martes, 29 de julio de 2008

Conclusión después de haberme puesto una discreta peda con el Lear y haber oído los discos proscritos durante cinco años de Caetano Veloso,

El único final digno sería cumplir cuarenta años, robar un auto, abandonarlo en una carretera de Centroamérica, vagabundear hasta terminar como mendigo en un parque de Paraguay, Perú, Bolivia o Uruguay, y morir ahí de inanición cantando el Lamento Borincano. Lo demás son estupideces.

martes, 22 de julio de 2008

Vivamos el Ya Basta!!!

Entre los mensajes colectivos del jaifaiv encuentro un llamado para participar en una "campaña contra el hostigamiento en comunidades zapatistas". Seguía una explicación idéntica a la de cualquier cadena izquierdosa de este tipo ("los abajo firmantes manifestamos nuestro rechazo..") y concluía con los lemas pertinentes ("¡Exigimos respeto a la autonomía de los pueblos indígenas! ¡Rompamos el cerco informativo y detengamos el avance del ejército en las comunidades zapatistas!"). Después había que firmar y mandárselo a quinientas personas comprometidas más. El mensaje no significaría más si no me llamara la atención su título: "Vivamos el Ya Basta!!!"
Es decir, en el cúmulo de las experiencias excitantes a vivir (Vivamos los Eightie's Experience, Vivamos la Aventura Colonial Guanajuatense, Vivamos la Moda Swinger, Vivamos el Sabor Pepsi Retro), se agrega la invitación a vivir la experiencia de la indignación y la concientización por los abusos del gobierno contra las comunidades indígenas. Protestar, increpar, movilizar, ha llegado al mismo nivel de entretenimiento que bailar, turistear, comprar IPhones o hacer cola para ver el último Batman.
El sentido común haría pensar que indignarse o protestar contra alguna acción del gobierno sería una actividad triste e indeseable, pero obligada ante el odioso contexto político. Pero ahora resulta que puede verse como una rica experiencia de vida, un hobbie o actividad lúdica que (imagino la apología terapéutica) te hace contemporáneo a los problemas del mundo, regodea tu compromiso con lo que sea e higieniza tu conciencia tan fácilmente corruptible por tanto comercial y teletones alrededor.
Obviamente esto no es nuevo, ya se sabe del turismo político que se hacía en San Cristóbal de las Casas en los noventa, o el que ahora se realiza en cualquier lugar del mundo donde haya una reunión político-empresarial de altísimo nivel (Seattle, Davos, Cancún, más las que se acumulen el siguiente trimestre).Es la fantasía erótica revolucionaria, "cuando hago la revolución me dan ganas de hacer el amor", dicen que decían en el 68 checoslovaco o francés o mexicano; lo excitante de la cogedera en un colchón pulguiento, rodeados de fotos del Che y libros de Marx y cómics de Los Agachados; la creación de líricas amorosas alrededor de escolásticas dialécticas: "mas le gusta la canción que comprometa su pensar..."
Estas mitologías de hace treinta o cuarenta años persisten, fingiendo la misma modernidad que la canción "Creep" de Radiohead (no insistan, ¡ya no es moderna!). Cierto que ha evolucionado, de la izquierda dogmática-proletaria, a los activismos proderechos humanos, ecológicos o de libre expresión. Lo curioso es que evidenciarlo equivale a exhibirse como un monstruo reaccionario neoliberal monopolista eclesiástico. Satirizar el compromiso es como negar el pensamiento libre y desinteresado, haberse vendido al pan Bimbo y a las bobadas de Galilea Montijo (aunque por tus piernas, mi Galis, yo me vendo a lo que quieras). Que bueno, siempre hay activistas menos radicales, quienes aceptan que en efecto, muchos de estos turistas izquierdosos en realidad van a echar la chacota en vez de trabajar para las comunidades, y acto seguido te demuestran que ellos sí tienen requeteharto compromiso porque pasaron tres meses tejiendo petates con los huicholes o se inventaron unos libros artesanales cosidos a mano bien bonitos, que ahora venden los tianguistas de Coyoacán y el centro de Tlalpan. Por demás está decir que estos activistas en serio son los más terribles, pues la seguridad de su convicción los hace más robesperrianos ante los bufones que como por default le tiramos un poco de mala leche a todo (y los izquierdosos tan fácil se ponen tan de a pechito...)
Me ha tocado ver amigos izquierdosos que calendarizan marchas como si fueran conciertos o bodas. Se viene la de los oaxaqueños, en dos semanas la del orgullo gay, no olvidemos la del derecho al aborto o la protesta contra la invasión a Irak. No discuto la pertinencia de estos apoyos o protestas; se me complica no esbozar la sonrisa ante lo programático del itinerario. Porque de la obsesión de participar en estas actividades se desprende algo más importante que la conciencia política: es un "estilo de vida" en el que el contenido de la protesta importa menos que la facultad de rebelarse, "tomar la calle", expresarse libremente ante gobernantes que ni siquiera están en las sedes de las protestas, sino comiendo gastronomía mexicana de fusión en el congal de Martha Ortiz (ah, todos mis platillos tienen historias!!!).
Aunque por otro lado, siempre queda el desconsolado argumento: si no se protesta, si no se toma la calle, ¿entonces qué se hace? Tampoco es de lo más satisfactorio pensar en un país de terciopelo y conforme, en el que Mouriño firma libremente contratos legales (no importa que no éticos) y el burócrata ese que chambea de presidente sale en fotos con Elba Esther Gordillo cuando ésta le da chance.
La mitad escéptica de mi cerebro borra con fastidio el "Vivamos el Ya Basta" del jaifaiv. La mitad (por suerte) aún ilusa y aérea se pregunta si no habrá otras formas, nuevas, efectivas, de participar de lo izquierdoso sin que eso signifique ser un protestón profesional y sin un sentido (de tan resentido). Por suerte, las dos mitades se concilian al hacer la búsqueda en el jai de unas rumanas impresionantes, de minifaldas casuales y sonrisas informales, que te miran directamente, y al menos desde esa mirada aseguran que quieren ser tus amigas. Vivamos el Jalou Baby, pues. Y ahí, sí, a darle a aceptar.

PD1: releo y me sorprende ver que de alguna manera estoy suscribiendo los argumentos aciditos del libro Rebelarse vende, de Joseph Heath y Andrew Potter, que me recomendó Lilián , quien a su vez lo tomó de Paxton, y que me prometí leer con mucha ceja levantada (no quiero acabar de tragarme esto de que la contracultura solamente es un negocio que legitima el "capitalismo consumista"). Pero encuentro, por ejemplo, en el libro: "La contracultura considera la diversión como el acto transgresor por excelencia. El hedonismo se transforma en una doctrina revolucionaria". Y quiero seguir con la ceja levantada, pero ya no puedo hacerlo tanto. Igual, apenas empiezo el libro, conforme lo avance iré encontrando unos hermosos y resplandecientes sofismas para rebatirlo y que no me incomode tanto.

PD2: El coso éste va dedicado a la Rax que me estuvo chinga-jode que ya subiera algo y este post era el único que ya tenía medio armado pero no acababa de convencerme; tons, si hubiera algún acierto, que se le deba a la insistencia de Rax; la putacera que vaya toda contra mí.

PD3: De verdad están preciosas las rumanas.

lunes, 7 de julio de 2008

No complenden mi lenguaje modelno

Cuando tomé clases de filología en la universidad (saludos maistros, pronto regreso a terminar las materias que debo) estaba tan angustiado por el destino de las fricativas en Andalucía, que apenas y reparé en la vulgarización del latín vulgar, que originó lo que ahora conocemos como lenguas romance (francés, italiano, portugués, español y varias más que se me escapan). Los maestros y los libros desbrozan con tal detalle las evoluciones de cada uno de los sonidos, que apenas se permiten fantasear sobre el ambiente en el que concurrieron los soldados y mercaderes romanos y los nativos con enjuagues ambiguos, negocios en corto, vaciladas ruines, la doble moral como edificadora de estratos sociales (¿por qué la doble moral siempre termina siendo la verdadera edificante?); famas y dislates que en sabroso potaje de excesos e incongruencias fueron fermentando esto que ahora es nuestra lengua.
Yo creo que a las revistas académicas y a los libros de los eruditísimos maestros de la erudición, con sus ediciones tan bonitas y cuidadas y siempre anotadas con el mayor rigor y propiedad, no les queda muy bien explicar que estos procesos del lenguaje se hacían en mercados, puteros, corrales con estiércol y borracheras estruendosas; que la lengua la reinventaban más los cábulas y los ruines que los doctos o autorizados; que el fenómeno de los sonidos yod y wau se debieron más a malhablantes holgazanes que a Maestros del Buen Decir. Capaz y esta indiferencia hacia la invención del lenguaje hecha por los barbajanes sea necesaria para preservar la Gloria del Idioma y dotarlo de la autoridad que perdería si se insiste en recordar sus orígenes barriobajeros y poco refinados.
Todo esto viene a colación porque en los últimos días he estado escuchando obsesivamente y de lo más contento a los puertorriqueños de Calle 13, quienes han hecho su música partiendo del reaggeton y removiéndolo con cierto revuelo literario o refinamiento musical, hasta generar una propuesta que ha logrado agradarle incluso a los atalayas más radicales del rock.
Me gusta que Calle 13 sitúe en el centro de su creación la pertinencia de su música y su lenguaje. Ahora, mientras redactaba este post, me asomé al wikipedia y encontré que su fama inició por opiniones políticas en torno al asesinato del líder Filiberto Ojeda Ríos, y que de ahí se desprendieron a las letras de contenido social. Pero eso ahora me importa menos. Prefiero centrarme en la energía y honestidad para encarar el idioma, que sería el tema central de su segundo disco, Residente o Visitante, del año pasado.
No es secreto que si hay un tipo de música menospreciada por los escuchadores del buen gusto es el reggaeton, género sexista, engreído, machacón, ostentoso, poco imaginativo y ramplón, como lo fueron en su tiempo el tango o muchas de las vertientes del rock. Esto opinan lo mismo los fans de Christian Castro que los de Scorpions, ejemplos ambos de músicas vitales y bullentes. Al lado, el bastardo reggaeton corrompe con su lascivia pornográfica, la vulgaridad de sus intérpretes y la falta de miras transmusicales (como defender a las ballenas o al peculio de Christian Castro). Calle 13 lo sabe y en vez de hacerse que la virgen les habla, le entran al pancracio del idioma retorciendo su buen gusto, su pertinencia, y asumiendo las incorrecciones y los excesos como propuestas formales de expresión. Lo obvio, porque en su decir harán contacto más cercano con sus escuchas; lo intrigante, porque al apostarle a un lenguaje fangoso también lo dotan de nuevas resonancias.
Desde la Intro de su segundo disco, Residente o visitante, inician la afrenta con una introducción en contrapunto operístico que le debe más a Queen que a la misma ópera:
Les prometemos
en este disco
no usaremos malas palabras
y después se lanzan machacones a decir cabrón cabrón cabrón cabrón puñeta puñeta puñeta verga verga verga. De acuerdo, chiste de escuincle de prepa que dice pedo y se caga de risa, pero la estupidez se eleva a asunción de posturas cuando sigue "Tango del pecado", que propone una poética de la vulgaridad como extensión de la naturalidad (estuve a punto de poner autenticidad pero ya chole chango chilango).
Se antoja copiar toda la letra pero ya sé que la paciencia no da pa' tanto, me contento con estos versos:
Allá en el infierno donde se goza,
donde la gente habla mal y es más sabrosa,
mi vocablo lo divido en prosa
jugosa
pa' ponerte las axilas grasosas,
llego la araña que el idioma daña
la Real Academia yo se la dejo a España
Así es que mama mía si me pongo perverso
pero es que tú me tienes escupiendo versos
Contra la cuidadosa organización del idioma (con su lema aquel de detergente: limpia, fija y da esplendor), los residentes-visitantes oscurecen, embadurnan, ceban y desparraman; nótese lo sensorial (hasta el punto de lo nauseabundo) del lenguaje: la prosa es jugosa, las axilas grasosas, el idioma se daña, los versos se escupen. Si el perreo del reaggeton embarra sustancias pastosas (sudores y espermas y salivas y afeites), su cantaleta exuda humores que Mijail Carnavalito Bajtin hubiera olisqueado gustoso; más Quevedo que Garcilaso, más Celestina (¡E qué gorda e fresca que estás! ¡Qué pechos e qué gentileza!) que Antonio Machado; la pornografía y el humor remueven el fraseo y hacen de sus letras uno de los castellanos más vigorosos del presente.
Dan ganas de copiar más frases (no puedo evitar ésta de la "Cumbia de los aburridos": Aquí bailamos en el fango/ con un poco de charango/ vamos a resbalar esos pies como en tango/ y si tienes tanga/ a enseñar toda la fritanga) pero se me hace más sabroso (jugoso) que cada quien escuche y rezume su filia y su fobia. Pa' no hacer más largo el comentario, pero también porque ni modo de no compartirlo, por acá queda su rola romántica, "Un beso de desayuno", que con todo y su tosquedad ostenta una dulzura impresionante: "mis piernas se convirtieron en algodón/ porque estar contigo se siente cabrón. "