocurrirá en este retorno a blogger. Lo único cierto, es que la época de wordpress se acabó. Iré subiendo algunas de aquellas publicaciones que creo que aún tienen vigencia. Y capaz después de sacudir y quitar telarañas, pueda reencontrarme con algo que valga la pena por acá. 

Y Medium, pues ya veré qué hago con él. 

martes, 30 de octubre de 2012

Turismo de aventura -y la explicación de por qué cada vez me cuesta más trabajo escribir sobre viajes

El artículo debe tratarse del azoro ante la naturaleza, de la sorpresa de las cascadas ocultas, del gratificante esfuerzo de las largas caminatas de exploración que terminan llevando a terrenos inéditos, fragantes de misterio. El artículo no debe tratar de la joda que me llevé caminando hora y media con zapatos que no estaban hechos para excursiones por el monte, ni de las maldiciones que ensayaba en la mente porque me habían prometido un viaje menos demandante y, ¿qué rayos estaba haciendo con cinco remedos de Rambo, más brioso uno que el otro, caminatas marciales y competencias por ver quién era el más bravo de todos?
Reúno adjetivos: impresionante, asombroso, majestuoso, intrépido, fascinante. Yo sólo quería regresar a la cabaña, tirarme en la cama, leer y fermentar mi mala onda. La cabaña que nos recibía tras la extensa caminata apenas tenía dos cuartos, tres camas, los excursionistas debíamos dormir juntos y confiar en la heterosexualidad del de junto, o aflojar carnes y cooperar y esperar que pronto terminara el viaje.
La hombría, la ostentación de la heterosexualidad, es el verdadero tema del viaje. Los Rambos se van bañando para quitarse el olor a barro, regresan con las toallas a la cintura, sacan de sus maletas desodorantes, bermudas y playeras. Son jóvenes y de ánimo ligero, muy contrario a mi amargura. Cuentan anécdotas divertidas de un tipo que tropezó en el arroyo y salió escupiendo charales, del que iba con diarrea cuando exploraron una cueva, del que fue picoteado por hormigas y creía que iba a morir por lo ostentosas de las ronchas. Se secan con toallas mientras recuerdan las anécdotas que se han contado -seguro- treinta, cuarenta, setenta veces, siempre que han hecho esta caminata. Luego alguno se queja de lo irritada que trae la espalda. Luego otro saca una crema, se la regaló su novia, nos dice que nos pongamos un poco. La crema huele bien. El de la crema dice que le gusta porque a eso huele su chica. Otro apunta el nombre, quiere regalársela a su novia. Viene la hora de las picardías, el tercero pregunta si saben de un aceite con olor a coco que pone a las mujeres muy locas. ¿Entonces con ese aceite la vuelves loca? El del aceite lanza sonrisa discreta. El aceite de coco la vuelve loca, entre otras cosas. Un cuarto que no ha hablado sorprende confiando el nombre de una espumita, la pones en las tetas de las viejas y ahí luego me cuentan. Todos imaginamos la espumita. Las tetas de las viejas. Siempre que se haga con respeto, claro, aclara el de la espumita. Todos estamos de acuerdo en tener respeto. Todos quisiéramos hablar de sexo pero lo hacemos con respeto. Ni modo de describir las faenas salvajes en las que las dejamos exhaustas y mansitas ante nuestra virilidad majestuosa. Más cierto: ni modo de confesar nuestras ejecuciones modestas que se compensan con charlas autocompasivas y series de TV que se comentan morosamente. Las mujeres, qué misterio las mujeres, no decimos ninguno pero cada quien se pierde tras una mujer que conoce y no conoce. El de la cremita confiesa que le preocupa la señal del celular porque su novia es desconfiada y dos días sin hablarse, seguro está pensando cosas horrendas. El del aceite de coco presume que su novia ya está acostumbrada porque ya la ha llevado a esas caminatas y sabe cómo son las cosas. El de la espumita pide opinión: la novia que se vuelve loca le ha hablado tres veces de casarse, no es que le saque al bulto pero, ¿casarse? El de la cremita dice que de pronto llega el momento y no queda de otra. El del aceite sugiere aguantar lo más posible porque después ya no se vive lo de antes y eso debe considerarse. El de la crema pontifica que, sin embargo, tarde o temprano hay que madurar. La palabra flota, tan femenina: madurar. El del aceite asegura: las mujeres se acostumbran a todo. El de la crema se lamenta: las mujeres no se acostumbran a todo. El de la espumita prefiere no pensarlo más, insiste en que compremos la espumita. Ponérsela en las tetas. Todos pensamos en las tetas. En la espumita. El olor de la crema nos envuelve, olemos a las chicas que no están con nosotros. Yo y mi amargura a cuestas, me pregunto si alguna vez han estado con nosotros. Pienso en los adjetivos de mi artículo. Impresionante, asombroso, majestuoso, intrépido, fascinante. Y solos. Hombres viriles heteros, que huelen a barro y a estar solos.

jueves, 4 de octubre de 2012

Psicoterapia Telcel

 Por supuesto, iba indignado. Y listo para recitar todas las formas lentas en las que creo que debe morir Carlos Slim. Ella lo sabía y por eso me dejó desahogar.
-Porque el puto Slim BLA BLA BLA al infierno con su BLA BLA BLA, putos monopolios de mierda que BLA BLA BLA, pero nos estamos organizando BLA BLA BLA; yo también soy 132 aunque sea de espíritu BLA BLA BLA, el que no brinque es Peña (y juro que brinqué: así era mi indignación).
La vendedora de Telcel me pidió mi número, tecleó rápidamente, constató que, en efecto, era momento de renovar mi contrato y cambiar de equipo.
-Yo le compré este cacharro -le enseñé el iPhone- a una chica por la mitad del precio que lo venden ustedes, le cambié el chip y aun con lo lento tuve el mundo que ustedes me negaban al alcance de mi mano: seduzco muchachas por Whatsapp, comparto a qué hora voy al único café al que voy en Foursquare, le tomo fotos a mis vasos de Starbucks y lo subo al Instagram. ¿Y ustedes qué han hecho por mi? Dime, menciona una sola cosa que ustedes hayan hecho por mí.
-Con sus puntos azules y su renta fija no puedo ascenderlo al iPhone 4 pero le alcanza para los Androids de esta hoja, revise y me dice cuál le interesa.
-Le diré qué me interesa -y mis ojos se inyectaron de sangre- me interesa una renta más barata, que limite mi red de datos porque quiero volver a salir a la calle y ver la vida: respirar el pasto, mirar los árboles, las ardillas y las mujeres en tacones, quiero pagarles menos para tener más calidad de vida, ahora seré yo quien los limite a ustedes y volveré a ser dueño de mi existencia.
- Renta más barata, de acuerdo. Mire estos Galaxys, tan bonitos, uno de ellos le puede servir.
-Me sirve volver a leer a Tácito, a Séneca, a Herodoto, esos pequeños placeres que he perdido por culpa de ustedes.
-Hay una aplicación muy amigable que se llama Alkido, ahí puede almacenar sus ebooks.
-¡No me interesa almacenar nada en estos artefactos! -bufé espuma rabiosa- ¡Quiero el olor del papel, del pan y la tierra mojada después de la lluvia! ¡Ya no me interesa seguir con este espejismo de la vida virtual!
-Estoy viendo que con la renta que quiere más bien le alcanza para estos Motorola, son más modestos pero con muy buena conectividad.
Y no entendí lo que me explicó de los pixeles de la cámara, la duración de la batería, el almacenaje de canciones, pero en la propaganda lo mostraba una rubia increíble y acepté. La vendedora siguió tecleando mientras yo trataba de explicarle con más detalle lo que me ocurría.
-No sé dónde quedó la vida, no sé dónde la perdí en esta borrachera del mundo 2.0. Entonces tomé decisiones: limitarme la conectividad para conectar mejor conmigo. Leer, escribir, escuchar álbumes completos y no sucumbir a las veleidades del shuffle; hablar con gente real y no con avatares de chichis que hacen daño y dan pena y se acaba por llorar.
-Firme acá y le entrego.
El aparatejo, más grande que el iPhone, sobrevivirá menos a la obsesión vintage pero por eso mismo será una suerte de delicatessen vintage. Pero no sucumbí a los recuerdos futuros, acepté la máquina con displicencia. Y ya preparaba los insultos de despedida cuando me dijo la mujer:
-Y no se preocupe que ya también le hice el cambio de chip. En pocos minutos su iPhone no funcionará más.
Palidecí. Un abismo insondable se abrió a mis pies. Sentí el vértigo del adiós y el olvido.
-¿CAMBIÓ EL CHIP? ¿CUÁNDO COÑOS LE PERMITÍ CAMBIARLE EL CHIP?
-Es para mejorar su conectividad. Cortesía de la empresa.
-Pero... ¿Y todo lo que tengo en el iPhone? ¿Contactos, mensajes, canciones que me dedicaron y dediqué, emoticons de cervezas y ligueros que prometían cervezas y ligueros reales? ¿Todo eso a dónde irá?
-Todo eso nunca existió. ¿Y no que quería deshacerse de todo eso?
-Sí, pero yo quería ser quien decidiera cuándo.
-¿Entonces vino a gritar sus bravuconerías solamente para compadecerse a sí mismo y no crearse un compromiso firme de cambiar?
-Mis fotos... la de la noche aquella en el Hotel Marlowe...
-Quítese la costra rápido, joven. Así duele menos. Digo, le duele ahorita, pero mañana que ya le entienda al Android estará listo para nuevas pics.
Me recargué en el mostrador y la miré intensamente a los ojos.
-Me siento patético. Es un teléfono de mierda, nada más eso. Nunca he endiosado a Apple, no compré la biografía de Jobs ni vi sus discursos en Youtube. Para mí esto -agité el iPhone- es un celular, y un celular es como una licuadora. Prefiero la licuadora, hace salsas, son reales, pican. El iPhone no. Pero cambió el chip y sentí un vacío. Sentí que perdía un hogar, ahora soy un damnificado, peor que el que vive un terremoto en Haití. Me siento muerto, me siento sin nada. No puedo creer que me esté pasando esto a mí.
Ella suspiró.
-Mire a su alrededor joven. Primero las propagandas: muchachos en una carretera. Muchachos en un globo. Muchachos en una fogata. Muchachos en un puente. Ahora vea a los demás clientes: ¿dónde está la carretera, el globo, la fogata, el puente? Vea sus gestos ansiosos, cómo disimulan sus carencias, cómo disfrazan sus miserias con arrogancia geeks. ¿Cree que vienen por teléfonos? Vienen por las montañas pero sólo tendrán recámaras polvosas. Vienen por el mar porque ya no escuchan cómo gotea la llave de agua en la cocina. Pero no lo saben y por eso buscan lo que usted ya supo que es falso: las fotos, las canciones, las promesas, las alianzas. Usted ya lo sabe, pero todavía no sabe cómo deshacerse de todo esto. Por eso le doy un Android. Cuando esté listo para la renuncia podrá regresar a los orígenes, el Nokia monocromático 1200.
-Pero los mensajes, señorita...
-No tenga miedo, va por buen camino. Ande, Telcel le regala un termo para cuando regrese al ejercicio.
Salí arrastrando los pies, hombros caídos, mirada perdida. Frente a mí pasó una anciana jamona que eructaba chorizo. La vida, me dije. También me di cuenta que me hacían falta cigarros.



domingo, 2 de septiembre de 2012

La Canción del Vino Especiado y el Hidromiel de George R. R. Martin


Apenas leo tres páginas y ya voy de bocafloja al tuiter a decir que la prosa de George R. R. Martin -el autor de la extensa saga Canción de Hielo y Fuego que ahora se adapta para serie de TV en la famosa Game of Thrones- es pobre y convencional, sin gran juego de lenguaje ni pretensiones de estilista, pero me voy tragando la bravata -más bien, voy matizando exabruptos- según avanzan los tabicotes de la novela: sigo creyendo que elige una forma narrativa práctica -esa estilo: "la marquesa salió a las cinco" de la que se burlaba Valery- y que no busca el regodeo en la forma, pero porque su interés se encuentra en presentar y darles volumen a montonazo de personajes que las solapas del libro comparan más cercanos a Shakespeare y Homero que al fantasy acartonado de juego de rol. Pero la intención no era repetir lo que en otros espacios ya han dicho de mejor manera: sobre la complejidad de los personajes, la versatilidad en recrear escenarios tan contrastantes como bosques ensimismados, metrópolis mustias o desiertos mucho más vitales de lo que su aridez finge -como suele ocurrir con todos los desiertos; también me guardo para otras parrafadas el emocionante momento en el que el gnomo Tiryon Lannister recuerda cuando conoció las osamentas de los dragones que asolaron a los Siete Reinos algunas décadas atrás, escena de una belleza enigmática por la devoción casi infantil con la que el Lannister marginado va revisando los esqueletos, paleontología fantástica que fisgonea la historia y el mito y acaso anuncien que toda la saga tiene su origen en este solitario asombro.
De carácter menos épico, pero que le da una dimensión más cotidiana (y se supondría, entonces, más verosimil), es un gozo ir revisando lo que comen los honorables Stark, los intrigosos Lannister, los cuasimonacales Guardias de la Noche o la Madre de los Dragones en su reino primitivo. Si se le debe reconocer a Martin su erudición para describir lo mismo una gran ciudad medieval que una casi-hacienda en el bosque, también se debe admirar su afición sibarita que en su gran novela sugiere un recetario amplio y apetitoso. Sin ser de lo más exhaustivo -y en el entendido que apenas voy hincándole el diente al tercer tabique de la saga-, ahí van algunos ejemplos de lo que comen reyes, guardianes y nobles de los Siete Reinos, el Muro y el otro lado del Mar Angosto:

Daenerys Targaryen es ofrecida como esposa al semibárbaro líder de los dothrakis, Kahel Drogo. Las costumbres de su pueblo son salvajes y en consecuencia voraces. Y así comen:
"Se atiborraban de carne de caballo asada con miel y chiles, bebían leche fermentada de yegua y los excelentes vinos de Illyrio hasta embriagarse por completo, y se intercambiaban bromas y puyas por encima de las hogueras con unas voces que a los oídos de Dany sonaban ásperas y extrañas.
Y así rinden tributo a su nueva reina:
"Los esclavos ponían ante ella trozos de carne humeante, gruesas salchichas asadas y empanadas dothrakis de morcilla, y más tarde frutas, compota de hierbadulce y delicados pastelillos de las cocinas de Pentos, pero ella lo rechazaba todo. Tenía el estómago del revés, y sabía que no podría retener nada."
En contraste, para los festejos de bienvenida a Ned Stark como el nuevo Mano del Rey, en la corte de la cosmopolita ciudad Desembarco del Rey se presenta el siguiente menú:

"Una sopa espesa de cebada y venado. Ensaladas de hierbadulce, espinacas y ciruelas con frutos secos por encima. Caracoles en salsa de miel y ajo. Sansa no había probado nunca los caracoles, así que Joffrey le enseñó a sacarlos de su concha, y él mismo le puso el primero en la boca. Después sirvieron trucha pescada en el río aquel mismo día, horneada en barro; su príncipe la ayudó a romper la envoltura sólida para dejar al descubierto el pescado jugoso. Y cuando se sirvió la carne, él mismo le ofreció la mejor tajada con una sonrisa seductora. Sansa advirtió que el brazo derecho todavía le molestaba al moverlo, pero en ningún momento se quejó. Más tarde se sirvieron empanadas de pichón y criadillas, manzanas asadas que olían a canela, y pastelillos de limón bañados en azúcar, pero para entonces Sansa estaba tan llena que apenas si pudo comerse dos pastelillos, por mucho que le gustaran."
Los Guardias de la Noche, custodios del Muro que separa a las amenazantes Tierras Libres de los Siete Reinos, hacen comidas simples en su preparación pero de resultados deliciosos. Así se festeja que Jon Nieve y sus amigos vayan a ordenarse como nuevos guardias:
"Los ocho futuros hermanos devoraron un festín de costillar de cordero asado con ajo y hierbas, adornado con ramitas de menta y con guarnición de puré de nabos amarillos que nadaba en mantequilla.
"—Viene de la mesa del mismísimo Lord Comandante —les dijo Bowen Marsh.
"Había ensaladas de espinacas, garbanzos y nabiza, y de postre cuencos de arándanos helados y natillas."
El mercader que le ofrece a Dany vinos -y entre ellos uno envenenado porque el rey Robert Baratheon ha ofrecido una recompensa a quien la asesine- le recita las distintas maravillas que vende:
"—Tintos dulces —proclamaba en excelente dothraki—. Tengo tintos dulces, de Lys, de Volantis y del Rejo. Blancos de Lys, coñac de peras de Tyrosh, vino de fuego, vino de pimienta, néctares verdes de Myr. Cosechas de bayas ahumadas y agrios de Andal, tengo de todo, tengo de todo. —Era un hombrecillo menudo, esbelto y atractivo, con el cabello rubio rizado y perfumado a la moda de Lys. Cuando Dany se detuvo ante su puesto, hizo una profunda reverencia—. ¿Quiere probar algo la khaleesil Tengo un tinto dulce de Dorne, mi señora, su sabor canta a ciruelas, a cerezas y a roble oscuro. ¿Un barril, una copa, un traguito? Después de probarlo le pondréis mi nombre a vuestro hijo."
Un ejemplo de cocina popular, que no puede comer la pobre Arya Stark cuando huye del castillo donde han apresado a su padre, pues no tiene dinero siquiera para un estofado:
"(...) había tenderetes con calderos en cada callejón, en los que hervían guisos que llevaban años al fuego; allí se podía cambiar media paloma por un pedazo de pan del día anterior y un «cuenco de estofado», y hasta te ponían la otra mitad al fuego y te la asaban, siempre que uno mismo le quitara las plumas. Arya habría dado cualquier cosa por un tazón de leche y un pastelillo de limón, pero el estofado tampoco estaba tan mal. Por lo general llevaba cebada, trozos de zanahoria, nabo y cebolla, y en ocasiones hasta manzana, y siempre había una capa de grasa en la superficie. Ella procuraba no pensar en la carne. Una vez le había tocado un trozo de pescado."
Del segundo tomo, Choque de reyes, un banquete en un torneo puede volverse metáfora de la inexperiencia de la tropa del aspirante a rey Renly Baratheon, pues cuando están al borde de la guerra  la imaginan como un cuento candoroso de heroísmo que caza a la perfección con un festín opulento:
"Porque comida había en abundancia. La guerra no había afectado a la legendaria generosidad de Altojardín. Mientras los bardos cantaban y los saltimbanquis hacían cabriolas, el banquete se abrió con unas peras al vino y prosiguió con rollitos crujientes de pescado a la sal, y capones rellenos de cebollas y setas. Había granes hogazas de pan moreno, montañas de nabos, maíz y guisantes, jamones inmensos, gansos asados, y platos rebosantes de venado guisado con cerveza y centeno. A la hora del postre, los criados de Lord Caswell sirvieron bajdejas de dulce hechos en las cocinas del castillo cisnes de crema y unicornios de azúcar, pastelillos de limón en forma de rosa, galletas de miel especiadas, tartas de moras, tartaletas de manzana y ruedas de queso cremoso"
Mientras que los atormentados Greyjoy, Hombres de Hierro de hábitos austeros, se distinguen por los banquetes modestos:
"El banquete era exiguo: una simple sucesión de guisos de pescado, pan negro y cabra poco especiada. Lo más sabroso, en opinión de Theon, fue una empanada de cebolla. la cerveza y el vino siguieron corriendo mucho después de que se retirase el último de los platos"
En el enigmático capítulo donde llevan a Daenerys a la Casa de los Eternos, para entrar le dan de beber "un líquido espeso y azul: color-del-ocaso, el vino de los brujos". Y al probar:
"el primer trago le supo a tinta y a carne podrida, nauseabundo, pero cuando lo tragó sintió como si cobrara vida dentro de ella. Fue como si unos tentáculos se extendieron por el interior de su pecho, como si unos dedos de fuego se le enroscaran al corazón, y se le llenó la lengua de sabor a miel, a anís y a crema, a leche de madre y a la semilla de Drogo, a carne roja, a sangre caliente y a oro fundido."
Y el último, para no abrumar: cuando Tyrion y su hermana Cersei se juntan para cenar. Será una reunión llena de intriga y golpes bajos. Pero mientras planean sus estrategias de ataque:
"La mesa de Cersei estaba bien surtida,aquello era innegable. La cena comenzó con una crema de castañas servida con pan crujiente recién hecho, y verdura con manzanas y piñones. Luego se sirvió empanada de lampresa, jamón asado con miel, zanahorias rehogadas en mantequilla, judías blancas con tocino y un cisne asado relleno de setas y ostras."
A veces veo películas de los setenta y ochenta de la Ciudad de México, sabiendo que son malas, solamente para fisgonear calles que voy relacionando con la infancia o la adolescencia. Ya no me atrevo a insistir que la prosa de Martin sea pobre, pero sí reconozco que mucho del morbo de seguir leyendo -además, claro, de las relaciones de los personajes, de los momentos irónicos de Tyrion Lannister (mi favorito), la picaresca de Arya o las misteriosas exploraciones a lo desconocido de Jon Nieve- es toparme con otro banquete, incluso simples desayunos o cenas que con sus vinos especiados y vasos de hidromiel hacen salivar y correr aunque sea por la triste tortilla con sal que puede conseguirse en este reino democrático y justo (Calderón dixit) de la realidad.
No recuerdo -y tampoco es cosa de volver a revisar las dos temporadas que ya existen- si la serie de TV se ha solazado tanto en mostrar banquetes, comidas, cenas entre los personajes de Game of Thrones, quiero creer que con la moda ya habrá algún restaurant carísimo en Nueva York o Los Angeles que reproduzcan estos platillos, o al menos que ya exista un recetario de la comida de los Siete Reinos; habrá que averiguar para pedirlo ya por Amazon.
Y es cierto: la saga de Martin no es un paradigma de lo literario, pero sí es un banquete robusto y consistente de lo narrativo. Libros gordos, jugosos, más semejantes al buen bife de los Stark, que a los frugales canapés de las narrativas microfashion que tan en boga están. Y ya no sé cómo terminar el post, lo hago abruptamente: para seguir leyendo el tercer tomo, a ver qué guiso se va preparando en la opulenta Fortaleza Roja donde hasta la página 250 del tercer tomo siguen rigiendo los Lannister. Que los Dioses Nuevos bendigan sus especiados alimentos.

PD: Listo, acá está el blog donde se habla de la comida de las novelas de Martin y la serie de TV... tiene además el encanto de contar cuáles podrían ser los platillos originales en los que se basó el escritor para después describirlos en sus novelas.
Y se agrega  un libro de cocina -A Feast of Ice & Fire- que se antoja tener al ladito de la estufa. Y nomás para los geeks de la serie, miren qué lema tan naiz: In the Game of Foods, you win or you wash the dishes. Provechito, pues.

martes, 29 de mayo de 2012

Del 131 al 132


¿Cómo caracterizar a los participantes del movimiento #YoSoy132 que por fin le puso emoción a la antes desangelada campaña 2012 por la Presidencia de la República? Se me ocurre:

1) En el post anterior sugerí importante en el video de los 131 de la Ibero el deseo de afianzar su identidad. Más que el mensaje contra Peña Nieto era reivindicar su autonomía frente al cliché del niño-Ibero-RBD. Ahí no supe cómo agregar un detalle que me pareció revelador: daban su número de matrícula, mostraban su credencial, pero bien se cuidaban de dar apellidos. María José L., Alonso G., Karen M. Mi supuesto inmediato: se muestran pero se cuidan del secuestro. Y siguió el fantaseo sociológico: la gran mayoría de estos muchachos, parte de la clase media alta y alta, han desayunado, comido y cenado con las horrorosas historias del secuestro. Quizá varios de ellos han tenido una experiencia cercana. Y desde este imaginario viene la mesura y la paranoia. Al menos una década de anécdotas pavorosas, que hacen de la ciudad y el país un territorio inhóspito para ellos, de ahí el ghetto autoimpuesto de tres colonias nice con guaruras y sistemas de seguridad intimidatorios que segregan y autosegregan (y quien necesite una ilustración estremecedora busque la película La zona de Rodrigo Plá). El resto de la ciudad -del país- era para ellos un territorio fantástico, al estilo del Lejano Oriente que describe Marco Polo, con seres monstruosos-cuasi-lovecraftianos como secuestradores, nacos, resentidos sociales, pachucos, cholos y chundos, chichifos y malafachas. Para muchos de ellos, "bajar" al Centro Histórico del DF podía suponer un viaje iniciático, no exento de retos y peligros por lo desconocido. Pero ahora, la urgencia de manifestar una convicción política los hizo arriesgar matrículas y crecenciales, abirse al resto del país y mostrar sus rostros, aun contra los escrúpulos de los padres. El reto no solamente fue contra Peña Nieto y el priísmo, también contra el miedo al México amenazante, ese del que sus mayores se protegieron hace seis años al votar por Calderón y comprar la consigna siniestra de López Obrador como el "peligro para México". El video, entonces, opera como 1)  rechazo al viejo régimen, 2) ejercicio de identidad, pero además es 3) confrontación contra los padres y las generaciones previas, medrosas al México naco que capitalizó el PAN en 2006. Con su video, los 131 también recuperan una ciudad y un país.

2) Los 131 están a punto de ser 132 y esa transición los lleva a la entrevista con Carlos Loret de Mola. Se les ve verdes, no tienen el colmillo de cualquier estudiante grillero de Ciencias Políticas de la UNAM. Pero en su ingenuidad también está su encanto: se recupera un ejercicio, si se quiere naif, de college movie en el que quince amiguitos hacen planes para enfrentar al maloso que quiere destruir un bosque para construir un centro comercial. La diferencia es que aquí el reto es tan real como ambicioso. El villano fársico es Peña Nieto y su horda de prinosaurios, lo que se defiende no es un bosque, sino una nación. Y aquí la opinión del país está al pendiente de lo siguiente que harán.

3) Lecciones de real politik. El miércoles 23 de mayo se organiza el mitin #YoSoy132 con el plan cándido de intercambiar libros y pintar mantas con reclamos a Televisa y los candidatos. En eso el Pejeback Writer Paco Ignacio Taibo II les agandalla el micrófono, dispuesto a lanzar la arenga, capaz le sale tan chula como la que lanzó el pasado domingo en Tlatelolco, en un mitín de jóvenes con Andrés Manuel López Obrador. Pero los estudiantes protestan. "Apartidista, apartidista", la consigna opera como requisito para la legitimidad. Y el novelista  planta dilemas de realidad: “me parecen muy extrañas las declaraciones de neutralidad, o díganme ¿quién aquí va a votar por Peña Nieto?"
Minutos después, la convocatoria se desborda y el mitin friendly pide marcha hacia el Ángel de la Independencia. Los convocantes todavía creen que pueden manejar el tumulto: sugieren que se haga una cadena humana y se transite por la acera de Reforma. La raza de UNAM, Poli y UAM no obedecen. Si la "cadena humana" es una idea que viene de manifestaciones al estilo gringo o europeo -civilizado y todo goe- el aprendizaje de los estudiantes de las universidades públicas viene del 68 y el 86 y el no tan lejano 99-00. Ellos saben del simbolismo histórico que tiene "tomar la calle" y se desbordan a todo lo ancho de Reforma. Aquí se ha trascendido la candidez del video 131 y el reclamo democratizador adopta las formas tradicionales de los movimientos estudiantiles mexicanos. la tradición se refrenda con lo que se habla mientras se camina: hay que instaurar una asamblea universitaria, hay que redactar documentos y proclamar planes de acción unificados. Lo que los distingue de los movimientos previos: el vehículo de confluencia es internet y  las redes sociales. Y otro más: aunque es obvia la mayoría de estudiantes de universidades públicas, estos respetan el primer impulso de las universidades privadas. Reconocimiento pero también estrategia: los estudiantes de la UNAM saben que desde la extenuante huelga de 1999-2000 se deterioró su imagen política ante la opinión pública, y serán fácilmente tildados de porros, grillos, revoltosos. Y que la "novedad" de los universitarios Iberos lo dota de frescura y originalidad al reclamo que en ellos hubiera sido obvio y fácilmente censurable. Pero también, los de las públicas aportan la experiencia política de la que adolecen los universitarios de las privadas. Y al menos mientras se cumplan las fechas de las elecciones, en este momento la alianza se antoja benéfica para todos los grupos.

4) ¿De verdad es tan ingenua la banda Ibero con su activismo? Se vale ensayar otro argumento: el estilo de la política en las universidades particulares no posee las "habilidades" (pero tampoco los vicios) de las universidades públicas, pero se han fogueado en otras arenas de actividad social, que a veces parecerían risibles pero al menos tienen su virulencia como campos de entrenamiento. Los de las universidades privadas están lejos de discursos abiertamente de izquierda -los mismos estudiantes de las públicas saben rebasados conceptos tipo "lucha de clases", "dictadura del proletariado"- pero han aprendido el ejercicio ciudadano de la protesta en causas más cool, si se quiere. De pronto es la defensa y el rescate de los animales callejeros. O más beligerante, las protestas antitaurinas. Y engañados o no, Starbucks hace reflexionar sobre comercio justo. Y como además de ecológico y ciudadano es trendy, hay que treparse a una bicicleta y apropiarse desde la foto Instagram del espacio público. Y aunque sea ajeno, recolectan víveres y donaciones para el terremoto de Haití o de Chile. El que atañe íntimamente: las batallas sobre manejo libre de información en internet (¿alguien recuerda el #internetnecesario?). Temas más serios, pero también más propios de individuos que de "clases": apoyar el matrimonio y la adopción gay, manifestar adhesión o rechazo a la legalización del aborto, salvar la reserva espiritual de Wirikuta, treparse a algún reclamo ambiental que involucre manglares, bosques o animales en peligro de extinción. No son las causas clásicas y fundamentales, como conquistas laborales, justicia agraria, derecho a la vivienda, representaciones sindicales, pero implican ejercicios ciudadanos que les permite reconocerse como tales y comprender que su reclamo, aun visceral y desordenado el día que los visitó Peña Nieto, contiene una sustancia legítima y trascendente. Es la democratización de los medios electrónicos, es la protesta ante un candidato -y posible presidente- que parece más expendedor melodramático de fast food que político de verdaderas miras, es la preocupación por otro sexenio tan inútil y lamentable como el que está muriendo, es una toma de conciencia ante un estado de las cosas que redujo a los jóvenes a un nicho de mercado para venderle conciertos y gadgets. Y la revancha viene justamente desde la tecnología evasora: si este movimiento tiene empuje, justamente es gracias a las herramientas tecnológicas que supuestamente eran juguetes para la evasión.

5) Una foto:

Y en contrasentido, una colección de preguntas incisivas de Carlos Ramírez en El Financiero:
8) ¿Se atreverán los de la Ibero a criticar las posturas conservadoras de los sacerdotes jesuitas que se han alejado de la realidad social, en tanto que los dominicos son los que construyen comunidades sociales de base y denunciar al salinismo que sigue dominando la ideología educativa de la universidad? ¿Tardarán mucho los estudiantes de la Anáhuac en arremeter contra los Legionarios de Cristo -dueños de esa universidad- por las trapacerías de abuso sexual del padre Maciel? ¿Cuándo los estudiantes del Tec de Monterrey se van a rebelar contra el formato educativo de esa institución que busca formar empresarios para el sistema de distribución inicua de la riqueza? ¿Y exigirán los estudiantes de economía del ITAM cambiar la doctrina neoliberal que les enseñan como reproducción de la Universidad de Chicago de Milton Friedman y que los convierten en Chicago boys mexicanos por una economía social?
Parece temprano para imaginar hasta dónde llegarán las preguntas de los 132. Su objetivo alcanza hasta el 1° de julio; el resultado de las elecciones seguramente decidirá el rumbo del movimiento: la unidad que trascienda la coyuntura política, la atomización, la complejidad o frivolidad de las siguientes preguntas. Pero el inicio del ejercicio entusiasma, en una sociedad que se había resignado a una presidencia de telenovela, a una cobertura mediática complaciente y sin esfuerzo, a una generación joven que se creía limitada a foros de animes y grupos indie.
Probablemente fracasarán, como debe ocurrirle a todas las generaciones. Pero de ese fracaso saldrán las voces, las ideas originales, que le den frescura a la partidocracia caduca mexicana. La generación que le dará algo al país en los siguiente años no se está formando en los partidos políticos, o en los medios de comunicación tradicionales. Se están haciendo en las calles que van tomando. Y apenas van aprendiendo a crear sus discursos. Son torpes, balbuceantes, pero tienen el prodigio del riesgo, del desparpajo, de la imaginación.


Y sí, este post está dedicado. Ya sabes quién eres ;)

martes, 15 de mayo de 2012

131

El video de los 131 estudiantes de la Ibero semeja aquella campaña de redes sociales que ocurrió hacia septiembre de 2009 y que todavía muchos recuerdan; trataba de una señora desconfiada de los tuiteros perversos violadores salvajes y siniestros, quienes traficarían con los órganos de su adorable hijito Webbie Granados. Una convocatoria a cargo de Jorge Pinto desbordó la ocurrencia y permitió atisbar el universo real de los 2.0: en el blog Sra. Granados se improvisó un jocoso collage de fotos de universitarios, preparatorianos, ninis sonrientes, aspirantes a hipsters, entusiastas de la faveada crusherosa, exhibicionistas francos y procrastinadores aguerridos, quienes al poner nombre y rostro a sus arrobas también creaban una feria de la identidad que bien podría ser potaje espeso para cualquier sociólogo en busca del tema de su tesis perdido.
El asunto ahora es más serio: el candidato priísta a la presidencia Enrique Peña Nieto acude a la Universidad Iberoamericana, básicamente a soltar las mismas frases prefabricadas con las que su partido ha estado saturando bardas y televisores. La sorpresa ocurrió cuando los estudiantes de la Ibero, de manera espontánea, empezaron a confrontarlo y le gritaron sapos y culebras, lo corretearon por las instalaciones del campus y lo hicieron marcharse de una forma definitivamente ridícula. Por supuesto que hubo resonancias: la tuitósfera fascinada, el presidente del PRI Joaquín Coldwell se lamentó de los "grupos no representativos de la universidad que incurrieron en faltas de respeto" y periodistas lambiscones tipo Ferriz de Con y Pablo Hiriart se apresuraron a adjudicar el zafarrancho a las perniciosas huestes de López Obrador.
Entonces viene el acaso más importante capítulo de la historieta, y es el video de los 131 alumnos de la Ibero. Que como aquel ejercicio de la Sra. Granados, sobrepasa su propósito. Porque de inicio se trata de la respuesta que dan los estudiantes de la Iberoamericana a los desdeñosos comentarios de Joaquín Coldwell y Arturo Escobar, vocero de la franquicia fascista Partido Verde, cuando describen que apenas un puñado "no representativo" buscaron desestabilizar el espíritu plural de la universidad. En el video los alumnos enfatizan en que no son "acarreados, no porros y nadie nos entrenó para nada." Y sigue la  galería de estudiantes que dan su nombre, muestran su credencial y miran de frente a la cámara; rabiosos unos, con solemnidad otros, haciéndose de paso las guapas las que tienen con qué.
La interpretación más superficial celebra el video por su afán mitotero de confrontar la arrogancia priísta, tan llena de argumentos y pretextos para trivializar el abucheo a su candidato (control de daños que le dicen). Pero si se observa las miradas concentradas, los ceños fruncidos, si es escuchan las voces retadoras de algunos estudiantes, se va comprendiendo en los 131 Iberos una urgencia de existir, de hacer su espacio en el país.
El estereotipo de los estudiantes de la Ibero los convierte en hijos de papi, adinerados ociosos quienes saben que sus puestos de trabajo los están esperando desde antes que elijan su carrera, fines de semana en Valle y party en los bares de Palmas, anorexia y bulimia como deportes introspectivos extremos, boletos platino para los conciertos y vacaciones en Estados Unidos (los jodidos) o Europa (y el mochilazo no es única opción sino gusto por la aventura goe). La discriminación a la mexicana que se ha evidenciado con más fuerza desde las campañas políticas de 2006 ha ido en doble sentido, y así como hace de las clases medias un enjambre apestoso de proletarios, jodidos, gatos asalariados, también caracteriza a las clases altas con crueldad.
¿Por qué visitó Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana? Porque en teoría se trata de una institución incapaz de ponerlo en situaciones incómodas, y eso de paso le permitiría grabar escenas conmovedoras de un candidato que sí sabe acercarse a los estudiantes. Y esta cualidad se trastoca en insulto: la Ibero como un espacio acrítico, apático, con una memoria histórica acomodaticia. Ir a la Ibero sería como ir de día de campo, distinto a esos nidos de revoltosos, territorios comanche desde los años setenta para los priístas y panistas, que serían la UNAM, la UAM o el IPN. En la elección ya se cataloga con desdén a la banda Ibero: niños bonitos que aplaudirán como monos amaestrados, que harán los nectes necesarios para fraguar su carrera en el presupuesto, sin ideas críticas porque esas se les termina con el nuevo Ipad que les compre sus papás. Y es justo ese estereotipo el que los iberitas combatieron en la visita de Peña Nieto. Le gritaban Fuera Fuera y también corrían al cliché de su supuesta frivolidad. Por eso les fue tan necesario grabar el video de los 131 alumnos: lo anecdótico era deslindarse de cualquier provocador profesional (la obviedad de los videos de la visita de Peña Nieto hace rídículo el supuesto), lo importante fue reforzar su autonomía como individuos de su tiempo. De modo semejante al de los tuiteros de la Sra. Granados, en su reclamo los 131 iberitas existen. Ya no son esa otra masa amorfa de riquillos hedonistas. Hay estudiantes específicos que reclaman, confrontan, se muestran. Se llaman Jimena, Francisco, Mayela, Agustín. Al mostrarse se narran. Al narrarse desmitifican. Contra lemas clasistas o discriminatorios, un carnaval de credenciales, rostros, voces. Contra el cliché, personas. Si se vale la impertinencia kitsch, un Todos Somos Marcos del mundo del revés. Los 131 del video parecen decir: Todos Corrimos a Peña Nieto, y todos nos sentimos orgullosos de eso.
No falta quienes insisten en relativizar el suceso: ¿fue importante solamente porque fue de la Ibero? ¿Cómo se vería si hubiera ocurrido en la UNAM? Fue importante justamente porque ocurrió en la Ibero, el espacio donde menos se esperaba (también hubiera sido importante en la UNAM, pero estemos de acuerdo que sería lo obvio; justo por eso ahí ni por error se aparece Peña). Y fue hacer un guiño al país: un movimiento inesperado que despierta de la modorra y obliga a acompañar la bravata. Es cierto que quizá muchos de los 131 estudiantes olviden este momento y, como diría el poema de José Emilio Pacheco, con el tiempo se vuelvan en todo aquello contra lo que lucharon a los veinte años. Pero ahora atisbaron la adrenalina, la identidad que confronta el prejuicio, el impulso de la trasgresión, la energía para espetar orgullosos gestos de insolencia.
Conmueve cuando tuiteros de la UNAM o el Politécnico saludan el video de la Ibero con entusiasmo, recuerda ese lejano 68 en el que los estudiantes de la Ibero cerraron su propia escuela para sumarse a la huelga estudiantil. Hace poco circuló por las redes el artículo desencantado que proponía a los jóvenes actuales como una apática Generación Zoé. El video de los 131 iberitas también le contesta.