jueves, 17 de septiembre de 2009

Jaime López: "México, creo en mí"



Chingón que regrese La Mosca, ahora en formato digital. Con lo primero que me topé fue con la crónica de Sergio Zurita, "Jaime López contra el Auditorio Nacional". Trata sobre el concierto "Dos tipos descuidados" que se dio el 29 de agosto en el coso de Reforma, que encabezó Óscar Chavez y tuvo a Jaime López como invitado especial. Entre divertido y emputado revisé el desdén que los Avandaropitecus le profirieron a López; no tenían ni la menor idea de quien era él, solamente esperaban que Chávez se echara sus oldies but moldies onda "Por ti", "Macondo" y más antiguallas por el estilo. Pero cuando López hacía su parte, los Avandaropitecus abucheaban vergonzosamente. Zurita lo cuenta mejor:
Pero la rechifla y el abucheo más fuertes que recibió Jaime López ese sábado llegaron cuando cantó su obra maestra “Chilanga Banda”. ”¡Ésa es de Café Tacuba, imbécil!”, le gritó un señor que estaba sentado a dos butacas de mí y que, además de fundamentalista, era pendejo.

Y ahí estaba López, sobre el escenario, cantando su himno de amor a los chilangos, y los chilangos le respondían a mentadas de madre. El final de la canción tuvo más resonancia que nunca: “Chin chin si me la recuerdan/ Carcacha y se les… retaaaaacha”.

Ya para despedirse, López declamó: “México, creo en mí” y se fue entre aplausos de pie (había suficientes seguidores suyos entre la turba como para que se sintiera el apoyo minoritario) y muchos gritos de desprecio.

Me hizo recordar una discusión que tuve hace años con una examiga (en ese momento se volvió furibundamente ex), cuando hubo un concierto con Luis Eduardo Aute, Amaury Pérez y Jaime López. La pendeja fue y dictaminó con autosuficiente: Luis Eduardo soberbio, Amaury divino, y Jaime logró estar a la altura. ¿QUE QUÉ, PENDEJAAAAAAA? Seré mesurado: Aute es un wanabe televisivo de Joan Manuel Serrat, Amaury Pérez es lo que sobra de lo que queda de lo que algún día fue la trova cubana, y Jaime López es (y en realidad aquí empieza el post) el Compositor Vivo Más Importante de México.
Su tamaño es: si Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Guty Cárdenas y Chava Flores estuvieran vivos, lo invitarían a su mesa y lo tratarían como a un igual. Juan Gabriel y Joan Sebastian tendrían que bolearle los zapatos. Federico Méndez le mostraría sus borradores y le agradecería moviendo la cola. ¿David Haro, Saúl Hernández, Fernando Delgadillo? ¿De verdad necesitaría felpudos tan modestos?
Veamos, y ojo que sigo mesurado: entre autodidacta, rocanrolero de lira barata y armónica de tres varos, presto pa' la cumbia si los timbales lo piden, fiel al acordeón cuando lo convoca el terruño (tan tampiqueño como chilango, chingao), Jaime López ha escrito las letras del México de crisis, el que respira mierda entre los excesos de López Portillo hasta la indigestión convulsa del cerdo Cartens, ha sabido rescatar la picardía que permite comer con diez pesos diarios, cotorrea con las changuitas chilangas y se las sabrosea mientras les habla de lunas llenas que hace siglos no han visto.
Jaime López se enamora en avenidas tumultosas, en el metro, en las oficinas del ISSSTE que huelen a torta cubana. Carga el tedio de la oficina y el sueldo pinche, pero se le cruza la morenaza de caderas ponedoras y la persigue por pasillos y calles como se persigue a la esperanza, sabe que la felicidad sería compartir con ella unos tacos de suadero y un mundet rojo afuera del metro San Cosme; sabe que el erotismo chilango ocurre entre cables de luz con tenis y charcos de agua sebosa; que las únicas poesías posibles tienen ripios de piropos albureros, que entre el ozono y la mierda de los gobernantes siempre puede darse el milagro, en forma de hotelazo de Tlalpan que huele demasiado a desinfectante.
Pero menos emocional y más literario, la inventiva de las letras de Jaime López remolonean de juegos y triples sentidos. Dice en Nuestro amor es ese gato muerto en el baldío:
se desgració la gracia aquella
que una vez brotó del barro bajo
nos salió recara esa camisa de once varos
pero ahí estábamos dice y dice y dice:
va de nuez, y puras habas y garbanzos
con el corazón a media luz agonizando.
¿Menos frases hechas?:
Tu cara descarada y descarnada
carnada de tu cuerpo sensualón
fue arrancada por ese tiburón
que llamamos olvido, lo olvidaba
(Tatuaje)
El único rap definitivamente autóctono es la Chilanga Banda, que López descifró con cantadito tepiteño y ches herméticas para quien no ha rolado por los barrios bravos:
Ya chole, chango chilango
que chafa chamba te chutas
no checa andar de tacuche
y chale con la charola.
Tan choncho como una chinche,
más chueco que la fayuca,
con fusca y con cachiporra
te pasa andar de guarura
Mejor yo me echo una chela
y chance enchufo una chava
chambeando de chafirete
me sobre chupe y pachanga.
Que después la popularizó en horrendo cover sincopado Café Tacuba, pero en realidad es de Jaime López.

Repito.

LA POPULARIZÓ EN HORRENDO COVER SINCOPADO CAFÉ TACUBA, PERO EN REALIDAD ES DE JAIME LÓPEZ.

PUTOS.

Y sigo (hola, Lilians):

¿Por qué no se le ha dado a Jaime López el tamaño que merece? ¿Por qué no hay disco homenaje donde le rindan pleitesía todos los rockeritos que se deben a sus rolas? (Hablo de ti Jaguares. Y de ti, La Cuca. Y de ti, Julieta. Y Amandititita. ¿Tacvbos? No gracias, con lo que hicieron ya bastó). Quizá sea que no ha sido muy bueno lamiendo culos, y que no ha tenido empacho en pasear por el hoyo fonqui o por Televisa, según le conviene. Lo mismo guitarrea en El Café de Nadie que participa en el OTI, se pasa por el arco del triunfo a la izquiera pero tampoco debe quererlo mucho la derecha. Tiene más compromiso con los versos que con las banderas. Y a la gente demasiado enferma de banderas les cuesta trabajo entender esto (Hola Peje).
El ninguneo a Jaime López es una constatación más de que este país no sirve y no sabe reconocer a sus artistas de auténtica valía. Si López fuera español, lo cantarían en los mesones y se llamaría Joaquín Sabina. Si fuera argentino le perdonarían sus excesos, porque se llamaría Charly García. Si fuera cubano, Fidel le prestaría el único órgano Yamaha de la isla para sus giras, porque tendría el tamaño de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Si fuera gringo lo postularían al Nobel, porque equivale perfecto a Leonard Cohen o Bob Dylan. Ahí nomás (¿y quién la va a hacer de pedo?).
Si el Comité del Bicentenario y demás carnavales quisiera hacer una reflexión seria de qué le ocurre a este rancho, el eslabón que seguiría a Ramón López Velarde y Octavio Paz sería Jaime López.
Jaime López debe ser uno de los cinco mexicanos que sirven en este país. El otro es Don Carmelo y los otros tres... sigo pensando.

Ahora, el bonito dueto que hizo con Piporro de "Por cigarros a Hong Kong"



Y acá, nomás pa'l gasto, la versión original de la "Chilanga Banda". El tipo que mueve la boca no es López, pero de grande se quiere parecer a él:



Y este post va dedicado a Darinka porque sabe de qué se trata el Desenchufado de Jaime López. Pronto unas chelas para oírlo más, ¿que no?

*La foto es de Jesús López Gorosave. La tomó en un concierto de Jaime en Ensenada y no sé por qué me dio el pudor de poner el crédito

miércoles, 2 de septiembre de 2009

posts que no puedo escribir: López Velarde, Mark Twain, Annie Proulx y el comercial quesque sutil de Distintas Latitudes

  • Odio aconsejar cosas como la que le dijo Gertrude Stein a Hemingway (más o menos: están rebonitos sus cuentos, ora quíteles toda la literatura) y hacer exactamente lo contrario. Cuatro posts que intento terminar y nomás no puedo porque agarro esos tonitos de literato que quiere impresionar en la sala Manuel M. Ponce, con ondas así como: ¡gracias, Hugo Gutiérrez Vega, por existir!, ¡Nunca te olvidaremos, Maestro Argüelles!, ¡Salven a las vacas, sobre todo si son sagradas!, y me agarra la vergüenza y huyo a la cama a languidecer. O sea, no puedo escribir posts como por ejemplo:
  • El viaje a Jerez, Zacatecas. Que cuando este post sea grande querría fingirse emotivo homenaje al tricentenario de Ramón López Velarde, Poeta Cual Si Alguno Hay. El post falla porque quiero aderezarlo describiendo la vegetación y ornitología del pueblo y exhibiendo con fingida erudición las resonancias líricas que me provoca el Primer Gran Poeta Moderno Mexicano (Octavio Paz casidixit). Quería adornarlo con hartas citas de hartos poemas suyos, pero seré franco: nomás me acuerdo del inicio de "El retorno maléfico" (Mejor será no regresar al pueblo/ al edén subvertido que se calla/ en el mutilar de la metralla), de una parte de más adelante que siempre me ha gustado por pachecona (los dos púdicos medallones de yeso/entornando sus párpados narcóticos/se mirarán y dirán: ¿qué es eso?) y del inicio, que es lo único que me sé, de: "Plaza de Armas, plaza de musicales nidos/ frente a frente del rudo y enano soportal". Y este segundo poema me importa más porque tiene unos versos que siempre me han angustiado (y estos, ni modo, no me los acordaba y me los fui a googlear): "he visto a Catalina/ exangüe, al exhibir su maternal fortuna/ cuando en un cochecillo de blondas y de raso/ lleva el fruto cruel y suave del idilio/ por los enarenados senderos.." Y básicamente me angustiaron más porque cuando llegué a Jerez fue lo primero que vi: una ñora con veintivarios años a cuestas, derrotada a la vez que digna, empujando por los enarenados desiertos una carreola con evidente fastidio, mientras mis guías y yo le dábamos a unas tostadas buenísimas que preparan con cueritos o trompa de cerdo curtida. En la segunda parte del post hubiera querido despotricar contra ese afán multimedia didáctico para imbéciles que echó a perder el museo casa de López Velarde, porque donde sólo deberían existir muebles viejos para recrear el ambiente provinciano, célibe y erótico-a-escondidas del poeta, los museógrafos agregaron unas grabaciones horrendas que parecen del Canal 22, con texturas retóricas tipo: "López Velarde, cantor de la patria, del rebozo y las calles empedradas, de la patria íntima y la religiosidad culpable" y así todo se va al garete. Y la tercera parte del post, la que debía tener más feeling pero quien sabe cómo se le hace a eso, me salió mejor cuando se la conté a la Mejicana Májica una semana después. Y es que le dije: que el Mundo Del Poeta, que no encontré en el museo, se me apareció después en alguna tienda de antigüedades. Donde vi: planchas rupestres de los años veinte, discos rancheros de 78 revoluciones de los años cincuenta, calculadoras y grabadoras de los setenta, cubos de rubick cinco minutos previos a la entrada al aire de MTV. Y le explicaba a la Mejicana: que todos esos objetos eran como capas históricas, generaciones de jerezanos superpuestas, las modernidades que llegan a provincia solamente para anquilosarse, un mundo de acumulaciones descrito por López Velarde: lo morisco, lo católico, lo jacobino, mosaicos de valores o símbolos contrapuestos que se asoman en sus mejores adjetivaciones y adquieren cumbre en (ni modo) la Suave Patria. "Ahí sí me puse mamón y ahí sí le dije a mis acompañantes: 'esta grabadora setentera es más lópezvelardiana que toda la casa museo de López Velarde'". Y como para corroborar la arrogancia, entonces descubrimos, al fondo de la tienda, a dos escuinclas de apenas 18 años cumplidos, de estas simplonas y argüenderas que estudian una carrera técnica mientras un fulano imprudente las embaraza, una pintándole el pelo a la otra, la otra a risa batiente porque la una parecía tener problemas con el manual del tinte. Y pues es de esas cosas que la poesía regala: ante nosotros, como epifanías, se prodigaban las "actrices que impacientes por salir a la escena/ del mundo, chuscamente fingían gozosos líos/ de noviazgos y negros episodios de pena". Después probamos raspanieves, una rareza jerezana que sabe de lo más bien.
  • También quería consignar que estaba recién leído (no sé qué tan digerido) Las aventuras de Hucleberry Finn, de Mark Twain. Pero estaba haciendo algo que por favor ya no me dejen: esas parrafadas largas y blandengues donde hablo de mis Enriquecedoras Experiencias de Lector Niño, con ese tonito como de Silvia Molina invitando a La Aventura De Leer. Y todo por explicar que: leí Las aventuras de Tom Sawyer a los siete años, en edición resumida y coloreada de Fernández Editores; luego entonces: mi recuerdo de Tom es vago pero de gandalla ingenioso que besaba a Becky y perseguía al Indio Joe que ocultaba un tesoro malhabido. Y luego: que siglos después leo Huckleberry, movido por un ensayo más entusiasta que lúcido de Roberto Bolaño (la moda, ya sé ya sé ya sé) y presencio con harto gusto ese viaje fundacional por el río Mississippi con el negro Jim y las intuiciones que van forjando la conciencia de Huck, pero nunca como pensamiento ordenado, más bien miedos y remordimientos que no culminan en la afirmación, sino en dejar preguntas a la deriva. Y que por eso es decepcionante cuando se da el reencuentro con Tom Sawyer, quien de pronto parece niñato pendejo con demasiado ingenio encima, que nunca entendería la oscura sabiduría que Huck ha adquirido al contemplar la soledad del río y no tener claro cómo situarse en el mundo. Me queda claro que entonces Huck supera a Tom, no por su inteligencia, sino por su estupor. Y que si la novela de aventuras eficiente, como Tom Sawyer, hila argumentos intrincados para desbrozarlos con ingenio, la Gran Novela del siglo XX, como Huckleberry Finn, debió deshilachar premisas y dejar madejas de inquietudes sin resolverse. Y que si Tom en ingenioso y constructor; Huck es filósofo y disolución. Del primero vendría el novelista sólido y potente (¿Dos Passos, Hemingway, John Irving?), del segundo los iluminados desbalagados (Kerouac, Miller, ¿Auster?). Y que Faulkner no entra ni en uno ni en otro, porque él pertenece a la tradición de cazar a la gran ballena blanca. Y que entonces dan ganas de releer a Faulkner (¿Absalón, Absalón estaría bien?)
  • Y luego, E. Annie Proulx, la que escribió el cuento de donde salió la peli de Ang Lee Secreto en la montaña, pero que también tiene la novela The Shipping News, que Lasse Hallström la hizo película, que en español la titularon Atando cabos (¿?) y por ese enredo la novela en español también se llama así (publicada por Tusquets, se puede encontrar en los saldos de los tianguis culturalosos-populistas que Ebrard pone sobre Reforma). Voy a media lectura pero me atraen un par de cosas; ok, antes va un poco de anécdota: el personaje principal, Quoyle, es un mediocre tinterillo de periódicoque sólo merece la atención del lector por estar descrito en este tono casifársico de La conjura de los necios. Periodista sin nociones de redacción, de movimientos torpes, bofo, con más miedos que ideas, que encima se casa con una femme fatale de pacotilla, que le hace unas cornamentas de lo más ostentosas. Después la esposa muere en un accidente y después él emigra, con hijas y tía vieja lesbiana, de Nueva York a Terranova, un pueblo escarpado y más bien feo del norte de Estados Unidos. Y ahora sí, lo que me atrajo: en los capítulos neoyorkinos, la lectura fluye rápida, concisa, graciosa, bastante cruel con el pobre Quoyle. Pero cuando debe mudarse, pareciera que la escritura entra en la misma incertidumbre que el personaje. No diría que se hace peor, pero sí menos fluida y atractiva. El humor cruel deriva en contemplaciones fatigadas al nuevo entorno y uno, que en la lectura va viajando con los personajes, comparte este desaliento de tener que construirse todo (casa, sustento, afectos, los personajes; ritmo, tono, ambientes, el lector) otra vez. Lo interesante es que esto ocurre apenas en el primer cuarto del relato. La novela, entonces, es una novela del esfuerzo. Más cursi podría decirse: "de la reconstrucción de uno mismo, del reencuentro con los verdaderos afectos y el reconocimiento de las cosas simples". Pero lo que me gusta es que Proulx tiene el rigor suficiente para evitar ese lugar común, y constreñirse, justamente, al tema del esfuerzo. Esfuerzo de remozar una casa, esfuerzo de redactar una nota desteñida sobre barcos y accidente automovilísticos, esfuerzo de criar a dos niñas azoradas, esfuerzo de sentirse cómodo en un pueblo de roca y mar inhóspitos. Una técnica que había leído en otras novelas, pero que aquí es evidente y brillante: los personajes hablan algo importante sobre los antepasados, los temores, las historias de vida, pero constantemente son acotados por descripciones de la incomodidad del personaje para seguir relatando (porque mientras charlan remozan la casa, o toman un café tibio, o las hijas juegan y así es imposible concentrarse). El relato se interrumpe constantemente, un lector impaciente podría fastidiarse, pero intuyo que en estas interrupciones está la estrategia de la novelista: el esfuerzo no sólo ocurre al interior de la novela, también está pidiendo esfuerzo-paciencia en el acto de leer. Confieso que hace siglos que vi la peli me durmió; ahora quiero mirarla de nuevo, por el mero morbillo de cotejar estrategias entre novelista y director. Pero este post también es irresponsable de escribirse mientras sigo leyendo. Entonces mejor después.
  • Y siempre me conflictúo al intentar un infomercial como el que haré a continuación de la revista Distintas Latitudes, entonces mejor numero la experiencia personal. Que es: 1) ya había escrito en otro post que con la llegada del internet, en vez de afiliarme más a la cultura gringa, descubrí más "lo latinoamericano" (con todas las suspicacias que le cause el término a la escrupulosa de Natalia Rivera; por acá no reemprenderé el debate semántico, que este post ya se alargó cabrón); 2) después encontré el prólogo de El crepúsculo de la cultura americana (Sexto piso, 2005) de Morris Berman, y me di cuenta que no estaba tan perdido cuando él dice que "lo único que podia sugerir era que México volteara hacia el sur, antes que hacia el norte, para afirmar su herencia cultural: Borges y Garcia Márquez, por ejemplo, no Disney y Burger King."; 3) mucho más entusiasma leer en Distintas Latitudes voces jóvenes, que trascienden el sobado discurso cheguevariano o protoneoliberal y están merodeando más allá, justo en el desasosiego de reconfigurar los escenarios que se dan del río Bravo hacia abajo; 4) Aquí iban unos versos de "A Roosevelt" de Rubén Darío pero me dio flojera buscarlos; 5) Jordy, Natalia, Lilián y demás distintolatitudosos me pidieron un texto, lo escribí, no han descubierto que es un fraude y está rebueno verse publicado ahí; 6) parece que espantaré más seguido por esos lares, confieso que me angustia un poco intentar reflexiones formales cuando yo nomás redacto bravatas de cantina, pero el intento lo haré; 7) léanlo los lectores, propongan escritos los escritores, puede salir algo bueno de ahí. El 8): se han armado buenos amigos, buenas pedas, buenas charlas, es lo importante de un proyecto como Distintas latitudes: que se haga la conversadera y la indagación de los unos y los otros. 9) ¿Cómo se suben banners? Para subir el de la revista. También debo subir el banner de coffe and cigarretes, ¿cuándo actualizara post el jefe John Brando?
  • Además se me rompió la jarra de mi cafetera, llevo quince días sin poder hacerme café. ¿Alguien tiene una cafetera eléctrica que me preste? Ya me aburrió el Andatti del Oxxo.
  • Y pues ya. Ufff.